A través de entrevistas con los que le conocieron, se nos muestra la ajetreada vida de Virgil Starkwell, uno de los ladrones más inútiles e incompetentes de toda la historia de los Estados Unidos. Virgil pasó una infancia desgraciada: siempre aplastado por chicos más fuertes que él, descubrió que no tenía futuro con su sueño: dedicarse a la música. Por eso, la cambió por la delincuencia, aunque tampoco tuvo nunca demasiado éxito en esa carrera. Casado con una mujer guapa, dulce e inocente a la que engañaba constantemente prometiéndole una vida mejor, siempre intentó ser un gran ladrón y ejecutar “su gran golpe”, aunque siempre acabó en la cárcel, en donde se pasó media vida.
“Toma el dinero y corre” fue la primera película que dirigió enteramente Woody Allen. Con anterioridad, había participado en filmes sólo como actor y guionista (“¿Qué tal, Pussycat?”), sólo como actor (“Casino Royale”) o sólo como director y dialoguista en “Lily, la Tigresa”, originalmente una película japonesa de espías a la que él mismo cambió los diálogos para componer una absurda comedia. “Toma el dinero y corre” ya apunta muchas de las constantes que seguiría el cine del genial cómico, que por entonces ya estaba triunfando con sus números y sus monólogos en muchos de los locales humorísticos más importantes de su ciudad de toda la vida, Nueva York. Utilizando el formato documental que emplearía posteriormente en otros grandes filmes como “Zelig”, narra Allen en este muy buen debut, a través de entrevistas de los que le conocieron o supusieron algo para su vida, la carrera “criminal” de Virgil Starkwell, un ladronzuelo de poca monta completamente inútil para el negocio al que se dedica: los atracos. Sobra decir que Virgil está interpretado por el propio Allen, como posteriormente haría con tantos otros de sus personajes. Virgil es, por vez primera, ese hombrecillo feucho y poca cosa, inseguro, mediocre, con problemas para expresarse, algo tartamudo a veces, tan tierno como patético y siempre envuelto en empresas que le sobrepasan (aquí en el mundo del robo, más tarde, en otras cintas de su creador, en grandes empresas amorosas, culturales o filosóficas). Virgil es, por vez primera, el gran alter ego de Allen. “Toma el dinero y corre” está montada en base a constantes sketches que se basan tanto en los diálogos inteligentes como en los clásicos golpes de efecto cómicos heredados de grandes como Charles Chaplin o Buster Keaton. Hay algunas diferencias en cuanto a lo que sería el posterior cine de Woody Allen: la acción no está centrada en su casi eterna y amada Nueva York, y el humor que la cimienta no está tan basado en los mencionados diálogos inteligentes. Los hay, por supuesto, y muy buenos, pero no son todavía esos interminables diálogos tan ágiles recitados a la velocidad de la luz y cargados de desternillantes e ingeniosas referencias culturales de todo tipo tratadas con el característico humor sin par de Allen. En “Toma el dinero y corre” el director de “Annie Hall” y “Manhattan” todavía estaba aprendiendo, todavía se estaba formando. Aún así, es su ópera prima una película impagable y, sobre todo, divertidísima. Una de esas películas que, como las de los hermanos Marx, alegran toda una tarde de tristeza.
Tú sabes que tengo debilidad por esta cinta. Será aún muy pre-Allen, pero siempre resulta fresca y divertida (te lo dice una que la ha visto varias veces) y le da bastantes vueltas de campana a sus últimos trabajos. No sé a ti, pero cuando una peli de Allen no me llena lo más minimo o, aún peor, cuando no siento el impulso de apuntar ni una de sus frases o diálogos, me quedo con mal body.
ResponderEliminarKisses nostálgicos ***
Siempre me acordaré de la escena en la que pretende atropellar a su amante conduciendo un mini por la sala de estar de su casa.
ResponderEliminarSe puede hacer una pistola con jabón?
ResponderEliminarOjo! que atraco a las tres se hizo antes... lo digo por aquella escena de varias bandas atracando.
Divertidísima película... ¡esos padres con narices falsas!
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