Porco Rosso

Porco Rosso

miércoles, 29 de diciembre de 2010

300 de Zack Snyder - 2007 - ("300")


480 antes de Cristo. El poderosísimo Imperio Persa, dirigido por el ambicioso y tirano rey Jerjes, ha invadido Grecia. Mientras las polis se preparan para hacerle frente y evitar que las conquiste, el rey Leonidas de Esparta, la ciudad de los grandes guerreros, parte con sus trescientos mejores hombres para intentar pararle los pies en el angosto y hostil paso de Las Termópilas. Los persas son muchísimos más que ellos. Pero ellos no piensan retroceder un centímetro. Una de las batallas más sangrientas y heroicas de la historia está a punto de comenzar.


Pintor y cineasta llegado del mundo de la publicidad, Zack Snyder viene rodeado de una cierta polémica como adaptador de obras famosas del comic moderno. Tras debutar con el ciertamente muy buen remake de la segunda obra de zombies de George A. Romero “El amanecer de los muertos”, trajo a las grandes pantallas “300” de Frank Miller y “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons. Ambas cintas han dividido a los fans de ambas obras: ambas, valga la redundancia, por ser extremadamente fieles en el campo de lo visual a las originales pero por introducir igualmente algunas discutidas variaciones argumentales que en el caso especial de la obra de Miller son bastante facilonas e incluso pueriles. Para mi Zack Snyder es, a pesar de esto, un gran adaptador que por lo menos aporta una cierta fidelidad en una industria en la que las adaptaciones literarias, de comics, de videojuegos etc. no suelen ser nada fieles por desgracia a los originales en los que se basan. Eso si, a la espera estamos todavia de que haga alguna obra propia y personal. Después de estas mencionadas adaptaciones, el director únicamente ha rodado la aceptable película de animación "Ga'Hoole: La Leyenda de los Guardianes".



