Después de su último trabajo, Ray y Ken, dos asesinos a sueldo de Londres, reciben la orden de su jefe, Harry, de ocultarse durante unos días en la ciudad belga de Brujas mientras las cosas se calman un poco. Allí, los dos aprovechan para descansar y para hacer un poco de turismo. Algo inesperado ocurre sin embargo, y todo se empieza a liar peligrosamente.
Antes de la maravillosa "Tres anuncios en las afueras", Martin McDonagh dirigió otras dos películas, "Escondidos en Brujas" en 2008 y "Siete psicópatas" en 2012, más convencionales y menos redondas, pero que tenían ya puntos muy interesantes y en las que estaba ya el director apostando con fuerza por la búsqueda de una personalidad marcada como autor. "Escondidos en Brujas" es una historia de asesinos a sueldo y mafiosos que a priori resulta bastante tópica, pero que juega muy bien con sus bazas y que logra mezclar con éxito y sin fisuras el drama con el thriller y con toques de comedia negra. Colin Farrell, Brendan Gleeson y Ralph Fiennes conforman un trío de ases excelente, con sentidas interpretaciones, que sirven al director para, por medio de un intercambio de enérgicas conversaciones, reflexionar sobre la culpa, sobre la violencia, sobre el azar, sobre la pérdida de la inocencia, sobre la muerte, sobre el amor y sobre el sentido de la vida o el racismo incluso. Los diálogos se mueven entre el humor y la seriedad melancólica, y los personajes, muy bien desarrollados, guardan todos sorpresas, al igual que una historia que lucha constantemente por no encasillarse del todo en ningún género y en la que hay lugar tanto para la catarsis como para la astracanada bruta. Todo ambientado en una bella e idílica ciudad de Brujas que adquiere el estátus de escenario psicológico y casi de "un personaje más". El debut en la dirección de largometrajes de Martin McDonagh no pasará a la historia, pero va ya encaminando su carrera hacia algo claramente especial y prometedor.
Tras la estela de Tarantino y los hermanos Coen, esta “comedia criminal” exhibe además algunas virtudes propias fácilmente enumerables: 1) Una mirada humorística, cariñosa y humanizadora sobre sus dos atípicos protagonistas a través de la cual el guionista y director consigue la hazaña de descubrirlos en su lado más triste y vulnerable, en su inocencia, sin caer en el sentimentalismo y sin obviar su condición de instrumentos de muerte. 2) Una sabia utilización del escenario, casi como otro personaje que “evoluciona”, pues cuando arranca la película, Brujas parece un entorno acojedor y relajante, pero poco a poco, a medida que avanza la acción y las cosas se complican, va tornándose en un lugar oscuro, siniestro y amenazador. 3) La construcción de situaciones sorprendentes al borde del surrealismo, punteadas por unos diálogos de exacta medida y contundente brillantez. 4) Una puesta en escena que demuestra una gran seguridad en los encuadres, un sentido del ritmo sabiamente aplicado al crescendo de la peripecia, y finalmente, una dirección de actores que consigue excelentes resultados de la actuación de Brendan Gleeson.
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