Porco Rosso

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martes, 14 de agosto de 2018

OUTLANDER de Howard McCain - 2008 - ("Outlander")


Año 709. Una nave espacial se estrella en un lago de Noruega. Alguien emerge de ella: un experto guerrero extraterrestre llamado Kainan. Y algo también sale de su interior: una terrible bestia sedienta de sangre que desaparece en esas heladas e inhóspitas tierras. Kainan la persigue. Y en su camino se topa con uno de los pueblos más brutales y feroces que habitan en el planeta: los vikingos. Con ellos tendrá que colaborar para acabar con el monstruo que amenaza con destruirlos a todos.


A priori, no me molesta que un extraterrestre llegue a la Tierra en los tiempos de los vikingos para matar a una suerte de dragón del espacio en compañía de los susodichos. Es más, me parece hasta entrañable, muy pulp, muy cachondo. Ahora bien, las cosas hay que hacerlas en condiciones o, por lo menos, con gracia y garbo pastichero. "Outlander", la única película que ha dirigido hasta ahora Howard McCain, que desde hace diez años no ha vuelto a ponerse tras las cámaras para grabar un largometraje, parte de una base a priori divertida, como la de, por ejemplo, "Cowboys & Aliens", muy cercana a ella tanto temporalmente como en esencia (y también fallida). El problema de este debut es que la falta de pretensiones que exhibe es de tal calibre que el conjunto naufraga por todas partes. El guión es simple y tontorrón, los personajes planos y tontorrones, los diálogos chorras y tontorrones, y las escenas de acción tienen un pase y punto pero tampoco son el culmen ni de la imaginación ni de la potencia ni del frenetismo. Los efectos especiales sí que son resultones, y la ambientación también, y el pastiche a nivel visual funciona (confesadlo: siempre quisísteis ver vikingos y naves espaciales y dragones del espacio siendo atacados por hachas y armas de asalto). Pero todo es tan tontito y tan predecible, y todo echa tanta mano del puro topicazo, que la falta de interés más allá de la exhibición piroténica y el aburrimiento mortal terminan llegando, y más pronto que tarde.


Hay que agradecer que, en sus circunstancias, "Outlander" es una película que no da gato por liebre (y que además ni lo intenta): va de lo que va y de lo que es; cachondeo puro, charcutería, chascharrillos, testosterona, bárbaros de tebeo clásico y marcianos de opereta espacial y punto. Y no es suficiente, claro. Si por lo menos la acción fuese más vistosa o los monstruos más originales, algo levantaría, pero la mediocridad generalizada está instalada y aposentada desde el primer hasta el último minuto y uno olvida pronto la película. Y es que no sólo se puede vivir de simpatía y de grandes actores (porque el reparto es de caras muy conocidas, desde luego), ni siquiera en una producción claramente comercial. "Outlander", a pesar de todo, se ha ido convirtiendo con el tiempo en una de esas películas que a pesar de ser malas se hacen extrañamente de culto, y hoy tiene bastantes defensores.