“300”, basada en el comic del mismo nombre de Frank Miller, es un hito visual de su tiempo para bien o para mal: está rodada por completo sobre fondos azules y verdes utilizando la técnica del croma y casi todos sus planos tienen algún tipo de efecto especial. Dejando a un lado la controversia sobre si esto es o no es cine (debate que siempre estará abierto), hay que decir que la segunda cinta de Zack Snyder es en todo momento una muy buena película de acción, a pesar de algunos elementos puntuales que la lastran parcial aunque no totalmente. El comic de Miller narraba, en clave de pura ficción, la gran Batalla de Las Termópilas, en la que trescientos guerreros espartanos murieron luchando fieramente contra los soldados del rey persa Jerjes, que había invadido Grecia. Su sacrificio sirvió para retrasar a las tropas de este imperio y para debilitarlas de cara a las batallas que quedaban por librar, en las que las demás polis griegas aliadas pudieron vencerles definitivamente. Lo hacía el entonces genial escritor y dibujante norteamericano, hoy algo devaluado tras algunas obras inexplicablemente horrendas en lo que a argumento se refiere (entre ellas su infumable “El Señor de la Noche contraataca” y su despreciable debut en el cine “The Spirit”, con la que Will Eisner va a a pasar siglos gritando de horror en su tumba), mezclando acontecimientos y personajes históricos reales con otros inventados que enriquecían extraordinariamente la trama, ambientada en un pasado de aires míticos y estética tan épica como realista, ambigua, colosalista e incluso pulp. Fue “300” uno de sus mayores éxitos junto a creaciones maravillosas como las primeras historias de “Sin City”, “El Regreso del Señor de la Noche” ,“Batman: Año Uno”, “Ronin” o sus trabajos con "Daredevil" y "Elektra". La película básicamente calca a la obra original, aunque introduciendo algunas variantes en mi opinión nada acertadas. La trama es sencillísima: tras una introducción sobre la dura vida en Esparta y la enemistad de toda Grecia con el hostil Imperio Persa, el rey espartano Leonidas parte con trescientos de sus mejores guerreros para parar los pies a las tropas del mencionado invasor Jerjes. El resto del filme es ya una interminable batalla que viene alternada con la subtrama de la mujer de Leonidas, que en la propia Esparta intenta acabar con una conspiración persa para hundir a la ciudad (subtrama que en el comic no aparece y que, la verdad, no aporta casi nada a la historia). “300” hay que verla como lo que es: una película de acción, un espectáculo “pirotécnico” de choque de armas, de héroes tópicos y de discursos tópicos por la libertad y la justicia. Y punto. Por eso es tan disfrutable y por eso, también, no llega a ser la mejor película que podría haber sido. Las batallas, rodadas en un estilo colosalista y a veces comedidamente videoclipero, son realmente impresionantes: frenéticas, brutales, sangrientas, impactantes, excelentemente coreografiadas (aunque sea tras un croma) y, desde luego, no dejan un segundo de respiro al espectador. La excesiva estética está también muy conseguida, sobre todo porque es idéntica a la del comic: los tonos rojos, ocres y sepia dominan un ambiente onírico que remarca el aliento épico y mítico que posee todo. Los actores hacen buenos papeles (Gerard Butler empezaba a ser conocido en su rol de Leonidas), y el drama está bien llevado en todo momento. Sobra a veces una horripilante música semi techno en algunos combates, pero se puede perdonar. Por desgracia, también tiene algunos puntos oscuros. El principal es el habitual en este tipo de cintas, el que siempre ha hecho estropicios en tantas películas históricas de Hollywood (actualmente estos estropicios son incesantes): la maldita manía de “actualizar” a los personajes de manera que piensen y razonen con nuestra moral contemporánea (bueno, con “una cierta moral contemporánea”, mejor dicho). Es lo que ha lastrado en parte a películas más o menos disfrutables como “Braveheart”, “Gladiator”, “Troya” o hasta “Alejandro Magno” con su infantil visión de la homosexualidad. Así, nos encontramos a espartanos lanzando discursos por la libertad y la justicia que quedan completamente fuera de lugar en el tiempo en el que viven, especialmente porque los conceptos que tenían de ellas no eran los mismos que los que algunos tienen hoy. La brutalidad guerrera de los espartanos sólo es mostrada en parte: quedan más humanizados, menos fríos, más alejados de la imagen que de ellos se da en el comic, más cercana a la supuestamente real. Lo mismo ocurre con los persas, que aparecen muy notablemente “malignizados” respecto a los de Miller (como siempre, en los USA hay que distinguir entre los buenos radicales y los malos radicales). En algunos momentos del filme hasta llegamos a encontrar entre ellos a monstruos horribles como ogros, gigantes con pinzas de cangrejo como manos o un alucinógeno hombre cabra (no sé a quien se le pudo ocurrir meter esas idiotas chorradas completamente fuera de lugar). Otro punto tontísimo es el de la mencionada subtrama de la mujer de Leonidas, que se salda con un bochornoso diálogo sobre la libertad frente a los ancianos y políticos espartanos que es de pura risa (y que encima tachan de “elocuente”). Pero en fin: es lo de siempre, Hollywood no se queda tranquila si no hace las cosas más políticamente correctas, si no lo da todo más masticado, más deglutido. “300” es un buen divertimento y nada más, con todo lo bueno y lo malo que esto trae consigo. Se pasa un buen rato con ella, pero se aleja mucho de la hipnotizante y desprejuiciada visión histórico-fantástica que se daba en el comic de Miller.



