Porco Rosso

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lunes, 5 de junio de 2017

LA HUELLA de Joseph L. Mankiewicz - 1972 - ("Sleuth")


Andrew Wike es un exitoso escritor de novelas negras y de misterio apasionado de las adivinanzas y los enigmas que vive en una mansión en el campo llena de raros cachivaches que colecciona con fervor. Milo Tindle es un joven peluquero en plena escalada social que trata de sacar adelante su negocio como puede. Milo visita a Andrew en su gran casa. Tienen algo muy importante de lo que hablar...


Terminamos hoy con la filmografía de uno de los más grandes directores de la historia del cine norteamericano, Joseph L. Mankiewicz, que se despedía a lo grande en 1972 con "La huella", película tras la cual se retiró a vivir tranquilamente a su granja de Willow Pond hasta morir a los 83 años, en 1993, de un ataque cardíaco. Basada en la obra homónima de teatro de Anthony Shaffer, "La huella" es una genial e inolvidable disección de la lucha de clases británica (aunque es extrapolable a cualquier país en su época) por medio de la historia de un peluquero que ha puesto los cuernos a un rico escritor de novelas negras que adora los enigmas y las adivinanzas y con cuya mujer piensa casarse. Ambos se encuentran en la mansión-castillo del segundo, llena de extraños cachivaches y muñecos que él cuida como a hijos, para ultimar los detalles y solucionar unas cuantas cuestiones sobre el peliagudo caso. Y a partir de aquí, se produce un soberbio juego de misterio y de pruebas cargado de ironía, de crítica social, de inventiva y de fascinantes trampas de ingenio para el recuerdo. Laurence Olivier y Michael Caine son respectivamente el escritor rico y el peluquero proletario (aunque cada vez más cerca de entrar a la clase media y hasta de ser un "nuevo rico"), y el duelo interpretativo titánico de ambos. absolutamente para el recuerdo, se produce exclusivamente entre los muros de esta casa singular, en un estilo teatral que cuenta con unos diálogos chispeantes, agudos, llenos de genialidad, de inteligencia, de crueles observaciones sociales y de mala leche. Casi dos horas y media de gozo es "La huella", casi dos horas y media que el espectador nunca llega a sentir pues se pasan en un vuelo. Las sorpresas son constantes, las escenas "para el infarto" abundantes, el comentario jocoso y el carisma apabullantes. En fin, es que estamos ante una de las obras maestras más grandes de toda la historia del séptimo arte, una comedia negra inimitable, y si no que se lo digan a su terrible remake de 2007, perpetrado por Kenneth Brannagh y del que hablaré (mal) mañana. Fue una lástima que Mankiewicz, todavía bastante joven (solamente tenía en 1972 sesenta y tres años), se retirase del cine de forma tan prematura. Nos quedamos con ganas de más, de mucho más. Cerramos hoy una filmografía grandiosa con una película grandiosa. Y sí, hay que repetirlo: Olivier y Caine de matrícula de honor. Brillantes sin interrupción.


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