Porco Rosso
lunes, 3 de junio de 2013
SPARTACUS de Steven S. DeKnight - De 2010 a 2013 - ("Spartacus")
El guerrero tracio Espartaco es traicionado por los romanos, supuestos aliados de su pueblo en la lucha contra los salvajes dacios, y es vendido como esclavo a la escuela de gladiadores de Batiatus en Capua. Allí se convierte, luchando por su vida, en una de las estrellas del circo de la ciudad. Sin embargo, Espartaco no piensa ser siempre un gladiador y empieza a forjar en secreto una rebelión junto a sus compañeros. Se le unen galos, celtas, germanos... Los orgullosos romanos no se imaginan que están a punto de ser puestos contra las cuerdas por el que va a ser uno de sus enemigos más peligrosos y legendarios.
Steven S. DeKnight ha trabajado en las series "Smalville", "Buffy Cazavampiros", "Angel" y "Dollhouse" y ha creado la serie "Spartacus" para el canal Starz.
La han acusado de querer aprovecharse del tirón de la película "300" (como si fuese algo negativo) y del morbo gratuito y descarado de sus numerosísimas escenas de sexo y también de ser históricamente muy dudosa (como lo son casi todas las películas y series históricas en mayor o en menor medida), pero lo cierto es que la exitosa serie "Spartacus" es, a pesar de contar con una segunda temporada algo reiterativa y con una tercera bastante mala (por suerte se recupera en la cuarta), una divertida, interesante y novedosa nueva aproximación a la historia del esclavo rebelde que acojonó a los romanos como nadie lo hacía desde los tiempos de los cartagineses de Aníbal Barca. Es divertida porque contiene acción a raudales, es interesante porque combina bien la aventura con las batallas y con las conspiraciones palaciegas tan habituales en la Antigua Roma y es novedosa porque no se corta un pelo en crudeza y en sexualidad (incluso supera a otras series también bastante cruentas y recientes como "Roma"). Es cierto que sus escenas de acción suelen ser calcadas unas de otras (hay momentos en los que las coreografías se repiten descaradamente) y que se abusa de la cámara lenta y de la sangre explosiva, y es cierto que con el sexo a veces también se pasa tres pueblos en lo que a abuso se refiere (a veces ya es hasta cómico que haya personas follando en las gradas del coliseo -como un amigo historiador me dijo: "hasta los romanos tenían un límite"-) y es cierto que se toma muchas licencias históricas (faltan batallas, hay hechos muy modificados y personajes poco creíbles como el de Julio César), pero como serie de aventuras, acción, romance y épica lucha por la libertad, "Spartacus", que se ha cerrado este año con notable éxito a pesar de los numerosos problemas que ha tenido (el principal, la triste muerte de cáncer de su joven protagonista, Andy Whitfield, que tuvo que ser sustituído a mitad de la serie por Liam McIntyre con todo el peligro que eso tenía para la audiencia), cumple, y mucho.
"Spartacus. Sangre y arena" es la primera y la mejor temporada de la colección. En ella se narra cómo Spartacus, un guerrero tracio, es esclavizado por Roma y convertido en gladiador y cómo, cansado de sus amos romanos, planea su famosa revuelta junto a sus compañeros. La temporada equilibra a la perfección el drama con el romance (el de diversos personajes) y con el retrato de la ambición desmedida de Batiatus, el amo de Espartaco y el mejor personaje de esta temporada y su malo malísimo, personaje que representa todo lo terrible, sucio y ratero que tenía la Roma de aquellos tiempos, obsesionada por el triunfo social y por el poder a toda costa. Absolutamente todos los protagonistas y secundarios son interesantes: el malogrado Andy Whitfield borda a un Espartaco que se come la pantalla y que supura liderazgo por los cuatro costados, Manu Bennet clava al desesperado Crixus (némesis de Espartaco pero a la vez némesis unida a él por el honor y la futura amistad), Peter Mensah hace lo propio con el jefe de gladiadores que "acepta" su esclavitud como algo casi natural y que cambia su forma de pensar gracias al protagonista, Jai Courtney es la comparsa perfecta para el protagonista como el fiel Varro, Nick Tarabay y Viva Bianca exudan perfidia como las traidoras serpientes Ashur e Illithya, la mítica Lucy Lawless se mueve con maestría entre la tristeza y la maldad y Lesley-Ann Brandt y Katrina Law son los perfectos intereses amorosos de Espartaco y Crixus (posteriormente, sus personajes adquieren más independencia). Secundarios como Glaber (villano de la tercera temporada), la novia tracia del protagonista Sura, el germano Agron (que cobra también protagonismo en la tercera época de la serie) o Barca y su amante Pietros cumplen, aunque están ya algo menos aprovechados (sobre todo los dos últimos, que daban mucho más juego del que dieron).