PD: ¿Cómo coño se les ocurre meterle el doblaje que le han metido a Jerjes en la versión española? Esos sí que merecen la decapitación.

lunes, 27 de diciembre de 2010

CRISTAL OSCURO de Jim Henson y Frank Oz - 1982 - ("The Dark Crystal")


Hace mil años el Cristal Oscuro se fragmentó y surgieron dos razas: los bondadosos y sabios Místicos y los malvados y pérfidos Skekses, que se hicieron con gran parte del mundo, parte que todavía hoy dominan bajo su terrorífica garra. El joven Jen es el último superviviente de los Gelfings, la poderosa y noble raza a la que los Skekses exterminaron temerosos de que les derrocaran. Cuando su maestro Místico muere, le encarga una misión: encontrar el pedazo del Cristal Oscuro que se separó para acabar con los Skekses para siempre. Jen parte a la aventura de su vida. Encontrará grandes amigos, pero los Skekses también harán todo lo posible por acabar con él.


Jim Henson fue uno de los más grandes marionetistas que trabajaron en el cine y en la televisión. Sus criaturas, creadas por él mismo, de tela y de otros materiales, estaban dotadas de una movilidad y expresividad sin par en su momento y se movían en unos decorados cargados de imaginación y de gran capacidad evocadora que eran todo un prodigio de economía de espacio y de medios. Basadas en todo tipo de animales, personajes reales y míticos, seres de la mitología de todas las épocas y tiempos e invenciones propias, arrasaron con su carisma en las televisiones y cines desde los años cincuenta hasta principios de los noventa, cuando Henson murió (hoy todavía siguen siendo una gran fuente de beneficios gracias a nuevas cintas protagonizadas por ellas creadas por sus colaboradores y a su aún imparable merchandising). Las aventuras de los seres de Jim Henson estaban plagadas de situaciones cómicas adaptadas tanto para los niños como para los mayores, de ahí su gran éxito. Su humor era irónico y a veces algo canalla, y, en ocasiones, también negro y hasta cruel (especialmente en las películas “Cristal oscuro” y “Dentro del laberinto”, tal vez no aptas para niños de todas las edades), aunque siempre promovían sus historias valores humanos como la amistad, el amor, la tolerancia, la justicia... Gran amigo del irregular cineasta Frank Oz, que dirigió muchas de sus películas y que puso voz al célebre Yoda de “Star Wars”, comenzó su andadura en el show de cinco minutos “Sam and Friends”. Poco a poco, su imperio de marionetas se fue extendiendo cuando cedió algunos de sus muñecos al inolvidable programa educativo para niños “Barrio Sésamo”, en el que vimos a la Rana Gustavo, al Monstruo de las Galletas, a la Gallina Caponata, a Draco, a Epi y a Blas, a Elmo… En España y en América del Sur muchos cambiaron sus nombres originales (la Rana Gustavo, por ejemplo, se llamaba realmente Kermit). Para televisión, creó los exitosos programas “El Show de los Teleñecos” (“Los Muppets”), “El Cuentacuentos” y “Los Fraggle” (“Fraggle Rock”). Para la gran pantalla, dirigió personalmente dos geniales películas de aventuras: las mencionadas “Cristal Oscuro” y “Dentro del laberinto”. Los Teleñecos, por su parte, protagonizaron muchísimos filmes dirigidos por sus colaboradores: “La película de Los Teleñecos”, “Los Teleñecos conquistan Manhattan”, “La Navidad de Los Teleñecos”, “Los Teleñecos y la Isla del Tesoro”… Jim Henson murió en 1990, tal vez demasiado pronto. Su hijo Brian Henson es uno de los que conduce su compañía de marionetas hoy en día.


