Una chica que no recuerda quién es se despierta en la casa del médico Ido, que ha recogido su cuerpo cibernético, abandonado en un vertedero, y la ha arreglado. Esta chica, llamada Alita por su padre adoptivo, encuentra al salir a la calle un mundo totalmente extraño para ella sumido en la decadencia de una gran guerra del pasado y en el que la gente vive entre los restos de lo que fue la civilización. Poco a poco, Alita va a ir recordando... Y van a llegar a ella problemas.
"Alita: Ángel de Combate", es uno de los cómic japoneses más famosos de la historia, creado por Yukito Kishiro en 1990. Ahora, Robert Rodríguez lo ha llevado al cine. Y tengo que decir que es más o menos fiel en lo que se refiere a historia básica y a estética, pero que mete la pata a lo bestia al final y deja al conjunto sin salvación posible. Rodríguez es uno de esos directores que a veces tocan la flauta y les sale algo apañado y otras, demasiadas veces, se caen con todo el equipo en una cutrada de rollete de serie B sin pretensiones pero en la que, precisamente por eso, por la falta de pretensiones, todo vale, y para mal. En "Alita: Ángel de Combate" empezamos en el enésimo mundo post-apocalíptico con humanos con prótesis de androides que viven en un lugar a lo "Mad Max". El ambiente es de diez: es muy, muy similar al del manga. Y los personajes, incialmente, también, en especial Alita, que está bastante conseguida. Actuaciones aceptables, escenas de acción aceptables, una trama con sentido y que parece ir a alguna parte. Luego, por desgracia, todo se va al garete y llegan los peores tics de siempre del director de "El Mariachi": el guión, básicamente, se va por los cerros de Úbeda y todo a Rodríguez le importa una mierda. Los giros de repente se fuerzan, los personajes cambian por la cara, algunos secundarios se quedan olvidados, la historia tira por un camino totalmente diferente y todo empieza a correr que se las pela.
La descompensación entre las dos partes de "Alita" se carga la película. Porque en la segunda, como he dicho, todo corre que se las pela, y de repente vemos a la protagonista haciendo cosas sin sentido y a su padre y a su novio también, y los diálogos empeoran de golpe, y los giros de guión se vuelven gratuitos y forzados para que la trama avance a trompicones, y muchos secundarios se quedan en el tintero, y de repente los villanos hacen cosas que tampoco tienen mucho sentido y todo el combate final y el clímax están rodados con una torpeza y una pereza que espantan, con muertes perfectamente evitables forzadas para dar más dramatismo, con escenas de acción plastas para crear acción de la nada. Y, para colmo, te enteras de que todo es un prólogo gigantesco para una hipotética secuela. Un rollazo como una catedral y un timo de la estampita. En fin, una pena, porque la estética y la ambientación está genial, pero el resto es puro Robert Rodríguez, y del peor.
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