Porco Rosso

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miércoles, 22 de mayo de 2013

SIMONE de Andrew Niccol - 2002 - ("Simone")


Viktor Taransky es un director de cine que antaño tuvo gran fama y reconocimiento pero que ahora está de capa caída. Para colmo, la actriz protagonista de su último filme no deja de darle problemas y ha perdido a su mujer, que además es... La jefa de los estudios para los que ahora trabaja. La vida cambia para él radicalmente cuando cae en sus manos de pura casualidad un revolucionario programa informático que permite crear a personas virtuales con un realismo inaudito. Viktor crea a Simone, una actriz ficticia que contra todo pronóstico... Se convierte en un ídolo de masas que le devuelve a lo más alto pero que también le sumerge en una interminable espiral de problemas, ya que nadie puede descubrir bajo ningún concepto que Simone no existe.


A Andrew Niccol le gusta la metáfora social y política, y eso se ve en todos sus guiones ("El Show de Truman") y filmes, desde en los más destacados como "Gattaca" o el perfecto "El Señor de la Guerra" hasta en los más irregulares como el reciente y fallido "In time", el horripilante "The Host" que todavía está en las salas (aunque éste ha sido un trabajo de puro encargo) y "Simone", su segunda película. "Simone", valga la redundancia, pone sobre la mesa cartas interesantes: intenta hacer una crítica de las grandes estrellas prefabricadas, del mundo de la publicidad, de los medios de comunicación y del mundo del espectáculo en general que, por desgracia, se queda a medio camino. La premisa es muy interesante: un director algo de capa caída se saca de la manga una actriz falsa creada por medio de un programa informático (que ha ido a parar a sus manos de pura potra) para intentar levantar su carrera y esta actriz se acaba transformando en un fenómeno de masas que le lleva a él también a la fama pero también a numerosos líos. El problema del filme es que la mencionada crítica que contiene se queda, como he dicho, en una colección de flojitos apuntes. ¿Por qué? Porque Niccol no profundiza en ninguno de los asuntos que trata y porque el filme termina derivando en una suerte de comedia sobre los problemas del éxito, sobre la verdad y la mentira y sobre la familia. Y duele, porque la premisa y el inicio del filme son verdaderamente interesantes.


Se llevan una década, pero no puedo dejar de comparar a "Simone" con la excelente y reciente serie "Black Mirror" (comentada en este blog), que en sus dos temporadas ha tratado bastantes de los mismos asuntos que este filme trata pero desde un prisma mucho más crudo, brutal y crítico: la manipulación de los medios, la creación de estrellas en laboratorios, el atontamiento de las masas, la estupidez y la esclavitud del mundo de la fama están en esta serie tratadas de una forma interesante y consecuente; en la segunda obra de Andrew Niccol todo se termina diluyendo en la "casi" nada. Finalmente, el otro problema que tiene "Simone", problema que no hace sino acentuar más su cierta condición final de "película para toda la familia", es que no resulta creíble y contiene algunas escenas verdaderamente ridículas (el culmen es la del concierto, que es directamente absurda). Porque es imposible que nadie descubra en todo el filme, con todo lo que pasa, que Simone no es una persona real. No se lo cree nadie. Queda ahí un Al Pacino gracioso y unos secundarios igualmente simpáticos (Katherine Keener, Evan Rachel Wood, Rachel Roberts o Winona Ryder) y una ambientación muy cuidada (los característicos espacios abiertos y asépticos muy bien fotografiados que tanto parecen gustale a Niccols), pero el resto es completamente fallido.

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