Muy conocido por haber aportado su inconfundible voz al famoso Yoda de la saga de “Star Wars”, Frank Oz es uno de los directores de comedias familiares comerciales más solventes de las últimas dos décadas, además de un gran titiritero. Comenzó su carrera en el mundo del cine trabajando precisamente para Jim Henson dando voz y movimiento a algunos de sus más famosos muñecos. Posteriormente, llegó a ayudarle con la dirección de algunas de sus películas más representativas. Dedicado esencialmente a la comedia (aunque ha incursionado en otros géneros), ha destacado por crear filmes habitualmente sin pretensiones más allá de divertir que han logrado su objetivo con creces en la mayoría de las ocasiones. De raíces costumbristas, sus creaciones, tremendamente sencillas, beben de variadas fuentes humorísticas para realizar constantes y simpáticas relecturas de ellas: el slapstick, el humor negro, el humor inteligente, el humor inglés, el humor social ácido, el humor brillante, la screwball comedy, la comedia de situaciones de las décadas de los treinta y cuarenta y hasta las películas de terror clásicas. En algunas de sus cintas se puede encontrar un irónico fondo de sátira social que en unas ocasiones resulta efectivo y hasta cierto punto trasgresor y que, por desgracia, en otras ocasiones no sale de lo habitual y de lo políticamente correcto. Su filmografía, que alterna grandes éxitos de taquilla con estrepitosos fracasos, es bastante irregular y siempre está nadando entre obras geniales y otras mediocres o fallidas. Debutó con sus maravillosos trabajos para Jim Henson “Cristal Oscuro” y “Los Teleñecos conquistan Manhattan”. Después llego la que es su mejor película: la comedia musical “La pequeña tienda de los horrores”, tras la que llegaron las nuevas comedias “Un par de seductores”, “¿Qué pasa con Bob?” y “Esposa por sorpresa”, el filme fantástico “La llave mágica”, las de nuevo comedias “In & Out” y “Bowfinger”, el thriller “The Score” y sus últimas comedias: “Las mujeres perfectas” y “Un funeral de muerte”.


“Cristal Oscuro” es, junto a “Dentro del laberinto”, una de las dos películas ya de culto que Jim Henson dirigió para la gran pantalla (aquí ayudado por su amigo Frank Oz). Aún hoy sigue sorprendiendo gratamente. Rodada a lo largo de cinco extensos años utilizando la mítica técnica de la animatrónica y usando unas marionetas de gran detalle y carisma en unos escenarios llenos de profundidad y de milimétricos detalles, narraba “Cristal Oscuro” una historia de aventuras de fantasía bastante común y sin sorpresas pero llena de encanto en la que los dos últimos miembros (hombre y mujer respectivamente) de una raza a punto de extinguirse tenían que salvar al mundo de otra raza maligna que también estaba al borde de la extinción. La acción no paraba un segundo de los 90 minutos que duraba el filme: se hacía una presentación rápida y casi esquemática de los personajes y todo se lanzaba al frenetismo, a las búsquedas, a las luchas contra monstruos, a las huídas, a los misterios. Los diálogos eran simples hasta decir basta, así como la trama, completamente lineal, mientras que el desenlace era muy predecible. Todo estaba ideado a conciencia para encandilar a los niños de la época (lo logró como ya lo logran pocos filmes) con una historia de amor y de amistad llena de buenos propósitos y con un mensaje positivo y propagador de valores humanos. Eso sí, el filme tenía unas efectivas dosis de extraño onirismo, de detalles tétricos y hasta violentos, de humor negro y de crueldad que, según muchos, no lo hacía apto para niños de todas las edades. Aún en toda su simpleza, “Cristal Oscuro” es, como la posterior “Dentro del laberinto”, una película de animación seria y de calidad, una pequeña joya de artesanía.

viernes, 24 de diciembre de 2010

CUENTO DE NAVIDAD de Robert Zemeckis - 2009 - ("A Christmas Carol")


El viejo Ebenezer Scrooge tiene en su poder grandes cantidades de dinero... Y nada más. Ha sacrificado toda su vida por sus negocios y ha llegado al ocaso de su edad sin un sólo amigo, sin haber formado una familia y siendo visto por todos como un avaro despreciable. Scrooge cree que los buenos sentimientos son paparruchas y explota a su pobre empleado Bob por un sueldo miserable, ignora a su sobrino (el hijo de su querida hermana y su única familia) y se burla de todos los que hacen lo más mínimo por ayudar a los demás. Además, tampoco gasta su dinero en él mismo: vive en una mansión lúgubre y vacía, usa siempre la misma ropa y come siempre mala comida porque el ahorro para él es fundamental. Estas Navidades, sin embargo, las cosas van a cambiar radicalmente en la vida de Scrooge... Cuatro fantasmas van a hacerle una visita que va a abrirle los ojos.


