Porco Rosso
domingo, 14 de enero de 2018
EL GRAN SHOWMAN de Michael Gracey - 2017 - ("The Greatest Showman")
1829. P.T. Barnum es un hombre pobre que ha vivido toda su vida en la miseria pero que tiene un sueño: ser un gran señor del espectáculo. Se ha casado con Charity Hallett, su amor de la infancia, pero no puede darle una vida digna y a duras penas la puede mantener con su trabajo de administrativo. Cuando su empresa quiebre, Barnum, sobreponiéndose a la adversidad, intentará algo: crear su propio show de variedades... Y empezará a contactar con personas muy especiales que tienen mucho que mostrar al mundo.
El australiano Michael Gracey, especialista en efectos visuales, se ha estrenado como director con "El Gran Showman", un musical sobre los inicios en el mundo del espectáculo de P.T. Barnum, un famoso empresario y artista circense que llegó también a estar metido en política y que en los USA es bastante conocido en la cultura popular (mucho menos fuera de ellos). La obra sería, sin paños calientes, un auténtico truño si no fuese por sus escenas musicales. Porque es plana, maniquea, más simple que una botella y exaltadora del Sueño Americano y de la cultura del "hombre hecho a sí mismo" de siempre. Y además, no profundiza nada, pero nada de nada, en el personaje principal, que aparece como un pobre más que supera su ambiente social de miseria y triunfa y, tras tropezar y caerse al haber dado de lado a su familia y a sus amigos, se levanta otra vez para volver a triunfar. Eso que le ocurre a una persona de cada mil o más, para muchos americanitos es la norma: si te esfuerzas, consigues tus sueños, y punto, y no importa un pito nada más, y si eres pobre es que no te lo has currado. Por supuesto, los capítulos más oscuros de Barnum ni se investigan siquiera, ni se proponen. Yo no conozco demasiado de este hombre, al que llaman algunos el "inventor del espectáculo actual", y no sé si es verdad eso de que era un mentiroso y un estafador o de que llegó a exhibir a una esclava de ochenta años que había comprado por cuatro perras en su show. Tampoco lo sabré nunca, porque el personaje de marras no es que me importe mucho y Michael Gracey no me va a decir nada más aparte de que luchó y triunfó y tropezó se cayó y volvió a triunfar otra vez, con dos cojones (frase horrible que uso con ironía).
Luego, la trama de la película tampoco es que ayude mucho, porque es una sucesión de hechos narrados seguidos, como en una cadena de montaje, con bastantes lagunas argumentales y con mensajes muy bonitos contra el racismo y la discriminación del diferente en la que todo ocurre atropelladamente, sin trazar siquiera algo de la psicología de los personajes, sin prestar atención a sus evoluciones y cambios, sin desarrollar a los secundarios más allá de varias pinceladas cutres y adiós muy buenas. En fin, que esto es un rollazo patatero de la peor calaña y de la peor demagogia. Ahora bien, como musical cumple, y eso le impide llegar a ser a "El Gran Showman" el bodrio infame y repugnante que podría haber sido.
Hay algo que salva mucho, muchísimo, a la película: Hugh Jackman. Es un actor que se esfuerza, que lo pone todo de su parte, que le echa ilusión a casi cualquier papel que haga, aunque sea una gilipollez supina de personaje (como es el caso). Da gusto verlo, da gusto escucharlo cantar, da gusto admirarlo bailar. Muy, muy bien. Y luego, las canciones y las actuaciones están muy potables. No son maravillosas, no son el culmen de la imaginación coreográfica, pero son resultonas y bonitas, y algunos números, como el de Zac Efron y la cantante y bailarina Zendaya o el primero ambientado en el bar consiguen caer verdaderamente bien. Las mencionadas canciones están elegidas para gustar: entran a la primera, a todo tipo de público; van a saco a agradar al espectador. En fin, tampoco es malo. Y la ambientación es buena, así como la caracterización. "El Gran Showman" es agradable de ver, es entretenida, no es molesta, pero es muy poco exigente como drama y como musical y es una oda infumable al Sueño Americano de los cojones. No es crucificable por su espectáculo visual, pero su trama gris y sesgada, su rancio ideario y su falsedad a la hora de retratar a un personaje histórico no le dejan ir más allá de ser un divertimento bien rodado y olvidable. A lo mejor se lleva algún Oscar, porque estas chorradas en Hollywood suelen gustar mucho.
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Las canciones son muy chulas, pero sin duda me quedo con el número del bar y de las cuerdas (entre Zendaya y Zac Efron).
ResponderEliminarUn saludOOo enorme!!