Machete ha sido contratado por el presidente de los Estados Unidos porque es el único que puede acabar con Luther Voz, un brutal traficante de armas que tiene en su poder una que es capaz de causar una destrucción sin par en todo el mundo. Machete se prepara para su nueva misión... Y en ella vuelve a encontrarse con amigos y con gente de su triste pasado y, también, con una oportunidad de pasar por fin página.
Con "Machete Kills" a Robert Rodríguez ya no le sale bien la jugada: esta vez ni su total falta de pretensiones le salva, ni siquiera que en el reparto de la susodicha cinta haya gente con muchas ganas de cachondeo y muchas ganas de interpretar papeles chorra como Sofía Vergara, Antonio Banderas, Mel Gibson, Charlie Sheen o Lady Gaga (haciendo de "frikaza" total e interpretando el tema principal como si Machete fuese una especie de James Bond kitsch). "Machete Kills" repite todo lo que vimos en su antecesora pero mucho peor. La trama es cansina por repetitiva y por contar veinte veces por minuto el mismo gag (la muerte escabrosa de alguien en clave de supuesto humor negro), por no tener personajes con carisma (a pesar de los actores que les dan vida, que se lo pasan muy bien, ni uno sólo interesa, de verdad, es increíble), por regocijarse ya a lo bruto en el cutrerío y en el "todo vale" (y es que en un guión el tener más giros chorras, precipitados y gratuitamente radicales es imposible), por tener escenas de acción fotocopiadas hasta la saciedad y por plantarse casi en los 120 minutos de "deja vu" ininterrumpido y soporífero. "Machete Kills" es aburridísima, por momentos inaguantable. Todo lo fresca que era "Machete" (para mi lo fue, y muy disfrutable) no lo es su secuela, que huele a ranciedad, a mala calidad, a kilómetros. Fue un fracaso de crítica total y en algunos países se estrenó directamente en DVD, como le ocurrió a la siguiente obra de Robert Rodríguez, la también infame y tardía secuela de "Sin City". Es una pena, pero este director está totalmente de capa caída (incluso en lo puramente comercial). Películas como estas dos lo confirman sin dejar lugar a dudas.
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