A las interminables versiones cinematográficas del clásico de Charles Dickens “Cuento de Navidad” (que ha tenido desde actualizaciones ambientadas en el mundo moderno hasta musicales pasando por filmes protagonizados por Mickey Mouse y sus amigos o por los Teleñecos de Jim Henson) hay que sumar una nueva realizada el pasado 2009 por Robert Zemeckis, que con su productora ImageMovers Digital le está cogiendo el gustillo a rodar películas mediante el sistema de captura de interpretación (ya tiene en su filmografía las espectaculares “Polar Express” y “Beowulf” realizadas utilizando esta técnica). La historia es la de siempre, muy fiel a los hechos que ya todos nos sabemos de memoria, hechos que a unos les exasperan y a otros les siguen emocionando a pesar de su repetición. El Señor Scrooge es un viejo avaro que está solo en una vida que ha desperdiciado sólo para hacerse con grandes cantidades de dinero que ni siquiera usa y que, ante su inminente muerte, recibe la visita de cuatro espíritus que le harán cambiar radicalmente su visión del mundo y hacerle creer en la bondad, en la entrega a los demás y en los buenos sentimientos. Como el cuento original, “Cuento de Navidad” es una apología cristiana de la Navidad, que aparece como la salvadora y la redentora del viejo Scrooge (el asunto principal de la historia es sin embargo esta redención, que puede llegar a cualquier edad siempre que la persona esté dispuesta a cambiar). No importa sin embargo lo vista que esté tanto la historia como el para algunos maniqueo y simple mensaje: este nuevo “Cuento de Navidad” de Zemeckis es un espectáculo visual por todo lo alto precioso (que merece la pena ver en 3D sin ninguna duda) y animado por un excelente reparto entre los que brillan con luz propia un genial Jim Carrey como Scrooge (adecuadísimo a su papel y muy inspirado, aunque este papel ya lo hayan representado tantos grandes como él a lo largo de la historia del cine –desde Albert Finney hasta George C. Scott o Michael Caine pasando por Patrick Stewart o Bill Murray-) y un Gary Oldman realizando varios papeles secundarios-principales como son los de Bob y su hijo o el viejo Marley (una buena parte de los actores de la película realizan varios papeles en la misma). También destacan igualmente en estas líneas Cary Elwes, Robin Wright Penn, Bob Hoskins y Colin Firth. Sin ser una maravilla del cine y basándose en el que posiblemente sea uno de los argumentos más trillados de la historia no sólo del cine sino también de la literatura universal, “Cuento de Navidad” cumple su función: espectáculo visual animado con el clásico cuento navideño de buenos sentimientos, cuento que, a pesar de lo que muchos dicen (es mi opinión) no cae como otros en la sensiblería tonta (de hecho, incluso tiene bastantes pasajes siniestros e incluso algo macabros que este filme no ignora, lo que es de agredecer, ya que presenta una adapción bastante fiel y seria).


ES UN TÓPICO, PERO NO SE ME OCURRIÓ MEJOR PELÍCULA PARA DECIROS A TODOS QUE PASÉIS UNAS FELICES FIESTAS. :D

miércoles, 22 de diciembre de 2010

ONCE de John Carney - 2006 - ("Once")


En las calles de Dublín se conocen un chico y una chica. Él trabaja en la tienda de su padre y, en su tiempo libre, toca la guitarra y canta en el centro de la ciudad. Ella es una inmigrante checa que vende rosas y que toca el piano. Él está destrozado por un terrible desengaño amoroso y ella tiene que mantener a su madre y a su hija pequeña con lo que saca de sus ventas. Entre ambos surge la amistad y deciden grabar un disco conjunto. Poco a poco, va surgiendo algo más…