Sin embargo, como he comentado, el mejor personaje de la temporada es sin ningusíma duda el Batiatus al que da vida John Hahnnah: un villano ambiguo, cruel, interesado, maquiavélico y sin escrúpulos pero también patético, acomplejado, triste y débil. Es el caracter más redondo y, además, Hahnnah lo interpreta con un humor y con un carisma apabullantes. Lástima que este hombre, un actorazo con todas las letras, esté tan confinado habitualmente en papeles menores o de secundario cómico. "Spartacus. Sangre y arena" tiene ritmo, es interesante desde el primer al último capítulo por lo bien que están llevadas las relaciones personales que se dan en la escuela de gladiadores y cuadra perfectamente el retrato de estas relaciones con las escenas de acción. Dos capítulos resultan especialmente geniales: el que enfrenta a Espartaco a Crixus al brutal Theocles (espectacular) y el que cierra la temporada, el esperado baño de sangre romana (todavía más espectacular).
"Spartacus. Dioses de la arena" es la segunda temporada de la serie y sólo tiene seis capítulos. Desgraciadamente, Andy Whitfield no pudo seguir en la producción al detectársele un cáncer. Murió el 11 de septiembre de 2011 con tan sólo 39 años. Esta segunda temporada se realizó para ganar tiempo mientras el actor se sometía a su agresivo tratamiento (cuando se pensaba que podría volver a su papel y que no fallecería) y se trató de una precuela de lo acontecido en la Casa Batiatus antes de la llegada de Espartaco. Repiten la mayor parte de los personajes de la primera y se le suman nuevos entre los que destaca especialmente Gannicus, el mejor de todos los gladiadores de la serie que, interpretado por Dustin Clare, va ganando peso poco a poco hasta convertirse, en la tercera y en la cuarta sobre todo, en uno de los personajes más interesantes y con más fondo (aunque en un principio parezca frívolo y tontorrón termina siendo todo lo contrario). Otros importantes pero que no irían más allá de este segmento de la historia son el padre de Batiatus, la amiga de Lucretia llamada Gaia, el amante griego de Barca o Melitta, la mujer del Doctore Oneomaus, que es el otro personaje más desarrollado junto con Gannicus. El problema de "Dioses de la arena" es que resulta algo repetitiva, incluso contando con sólo seis capítulos. Las conspiraciones de los romanos empiezan a aburrir y los combates de gladiadores, aunque igual de espectaculares, también resultan reiterativos. Queda también la sensación de que sólo sirve para presentar a Gannicus, futuro carácter principal de la serie, y de que las dosis de sexo se han doblado (porque el sexo se pasa aquí de gratuito, más que en el resto de las temporadas) sólo para no perder audiencia. Sin embargo, se puede perdonar debido a las circunstancias y esencialmente resulta entretenida.
"Spartacus. Venganza" es la tercera temporada y la más floja de todas. Aquí tenemos ya a los esclavos plenamente enfrentados a los romanos y conformando cada vez un ejército más grande y potente. El problema de toda esta temporada es lo lineal y reiterativa que resulta en sus dos líneas argumentales. La primera, la de los esclavos rebeldes, consiste en escaramuzas casi constantes contra sus antiguos amos que apenas se interrumpen por el rescate de Naevia de las minas y el asalto al coliseo de los capítulos centrales. La segunda, la de los mencionados romanos, sigue la línea de constantes conspiraciones de las dos temporadas anteriores pero resulta ya cansina por su falta total de novedades y porque se basa casi exclusivamente en dar vueltas a la misma trama una y otra vez. El personaje de Lucrecia, "resucitado" de mala manera y de forma bastante increíble, no para de marear la perdiz con la pérfida Illithya, con el traidor Ashur y con el antagonista Glaber en un juego que aburre ya bastante. Por otra parte, el nuevo Espartaco, Liam McInthyre, aunque en la siguiente temporada se moverá como pez en el agua en su papel, aquí no termina de convencer todavía y se ve a veces falto de la fuerza que tenía el tristemente fallecido Andy Whitfield. Tampoco Glaber, interpretado por Craig Parker, resulta interesante como villano y queda completamente eclipsado por el inolvidable Batiatus (personaje al que se echa muchísimo de menos) y también por sus sucesores Craso y Julio César.
