La joven y hermosa princesa Blancanieves es llevada por uno de sus súbditos, un cazador, lejos de su castillo en lo que aparentemente es un tranquilo paseo por el campo. Ella no lo sabe, pero este cazador, por orden de su envidiosa y malvada madrastra, ha de asesinarla en secreto. Sin embargo, se apiada de ella y la deja huir. Tras vagar desamparada por el bosque, Blancanieves termina conociendo a siete bondadosos enanitos con los que se queda a vivir y que se transforman en sus mejores amigos. Desgraciadamente, su felicidad sigue amenazada: su madrastra no va a descansar hasta que acabe con ella… Pero no está sola: los enanitos y el príncipe que la ama no van a permitir que se salga con la suya.
Los dibujos animados y las películas de imagen real del gran imperio de Walt Disney han marcado las infancias (y más allá) de muchísimas generaciones. Comentan que el llamado cariñosamente “Tío Walt” como dibujante no valía gran cosa, y que ni siquiera era original ni un gran artista. Tampoco fue un pionero de la animación, como se cree a menudo. Eso sí, nadie le pudo negar nunca su valía como líder, como empresario de finísimo olfato y como creador aglutinador en sus obras de lo puramente comercial y de lo decididamente artístico. En los años treinta ideó un proceso de producción que se convirtió con rapidez en un modelo estándar para crear dibujos animados, con dibujantes especializados exclusivamente en un área: color, fondos, animación, personajes… La compañía Disney empieza su andadura hacia la fama mundial con cortometrajes de ocho minutos construidos según este modelo y distribuidos por la United Artists. Estos trabajos estaban protagonizados por seres que hoy en día son indiscutibles iconos culturales norteamericanos y aún reyes del merchandisging: los ratones Mickey y Minnie, los patos Donald y Daisy, el perro Pluto, el “perro” (o lo que quiera que sea) Goofy, el gato Pete… Junto a ellos aparecían otros que, por diversas razones, han sido más olvidados, como el caballo Horacio o la vaca Clarabella. Pronto, Walt Disney, convencido de que la animación también tenía que dar el salto al largometraje, dirigió, en contra de casi todos los que le rodeaban, la soberbia “Blancanieves y los Siete Enanitos”, que fue uno de los mayores éxitos de la historia del cine y que le catapultó directamente a la gloria. A partir de entonces, la fórmula se repitió durante muchas décadas: cada cierto tiempo, su empresa adaptaría un cuento o historia clásica para la gran pantalla, además de crear otras historias propias. Disney dejó de dirigir para dedicarse a la producción y a la supervisión de las cintas de su negocio, que terminó haciéndole multimillonario. El merchandising fue imparable, y hasta se construyeron parques de atracciones dedicados a su mundo: los Disneyland. Las creaciones de la compañía Walt Disney se asentaron en la memoria colectiva de una grandísima parte del planeta. Sus filmes exhibían una animación deslumbrante, una imaginación prodigiosa y una técnica y perfección incomparables para la época. Eran transmisores de mensajes moralizantes y llenos de buenos sentimientos, aunque también tenían un toque ciertamente siniestro y cruel muy acertado, ya que era este toque oscuro una herencia directa de los cuentos clásicos en los que se basaban y de cuya esencia nunca se alejaron. Por supuesto, también sirvieron sus filmes para ayudar a transmitir la ideología norteamericana de sus respetivos momentos: en muchísimos largometrajes de Walt Disney se pueden rastrear huellas de imperialismo, de desprecio hacia razas consideradas inferiores, de machismo insultante, de anticomunismo, de homofobia, de exaltación de valores ultraconservadores… El mismo Walt arrastra una oscura leyenda negra: para algunos fue un hombre maravilloso que simbolizaba el poder de los sueños, del optimismo y de la bondad humana; para otros fue un tirano fascista lleno de prejuicios, de odios y acomplejado por traumas. Fue famoso por atacar a los homosexuales, a los movimientos obreros y a los comunistas (fue un activo colaborador en la Caza de Brujas). Comentan además que era bastante misógino. Su filmografía es demasiado larga para ser nombrada y su imperio ha perdurado hasta nuestros días, en los que se encuentra en un clarísimo momento de crisis artística.