El irlandés John Carney, músico y cineasta (fue bajista del grupo “The Frames”) es un destacado abanderado del cine independiente de su país. Melómano empedernido, sus historias, cargadas de referencias musicales y también culturales de otro tipo, retratan de una forma sincera y directa las existencias de seres de condición marginal o bien emocionalmente aislados (muy a menudo jóvenes) perdidos en entornos urbanos opresores de alguna manera que buscan el amor, la amistad, la redención, el reconocimiento o una nueva oportunidad para encauzar sus vidas. A menudo ha rodado con presupuestos bajos y actores desconocidos y tiene en su currículum bastantes trabajos realizados para la televisión. Su filmografía está compuesta de los dramas “November Afternoon”, “Viviendo al límite” y “Once”.

Rodada con cámara digital en un estilo documental no por ello exento de lirismo, “Once” narra la historia de amor que se desarrolla entre dos seres solitarios de la Dublín de nuestros días, interpretados maravillosamente por Glen Hansard, el cantante de “The Frames” (a los que John Carney perteneció como bajista a principios de la década de los noventa) y por la pianista checa Marketa Irglova, también dedicada profesionalmente a la música. Ambos se conocen en las calles, en las que el primero toca la guitarra y en las que la segunda vende rosas, y comienzan una relación de amistad y de colaboración musical que parece estar destinada a desembocar en el amor… Aunque, como es de esperar, existen problemas artísticos y emocionales y también comunicativos entre ambos que pondrán en peligro su futuro juntos. El filme está estructurado como un musical que está compuesto, grabado e interpretado por los propios Hansard e Irglova, que regalan unos temas y unas actuaciones verdaderamente sobrecogedoras. Tiene, sin embargo, un pequeño fallo desde mi punto de vista: está completamente descompensado y presenta demasiadas escenas musicales (en ocasiones sin descanso) que a veces consiguen que la historia, aunque sea esencialmente musical (valga la redundancia) pierda en muchas ocasiones un ritmo que debería haber estado animado por más diálogos o incluso por más escenas de silencio. Sin embargo, el filme, con una gran aura poética urbana excelentemente desarrollada y cargado de bellas escenas intimistas, se deja ver esencialmente bien, mientras que su banda sonora es preciosa y esplendorosa hasta el límite de poner los pelos de punta. Recomendable.

lunes, 20 de diciembre de 2010

LA DILIGENCIA de John Ford - 1939 - ("Stagecoach")


Un fuera de la ley en busca de venganza, un sheriff, una prostituta, un tahúr, un banquero corrupto, un médico alcohólico, unas damas refinadas y puritanas, un comerciante de whisky, un conductor y su ayudante. Todos juntos viajan en la misma diligencia realizando el hostil trayecto entre Tonto y Lordsburg, dos pequeñas ciudades de las cercanías de México. Aunque no se llevan bien, ya que la hipocresía social cunde entre ellos, van a verse obligados a unir sus fuerzas para sobrevivir... Los indios Apaches van a sitiar su diligencia y la van a atacar, y de su colaboración depende que salgan vivos de esta mortal embestida.


