Porco Rosso

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viernes, 10 de octubre de 2014

NO ES PAÍS PARA VIEJOS de Joel Coen - 2007 - ("No country por old men")


El cazador Llewelyn Moss, de Texas, encuentra un día en el desierto dos millones de dólares. Los encuentra en el escenario de una brutal matanza junto a un cargamento de heroína. Su tranquila vida cambia radicalmente cuando se queda el dinero: comienza a ser perseguido de manera implacable por Anton Chigurh, un asesino psicópata casi invencible y lleno de recursos. Llewlyn, sin embargo, tiene también los suyos propios…


Después de dos obras bastante menores aparecidas tras la magistral y en general poco valorada “El hombre que nunca estuvo allí” (“Crueldad intolerable” y el remake de “El quinteto de la muerte”, “Ladykillers”), los hermanos Coen nos sorprendieron de nuevo en 2007 con otra soberbia película en la que, basándose en la novela homónima del gran escritor Cormac McCarthy, exponen una vez más su visión de su país, una visión que, no podía ser de otra manera, se mueve a caballo entre lo esperpéntico, lo tierno, lo paródico, lo humorístico y lo brutal, visión que se suma a la del autor del escrito original, muy similar y que ha tratado los mismos asuntos que ellos en más de una de sus novelas, también caracterizadas por la violencia y por el retrato lúcido y despiadado de la idiosincracia norteamericana. “No es país para viejos” narra las historias de un grupo de variopintos personajes de la Norteamérica profunda (escenario habitual de muchas de las obras de los Coen y de McCarthy) que se mueven acercándose y alejándose entre ellos por medio del azar: un genial Josh Brolin que encuentra una gran fortuna ilegal de casualidad se enfrenta a un asombroso Javier Bardem (el mejor papel del filme: verdaderamente terrorífico) que le persigue mientras a ambos los “persiguen” a su vez de una manera u otra unos también magníficos Tommy Lee Jones y Woody Harrelson. El filme está dividido en dos segmentos bien diferenciados. El primero se centra en la persecución propiamente dicha. Está narrado de una manera pausada, minimalista y por momentos casi contemplativa que, sin embargo, mantiene al espectador en todo momento preso de una tensión casi insoportable. Perseguido y perseguidor se mueven en completo silencio, como sombras, mientras que, en momentos puntuales e inesperados, la violencia (crudísima, tremendamente sangrienta y sin ninguna concesión) estalla de repente y se muestra ya imparable (una violencia también silenciosa en la que el protagonismo absoluto lo tienen los estruendos secos). 


Momentos inolvidables muestra esta parte del filme: el descubrimiento del escenario de la matanza inicial por parte de Brolin, la presentación del psicópata al que encarna Bardem (la escena de la gasolinera pone los pelos de punta), el encuentro en el hotel de perseguidor y perseguido (una de las mejores escenas de acción de los últimos años) o el desencantado encuentro de Bardem y Harrelson. Ya la segunda parte abre la puerta al desconcierto: la trama da un giro tan radical y repentino que parece cortarse de repente y se da paso a la reflexión que hace el personaje de Tommy Lee Jones y el del propio Bardem, la reflexión que da nombre al filme: “No es país para viejos”. Se destapa entonces la película como lo que es: un western moderno crepuscular y la mencionada reflexión sobre el azar y la suerte, sobre lo justo y lo injusto, sobre la vida y la muerte, sobre el bien y el mal y sobre el desencanto y la pérdida. Continúa, sin embargo, el estilo, la pausa contemplativa que da paso al estallido inesperado (la escena del accidente es de infarto). Con una maravillosa fotografía (la Norteamérica profunda brilla en todo su esplendor y malevolencia) y un reparto en estado de gracia, “No es país para viejos” reluce como una de las mejores películas de los hermanos Coen y una de las mejores adaptaciones de una obra de Cormac McCarthy.


1 comentario:

  1. Fue la primera película que comenté en el blog. Lo siento, pero hasta que no la vea de nuevo y me "desconvenza", no me gusta. Tiene un par de momentos que son de vergüenza ajena por lo descaradamente insensatos. Podrían haber inventado cualquier excusa para que descubrieran al personaje de Brolin... pero lo del agua no cuela, y sé que es un problema de percepción exclusivamente mío, pero ya a partir de ahí no pude creerme absolutamente nada más. Algo parecido (aunque en menor medida) me ha pasado recientemente con LA ISLA MÍNIMA... aunque no desvelo nada más porque la voy a comentar en breve.
    Gracias, de todos modos, por la oportunidad de expresarme. Un saludo.

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