Porco Rosso
viernes, 25 de agosto de 2017
CÉZANNE Y YO de Daniéle Thompson - 2015 - ("Cézanne et moi")
Francia. 1886. El pintor Paul Cézanne, que lleva una vida apartada del mundo y dedicada a su arte, casi desconocido por el gran público, visita en su casa a su mejor amigo, Émile Zola, escritor que ha logrado el éxito y la fama. Ambos, aunque llevan un tiempo sin verse, son como hermanos inseparables y nunca han dejado de escribirse. En la casa de Zola, hablarán de sus vidas y de sus expectativas, y de sus respectivos artes y, también, de sus recuerdos y de sus fracasos.
Daniéle Thompson es una directora de Mónaco y también escenarista que rueda sus filmes en Francia y que hasta ahora se ha especializado en la comedia y en el drama. Su filmografía se compone de "Cena de Navidad", "Jet Lag", "Patio de butacas", "Cena de amigos", "Des gens qui s'embrassent" y la comentada hoy "Cézanne y yo".
El escritor francés Émile Zola es considerado el padre del naturalismo y su mayor representante en la literatura. El pintor francés Paul Cézanne es considerado el padre de la pintura moderna y de la transición en este arte entre el siglo XIX y el XX. Los dos fueron grandes amigos toda su vida, pero, mientras Zola logró el éxito y el reconocimiento total, Cézanne fue un autor casi siempre ignorado por el gran público, apreciado por solo unos pocos y que expuso solamente de forma ocasional mientras trabajaba en su pueblo como un ermitaño. "Cézanne y yo" relata la historia común de ambos. Me gusta valorar este tipo de obras según la capacidad que tienen para poder tomar al profano en lo que relatan y atraparle. Yo a Zola lo he leído, porque la literatura es una de mis pasiones, pero, por ejemplo, estoy algo más verde en pintura y de Cézanne conozco solamente lo básico sobre lo que sus obras supusieron para la historia de la disciplina de los lienzos. Y a mi Daniéle Thompson ha sabido atraparme. Esto, pienso, es síntoma de que su filme es bueno. Las historias de los grandes artistas, tanto de los incomprendidos como de los que no lo fueron, suelen tener capítulos similares. De una forma u otra, los visionarios del arte suelen llevar vidas duras, en las que se enfrentan constantemente a una sociedad y a menudo a una familia que no les valora, que piensa que lo que hacen no sirve para nada. Muchos, también, acaban llevando vidas o bien bohemias o bien ermitañas (o bien una combinación de ambas), y acaban abusando de substancias como el alcohol o las drogas o transformándose en unos amargados insoportables, excéntricos y egoístas que hacen daño a sus seres queridos. Es lo que ocurre, una vez más, en estas dos vidas, y en especial en la de Cézanne, que fue otro de esos genios indiscutibles y revolucionarios al que su tiempo ignoró casi por completo, aunque el atormentado Zola, siempre entre lo rebelde y lo acomodado, no se queda atrás en tormento.
La directora de Mónaco, con gran fluidez y concisión narrativa, y siempre sin perder el ritmo (aunque en los primeros minutos los saltos temporales son algo confusos, esto se endereza con rapidez y eficacia) sigue sus vidas y reflexiona sobre la creación y la destrucción, sobre la incapacidad de los artistas para llevar vidas "corrientes", sobre la marginación de quien sigue sus ideales de forma consecuente, sobre las incongruencias de toda vida rebelde, sobre la amistad y su poder curativo y a la vez destructivo y sobre el paso del tiempo y sus efectos en las relaciones personales. Este tipo de película no es nada sin sus actores, y Guillaume Canet como Zola y Guillaume Gallienne como Cézanne están, sencillamente, inmensos en dos interpretaciones que duelen y ponen los pelos de punta. Lo mismo se puede decir de todos los secundarios, y de los que les interpretan a ambos en edades más tempranas. También la ambientación histórica es clave, y aquí es preciosa y está retratada con un gran primor y con una preciosa fotografía. "Cézanne y yo" es un ejemplo de biopic, bien ejecutado en todos los aspectos y capaz de cautivar sin problema a cualquier tipo de público.
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