Sumergido actualmente en un proceso de revalorización más que merecido, el estadounidense Robert Wise fue uno de los más grandes artesanos de Hollywood, cineasta ecléctico como pocos que tocó toda clase de géneros y que, a pesar de haber participado en muchas de las películas más importantes de su tiempo como director y también como montador, nunca ha sido considerado como un autor, injusticia que ahora se está subsanando. Robert Wise fue periodista antes de entrar en el mundo del cine como montador para la RKO en nada más y nada menos que “Ciudadano Kane” y “El cuarto mandamiento” de Orson Welles, película esta última que además fue el encargado de terminar de montar sin la presencia del director. Despuntó con el drama negro de boxeo de serie B “Nadie puede vencernos”, y a partir de aquí le vino una carrera de grandes éxitos y también de fracasos, pero, sobre todo, de buen cine, carrera que no le reconocieron como se merecía. Rodó todo tipo de historias y en todo tipo de estilos, demostrando una tremenda versatilidad, un dominio técnico magistral y un olfato comercial envidiable, pero no por ello descuidando la calidad artística y argumental de sus filmes, que presentaron personajes y conflictos de todo tipo y calado y con una intensidad dramática envidiable. Su obra se compone de cintas negras como “Nadie puede vencernos”, “Nacido para matar” o “Apuestas contra el mañana”, cintas de terror como “El regreso de la Mujer Pantera”, “Ladrón de cadáveres”, “The Haunting” o “Las dos vidas de Audrey Rose”, dramas como “Tres secretos” o “¡Quiero vivir!”, westerns como “Sangre en La Luna”, “Entre dos juramentos” o “La ley de la horca”, filmes de ciencia ficción como “Ultimátum a La Tierra”, “La amenaza de Andrómeda” o “Star Trek: La película”, bélicas como “Las ratas del desierto” o “Torpedo”, aventuras épicas como “Helena de Troya”, biopics como “Marcado por el odio”, musicales como “West Side Story” o “Sonrisas y lágrimas” y aventuras como “El Yangtsé en llamas” o “Hindenburg”. En 1989 se retiró del cine hasta morir el 14 de septiembre de 2005.
“West Side Story” es uno de los grandes musicales de la historia del cine y una de las mejores obras de su director, la cual co-dirigió con Jerome Robins. Basado libremente en la obra de William Shakespeare “Romeo y Julieta”, narra la historia de amor entre dos jóvenes de bandas callejeras rivales, amor imposible debido a esta rivalidad que no es otra que un crudísimo conflicto racial entre norteamericanos e inmigrantes que el filme retrata a la perfección y con afilado ojo crítico. Ambas bandas sólo tienen algo en común: están formadas por chicos pobres y desarraigados que quieren dominar un barrio conflictivo que aparece representado como su cárcel en vida, como el único lugar al que pueden aspirar. Los norteamericanos, muchos hijos de inmigrantes de la Europa más pobre, desprecian a los latinoamericanos, que llegaron buscando oportunidades a la tierra de las oportunidades y que no encontraron sino marginación y trabajos basura. Los latinoamericanos también tienen su parte de culpa: responden al mundo con la violencia con la que se les ha tratado, pero no dejan de estar tan cegados en sus prejuicios como los que les maltratan. Un interesante personaje del filme, aparte de los protagonistas, es el del policía que les vigila a todos, que desprecia a los inmigrantes por ser inmigrantes y a los nativos por ser pobres, configurando uno de los caracteres de la cinta en los que más pesa la aguda crítica social que encierra. Todos los actores y bailarines están excelentes, y los números musicales, animados por la música del gran Leonard Berstein, son simplemente soberbios. El ambiente, a caballo entre la artificiosidad del estudio y el realismo de la calle está impreso en un color esplendoroso y que llena cada escena de un significado distinto, acompañando a la citada música al otorgar la emoción necesaria. La ambientación festiva de los inicios del filme poco a poco se va apagando para establecerse en un tono sombrío, triste, descorazonador, conforme la inevitable y sabida tragedia va a avanzando. Una película maravillosa, una obra comercial perfecta que además encierra un contenido brutal.
Amigos y amigas, me voy de vacaciones y no volveré hasta el día 18. Hasta entonces, posiblemente no habrá entradas (a lo mejor alguna cae). Pásenlo bien y vean mucho cine y nos vemos a la vuelta :D
ResponderEliminarPD: Perdonen por no firmar. Estoy super liado con las maletas XP
ResponderEliminarSi, una temática imperecedera. Pese a que hemos visto la peli 30 veces, cuando tenemos que afrontar seriamente el debate sobre la immigración respondemos como si fueramos Jets, vivieramos en 1960 y no parece que hayamos aprendido nada.
ResponderEliminarPor otro lado, aparte de los brillantes ejemplos de danza contemporanea, siempre me ha fascinado los complejos efectos visuales y sonoros de la película, muy meritorios justamente por ser transparentes e invisibles para el espectador.
Una película fantástica con una banda sonora inolvidable. Las coreografías entre los pandilleros pueden parecer un poco ridículas vistas hoy en día, pero a mí el ambiente romántico, colorista y muy kitsch me encanta.
ResponderEliminarMe da rabia la manía de quitarle mérito a Wise en esta bellísima película y dársela todo a Robbins. Me parece bien que se reivindique el cine de este gran director.
ResponderEliminarSaludos!