Steve López es un periodista de Los Angeles que está pasando por una terrible crisis creativa y vital. Un día conoce por casualidad a Nathaniel Ayers, un violinista que toca de forma prodigiosa pero que vive en la calle como un mendigo y que no parece estar mentalmente muy equilibrado. Steve se interesa por su vida y se plantea escribir columnas sobre él. ¿Por qué ha acabado en la calle? ¿Qué le ocurrió? Entre él y Nathaniel empieza a surgir una fuerte conexión.
El tercer filme de Joe Wright, "El solista", basado en hechos reales, no fue tan redondo como sus "Orgullo y prejuicio" y "Expiación", pero desde luego siguió siendo una opción refrescante como drama en la cartelera en su día. Es verdad que presenta algo que ya hemos visto miles de veces, pero realizado de manera limpia y sin caer en la sensiblería en la que suelen caer las producciones con el mismo tipo de historia que ésta cuenta. La cosa va de lo de siempre: dos personajes emocionalmente perdidos se encuentran por circunstancias de la vida azarosas y adversas y establecen una relación de amistad, de cierta dependencia y hasta de corte profesional y aprenden juntos a superar sus problemas y sus frustraciones y a dejar atrás sus traumas. Uno es un marginal con un pasado oscuro, y el otro es un hombre que sí que está integrado en el mundo moderno pero que no se siente bien en su seno. Sí, suena a manido, a podrido incluso. Pero Joe Wright no es un Ron Howard, ni un Joe Johnston, ni un Chris Columbus, ni un Steven Spielberg en un mal momento (que los tiene, y es cuando se pone más sensiblero e infumable) y eso se nota en la limpieza de la trama de la película, en que nada está artificialmente azucarado, en que los momentos dramáticos no están aplastados por una música o un montaje efectista y en que su mensaje de superación personal no está salpicado con toques de exaltación de la "maravillosa" vida en los Estados Unidos ni con moralina barata sobre "si quieres hacer algo, puedes hacerlo y no lo haces porque no quieres". Y esto es un respiro y eleva los enteros de la película y la hace por lo menos diferente, vaya que sí.
"El solista" es también, ante todo, una película de actores, y hay que decir que su dúo principal funciona, y muy bien. Robert Downey Jr. y Jamie Foxx se comen la pantalla, son muy creíbles, despliegan la emoción justa y tienen química sin llegar a empalagarse. Los secundarios (sobre todo la siempre espléndida Catherine Keener) están también excelentes, y los diálogos que Wright coloca en las bocas de todos los personajes son los justos y necesarios, y no resultan pedantes ni recargados pero tienen la profundidad que necesitan para llegar al espectador sin tratarle como a un imbécil y sin querer hacerle llorar a toda costa. El estilo del filme es directo, como he dicho sin trampas en el montaje y sin recargas gratuitas de la emotividad. El tercer filme de Joe Wright no es el drama de superación del siglo y tampoco lo pretende, pero tampoco es, por suerte, el drama de superación "directo al Oscar" que podría haber sido en manos de otro director. Ahí tienen bazofias recién estrenadas como "El vuelo", con buen director y buenos actores, que resulta absolutamente intragable por contar con todos los defectos de los que "El solista" huye con dignidad. Un drama destacado animado por un reparto genial.
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