Porco Rosso

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sábado, 22 de septiembre de 2018

EL GRAN DICTADOR de Charles Chaplin - 1940 - ("The Great Dictator")


Después de haber combatido en la Primera Guerra Mundial, un humilde barbero judío se pasa varios años en un sanatorio mental y, cuando sale, vuelve a su barrio de toda la vida para darse cuenta de que en su país, Tomania, gobierna ahora un dictador llamado Adenoid Hynkel que ha prohibido toda manifestación política que no sea la suya y que, además, ha puesto en marcha un brutal plan de marginación de los judíos. En este férreo sistema donde todo se manipula y se censura, el barbero se va a ver metido, para colmo, en un lío de narices, ya que, curiosamente, se parece terriblemente al propio Hynkel.


"El gran dictador" fue la primera película sonora de Charles Chaplin, y uno de los más grandes éxitos de su año y otra de sus obras más comprometidas, producida en los Estados Unidos antes de que este país entrase en la Segunda Guerra Mundial. Aunque él mismo afirmó que de haber conocido en el momento del rodaje las barbaridades que el régimen de los nazis perpetraba en los campos de concentración europeos no la habría rodado, su tono de comedia negra se ha convertido en el ideal para denunciar estos hechos. Él mismo interpreta a dos personajes: a Adenoid Hynkel, el brutal dictador de Tomania, una suerte de Alemania paralela, y a un barbero judío con paralelismos claramente evidentes con su personaje Charlot (aunque no se trata de este personaje ya) que se acaba metiendo en líos muy gordos. "El gran dictador" es una absoluta maravilla, y hoy sigue siendo un retrato certero y brutal de la megalomanía de los dictadores de todo pelaje. Escenas para el recuerdo hay muchísimas, y todas ellas negrísimas y desternillantes y, a la vez, estremecedoras. Con la base de siempre de historia de amor y de personajillo aventurero, el filme es una sátira despiadada del régimen nazi y de su homólogo italiano (impagable el personaje de Napoloni interpretado por Jack Oakie) en la que se destripa la política totalitaria, la manipulación de la información, el terrorismo de estado, la persecución de minorías, la censura, la guerra, el uso del odio para manipular a masas hambrientas y el lavado de cerebros ejecutado a través de conceptos como el patriotismo o la superioridad moral y racial.


"El gran dictador" no es, sin embargo, maniquea: tiene un lugar para retratar a los disidentes y perseguidos dentro del propio partido nazi y también lanza sus tiritos a los propios grandes millonarios judíos que prestan dinero a gobernantes dictatoriales. El discurso final del protagonista barbero ha sido bastante discutido: para unos es una maravilla indispensable de la historia del séptimo arte, y para otros es demagógico y corona un desenlace forzado y claramente propangandístico en tiempo de guerra (y se le ha criticado que está incluso desplegado desde una óptica cristiana), aunque lo cierto es que, si bien Chaplin era británico, el filme era estadounidense y en 1940 éstos no habían todavía entrado en la contienda. A mi me parece adecuado, urgente y directo en una época en la que era preciso serlo en el pacifismo y en la crítica. "El gran dictador" es una obra imprescindible, delirante, desternillante, irreverente y magistral.


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