Los secundarios de "Spartacus. Venganza" tampoco tienen demasiada fuerza: la nueva novia de Espartaco, Mira, no tiene la profundidad que se esperaba de ella; la pareja conformada por Agron y Nasir no tiene la importancia que tenía la de Barca y Pietros (aunque ganarán en la cuarta temporada); Aurelia, la mujer de Varro, es despachada rápidamente y no queda bien cerrada; Varinus, Seppius y Seppia no resultan interesantes como conspiradores romanos, y Naevia, interpretada ahora por Cynthia Addai-Robinson tras el abandono de la serie de Lesley Ann-Bradnt, está estancada hasta casi el último capítulo, en el que además se quitan de encima de forma precipitada y algo chapucera a nada más y nada menos que cinco personajes cuyas muertes apenas hay tiempo de asimilar: Mira, Ashur, Glaber, Illithya y Lucrecia. Sólo la de Oneomaus está bien justificada y sólo un personaje tiene verdadero interés en este segmento de la serie: Gannicus, que se muestra como el caracter más interesante y con el mejor conflicto interior, muy por encima de unos Espartaco y Crixus algo perdidos. Por suerte, la cosa mejora en la última temporada.
"Spartacus. La guerra de los condenados" ha cerrado la serie este año y, por suerte, ha sabido levantar el listón que había quedado por los suelos con la pesada tercera temporada. Se pone toda la carne en el asador para finalizar la historia y se escoge a dos villanos de altura que están al mismo nivel que el gran Batiatus: Craso (el que hombre que en la historia real derrotó a Espartaco) y Julio César. Interpretados por unos excelentes Simon Merrells y Todd Lasance, son aterradores, soberbios, crueles y traicioneros y no dudan en vender a los suyos propios para conseguir sus objetivos: son el retrato perfecto del romano enfermo de ambición de la época que logra grandes hazañas a causa de su falta de escrúpulos y que a causa de esto también acaba bastante mal (sabemos cómo acabaron ambos, mucho peor que Espartaco). El hijo de Craso, Christian Antidormi, es la comparsa perfecta de los dos, igual de pérfido que ellos pero mucho más joven, inexperto y creído de sí mismo, mientras que la esclava del mismo Craso, Kore (Jenna Lind) pone a su amo en un dilema moral terrible incluso para un hombre inflexible como él. También Liam McInthyre se encuentra ya plenamente en la piel del protagonista y su química con Craso funciona a la perfección. Mientras, Crixus y Naevia conforman una pareja perfecta con dudas muy interesantes sobre su odio a los romanos que les enfrentan a Espartaco, Gannicus sigue en su línea de personaje atormentado e inteligente y razonable, Agron y Nasir ganan protagonismo y secundarios como Saxa, Sybil, Nemestes o Lugo les acompañan bien a todos, así como la romana Laeta, que interpretada por Anna Hutchinson crea un más que interesante nuevo interés amoroso para el héroe.
Hacen de esta temporada una temporada excelente además el hecho de que los esclavos rebeldes alcancen una profundidad inesperada al enfrentarse al dilema de la venganza sangrienta, ya que, esquivando el maniqueísmo, la serie plantea el hecho de que no todos los romanos eran crueles y viles con sus esclavos (y fue cierto, hubo grandes amistades entre amos y esclavos, y muchísimos esclavos fueron liberados y obtuvieron la ciudadanía -hubo emperadores incluso que fueron hijos de libertos-). Ponen la guinda unas batallas muy espectaculares y muy numerosas (aún con el apoyo de los efectos especiales), unos escenarios más variados, una pérdida de peso del sexo a todas horas en la trama y un combate final entre Espartaco y Craso que pone los pelos de punta. Sí que se echa de menos un desenlace menos brusco, ya que la historia acaba de manera un tanto precipitada y, sobre todo, los personajes de Craso y Julio César se quedan abiertos (eché de menos, por ejemplo, un epílogo que mostrase lo mal que ambos acabaron -el primero muerto en batalla por subestimar a sus enemigos, los brutales partos, que le dieron una sangrienta lección, y el segundo asesinado por sus propios amigos- y cómo la historia puso en su sitio a Espartaco y le convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad). Pero bueno, no se puede tener todo y la verdad es que, contra todo pronóstico, la serie se ha cerrado con una muy pero que muy destacada temporada.
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Muy buena la serie
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