Henry Barthes es un profesor que se dedica en exclusiva a realizar sustituciones. Va a ejercer allí a donde lo envían, de instituto en instituto, de clase en clase, de tutoría en tutoría. Ahora le ha tocado, una vez más, un centro conflictivo con alumnos problemáticos, violentos y en el mejor de los casos simplemente pasotas. A Henry le da igual: aunque es joven, está ya quemado de todo y vive su vida con total indiferencia. Sin embargo, en este instituto las cosas van a cambiar inesperadamente para él. La relación con una alumna obesa y marginada por los demás y con una prostituta adolescente van a irrumpir en su vida y a revolucionarla. Tal vez Henry no esté tan muerto por dentro como piensa...
"El profesor" (y otra terrible traducción al español que va en este país, porque el nombre real del filme es "Detachment", entre cuyos significados está el de "Indiferencia", que creo que es el que se ajusta más a lo que la obra quiere expresar) es la hasta ahora última película de Tony Kaye, un director muy poco prolífico (solamente cuatro cintas desde 1998 hasta 2011, y una de ellas, "Black Water Transit", está inédita todavía por razones extrañas) pero que siempre presenta propuestas cuanto menos interesantes desde su debut con la excelente "American History X" (su documental sobre el aborto "Lake of fire" es además una joya de su género). Siempre, hasta ahora, apegado a lo social, el creador inglés pasa de los análisis de los radicalismos políticos y del mencionado aborto a la crítica al sistema educativo norteamericano (muy parecido al español, por ejemplo, y al de muchos países, por desgracia). Un soberbio Adrien Brody da vida un profesor quemado, a uno de esos docentes que tristemente cada vez estamos más acostumbrados a ver machacados por el sistema que le da trabajo, que le lanza a las fieras sin darle protección, y también por sus alumnos, que pasan de él tres kilos en el mejor de los casos (en el peor ya se sabe). Este Brody que transpira tristeza y desolación (hay que ver lo bueno que es este actor cuando quiere y cuando no se escoge películas malas) es imprescindible para el conjunto de la obra y la película con otro actor no habría funcionado tan bien.
En "El profesor", como su título original reza, el personaje central está alejado de todo lo que le rodea para bien y para mal, es esencialmente indiferente. Con un padre anciano y enfermo y con el que no se lleva bien del todo, un trabajo frustrante, unos alumnos terribles y una existencia solitaria su vida carece de todo sentido. Y no hablamos de uno de esos profesores que están a punto de jubilarse: hablamos de uno que ni llega aún a la mediana edad. Alrededor de los problemas que atraviesa el personaje pivotan asuntos como el mencionado mal estado de la educación pero también las relaciones entre padres e hijos, entre profesores y alumnos, entre adultos y menores, las adicciones diversas, la prostitución juvenil, la violencia, el suicidio, la marginación del diferente, la falta de futuro (el filme está ya rodado en 2011, en medio de la crisis global que estamos viviendo desde 2008 y que en Estados Unidos también ha sido dura). Hay, sin embargo, un espacio para la redención, y ese es el otro gran asunto central que trata la película. El profesor no está, finalmente, tan acabado como se piensa en un principio y tampoco todos sus alumnos son salvajes insensibles que con quince años son los reyes del nihilismo,
El estilo de "El profesor" es casi documental. Desnudo, crudo, sigue al protagonista en su deambular por su vida sin alicientes y no lo juzga ni a él ni a los que le rodean. Kaye se pasa, a veces, sin embargo, con los retratos de deshumanización que quiere mostrar. En muchas escenas se le va la mano, y llegan a resultar bastante absurdas y hasta forzadas (por ejemplo, la de la mujer en el hogar, los que han visto la película saben cuál es). El filme pierde enteros por estas escenas poco creíbles. Sin embargo, no consiguen lastrarlo, pienso. "El profesor" es otra buena obra social de Tony Kaye, que no decepciona.
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