Porco Rosso

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jueves, 30 de noviembre de 2017

EL GRAN GATSBY de Baz Luhrmann - 2013 - ("The Great Gatsby")



Nueva York. Años veinte. Nick Carraway, graduado de la Universidad de Yale y veterano de la Primera Guerra Mundial, conoce a Jay Gatsby, un hombre rico, optimista, juerguista, alegre y derrochador famoso por dar las fiestas más legendarias de la ciudad, un hombre adorado por todos, famoso y representación para muchos del triunfo social que todos persiguen con fervor. Nick entra en su vida y entabla amistad con él. Conforme lo va conociendo, sin embargo, va descubriendo que Gatsby tiene una cara oculta... Oculta y oscura.


"El gran Gatsby" de Francis Scott Fitzgerald es una de las novelas más importantes de su generación y uno de sus retratos más crudos y desmitificadores. Ambientada en los felices años veinte y publicada a mitad de esta década, en 1925, es un cuadro brutal de ese momento articulado por medio de la vida excesiva de un personaje, Jay Gatsby, representación del tiempo confuso que le ha tocado vivir y del hombre hecho a sí mismo tan querido por el Sueño Americano, que es destripado prematuramente y puesto en la picota. Excesos, hipocresía, soledad, presuntuosidad, fiestas de derroche y personajes tocados... Todo eso y más es "El gran Gatsby", que ya ha tenido otras adaptaciones en todos los medios (en el cine en 1926, en 1949, en 1974, en el año 2000...) y que Baz Luhrmann llevó de nuevo a las salas en 2013 (aunque estaba previsto su estreno en 2012 inicialmente). El poco prolífico director australiano, en su quinta película, realiza un infame despropósito y por desgracia se carga la novela. Y no es que haga una adaptación mala, oigan, no. Más o menos, sigue las pautas básicas del escrito y no hace ninguna aberración sonora ni falta a su espíritu de forma deliberada. El problema es, una vez más, estético. Porque su Gran Gatsby es un "Moulin Rouge" cualquiera, lleno de pirotecnia, de exceso visual, de espectáculo gratuito, de post-modernidad de la chunga, de ruido constante, de movimiento interminable, de recursos vacíos y molestos. Y así, la trama queda eclipsada. Vale, este suele ser el estilo de Luhrmann. Vale, este director ha hecho un sello propio de la adaptación de historias clásicas a un estilo moderno. Vale, ok. Lo entiendo. Pero es que no, es que aquí se ha pasado tres pueblos con el desbarajuste visual, que llega a ser completamente agotador e insoportable.


La película está seriamente afectada en su ritmo por tanto fuego artficial de pandereta y tanto recurso barroco cutre. La trama no fluye, sencillamente, y cuando lo hace lo hace a trompicones. La selva no deja ver el templo en ruinas. Los actores, todos muy buenos, hacen lo que pueden, pero si la cámara los deja a cada segundo con un "flash" y se pone a grabar una fiesta a cámara lenta no tienen mucho margen de acción que digamos. Baz Luhrmann está aquí más desatado que nunca, más machacón que nunca con sus méritos que son llevados al extremo del defecto. Al final, Jay Gatsby, por mucho que lo interprete un grande como Leonardo Di Caprio, termina siendo la pegatina de un tipo encantador y supuestamente atormentado, fiestero y sibarita, pero sin profundidad ninguna. Así no se adapta una novela tan grande. Este bodrio no tiene por dónde ser cogido, y por eso el director tira por tierra todo. Ejemplo perfecto de cuando la visualidad más desbocada se come con patatas el argumento, que al final, por mucho que los amantes del preciosismo a toda costa pataleen, es necesario para todo filme de narrativa "normal" que se precie, y "El gran Gatsby" no es ni pretende ser cine experimental en ningún momento. Metedura de pata astronómica del director de "Moulin Rouge". Terrible, decepcionante e infumable.


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