Walt Disney tenía en contra a sus inversores, a sus colaboradores, a sus amigos y hasta a algunos de sus familiares cuando se empeñó en rodar el primer largometraje de animación de la histora: “Blancanieves y los Siete Enanitos” (aunque para algunos esta distinción no es adecuada). Pocos creían que este “género” debiera salir de su exitoso formato de cortometraje de ocho minutos. Walt, que era un visionario indiscutible, luchó hasta el final por su proyecto y lo dirigió él mismo. Tres años de durísimo trabajo tardó en terminarlo en compañía de trescientos ilustradores y diseñadores. Más de un millón de dibujos quedaron para la historia y los costes quintuplicaron las previsiones. En Hollywood empezaron a burlarse de la película antes de verla terminada y dejaron de confiar en ella, por lo que Disney hasta estuvo a punto de arruinarse. “Blancanieves y los Siete Enanitos”, por suerte, arrasó en todos los aspectos, se llevó un Oscar y fue la película más taquillera de la historia hasta la llegada de “Lo que el viento se llevó”. La locura llegó a las salas: fue el comienzo del gran imperio de su creador. La historia, basada en el cuento de los hermanos Grimm, mantenía ese justo nivel de delicadeza y de oscuridad de los cuentos de hadas clásicos, con preciosas escenas de amor y delirantes momentos de humor y con pasajes realmente escalofriantes (los protagonizados por la madrastra bruja especialmente). La animación era prodigiosa, fluida y realista como nunca se había visto. Se utilizó una cámara multiplanos para desarollarla con esta naturalidad, y se usó para los brillantes decorados una torre para colocar cristales equidistantes con el objetivo de crear una absorbente profundidad. La banda sonora todavía es hoy famosa (quien no recuerda el canto de los enanos). Poco más que decir de una de las más grandes obras maestras de la animación.
Sin duda mi película Disney favorita.
ResponderEliminarImpacientes Saludos.
grandes obras del cine en general, no sólo del de animación, como también lo son "La bella durmiente", "El rey león" o "La bella y la bestia" ...
ResponderEliminarlo más curioso de "Blancanieves" es la fascinación que sigue provocando en niños actuales ... lo que sólo quiere decir una cosa: es CINE con mayúsculas.
Sin duda la primera gran obra de Disney ha quedado para la Historia del Cine. La prueba de que no ha envejecido es que sigue fascinando a las nuevas generaciones..¡Casi cuatro!
ResponderEliminarUn abrazote.
¡Con lo que a mí me gustan las películas de Disney! Y la verdad es que esta no me hace mucha gracia. Solo la he visto una vez, quizá debiera echarle un vistazo ahora, pero la recuerdo muy sosa.
ResponderEliminarBLANCANIEVES ES MI PRINCESA FAVORITA!
ResponderEliminarYO CONOZCO ESTAS BLANCANIEVES Y ESTAS MALVADAS MADRASTRAS DE BLANCANIEVES:
ResponderEliminarKRISTEN STEWART Y CHARLIZE THERON(2012).
LILY COLLINS Y JULIA ROBERTS(2012).
DISNEY(1937).
JETLAG PRODUCTIONS Y GOODTIMES ENTERTAINMENT(1995).
TARYN DAVIS,MONICA KEENA Y SIGOURNEY WEAVER(1997).
KRISTIN KREUK Y MIRANDA RICHARDSON(2001).
ELIZABETH MCGOVERN Y VANESSA REDGRAVE(1984).
DIANA RIGG,NICOLA STAPLETON Y SARAH PATTERSON(1987).