El director de westerns por excelencia del cine clásico norteamericano es sin ninguna duda John Ford, “creador de baladas” según Orson Welles, que lo admiraba. De origen irlandés y ferviente católico (estuvo a punto de ordenarse sacerdote), comenzó a dirigir en 1917, durante el nacimiento de Hollywood, al que ayudó a desarrollarse como pocos. Su estilo es profundamente lírico y poético, y su lenguaje limpio y preciso y portentoso, como sus medidos y perfectamente distribuidos encuadres, llenos de grandeza y de belleza en todos los planos, sean del tipo que sean. Las tramas de sus filmes están cargadas de acción y de un endiablado y majestuoso ritmo. Es maestro nada más y nada menos que de cineastas como Howard Hawks, Raoul Walsh, Anthony Mann o Henry Hathaway, que nunca dejaron de reconocer su deuda artística con él. En su prolífica obra John Ford siempre mostró sus convicciones, su idea humanista de un mundo en el que al final siempre prevalecen los valores humanos perennes, muchos de ellos relacionados con las creencias morales cristianas: el amor y la amistad, el honor y el deber, el trabajo, la justicia, la valentía, la generosidad y la honestidad. Sus personajes suelen ser hombres y mujeres sencillos, buenos, fuertes, a veces primitivos, idealistas y orgullosos, fieles, exigentes con los demás y consigo mismos y amantes de su tierra y de sus costumbres que, ante la adversidad, siempre conservan sus principios y los aplican como creen que deben ser aplicados, aunque esto les enfrente a su siempre difícil entorno. Su actor fetiche fue el mítico John Wayne, aunque trabajó con casi todas las grandes estrellas masculinas y femeninas de su época. Westerns incomparables nos ha regalado: “El caballo de hierro”, “La diligencia”, “Pasión de los fuertes”, “Fort Apache”, “Tres padrinos”, “La legión invencible”, “Caravana de paz”, “Río Grande”, “Centauros del desierto”, “Misión de audaces”, “El sargento negro”, “Dos cabalgan juntos”, “El hombre que mató a Liberty Valance” o “El gran combate”. También, sin embargo, ha cultivado otros géneros demostrando su gran versatilidad, siempre en su estilo humanista y lírico: los dramas más desgarradores en “El Doctor Arrowsmith”, “El delator”, “El fugitivo”, “Las uvas de la ira”, “El último hurra”, “¡Qué verde era mi valle!” o “Siete mujeres”, el cine de aventuras con “Huracán sobre la isla”, “Hombres intrépidos” o “Mogambo”, el bélico con “Corazones indomables” o “No eran imprescindibles”, la comedia con “El hombre tranquilo”, “Escala en Hawai” o “La taberna del irlandés” o el drama homenaje con “Escrito bajo el sol”. John Ford fue, en numerosas ocasiones, acusado de racista, ultraderechista y fascista por su humanismo conservador, patriota y religioso, por cierto retrato de mujeres tradicionales sumisas al hombre o por el hecho de que en sus películas más comerciales los indios sólo fueran fieras salvajes malvadas y los blancos hombres de honor bondadosos. Sin embargo, tal vez esto ocurriera por las simples exigencias comerciales a las que todo cineasta de su momento tuvo que adscribirse en mayor o en menor grado. El caso es que los detractores de Ford nunca recuerdan, a la hora de criticarlo, obras claramente reivindicativas y muy valientes y atrevidas en el terreno social como “El delator”, “El fugitivo”, “Las uvas de la ira” o “¡Qué verde era mi valle!”, en las que no duda en criticar con dedo de hierro a la sociedad norteamericana o inglesa y en especial al capitalismo más agresivo. También encontramos entre sus westerns dos especialmente particulares: “El sargento negro”, en la que ataca directamente a los racistas, y “El gran combate”, un brutal testimonio de la decadencia de la raza india en el que los norteamericanos aparecen como los claros culpables de esta situación.


En “La diligencia” encontramos a un grupo de personajes típicamente fordianos que luchan por un objetivo común: escapar de la amenaza india, aquí retratada de una manera maniquea e impersonal (indios sin alma que atacan diligencias y asesinan a hombres blancos porque sí) tal vez por exigencias comerciales. John Ford no fue en realidad el ultraderechista racista que muchos vieron en él, y filmes como algunos de los que arriba he citado lo demuestran de sobra. También lo hace, a pesar de lo que he comentado en referencia a los 'malvados' indios "La diligencia", de 1939 y protagonizado por un personaje coral compuesto por seres marginales de todo tipo en cuyo seno brilla una historia de amor en la que dos seres perdidos y socialmente excluídos o mal vistos, unos excelentes y jovencísimos John Wayne (en tal vez su primer gran papel) y Claire Trevor, encuentran el amor tras el peligroso viaje al que se enfrentan (se insinúa que ella es una prostituta: ahí queda todo a finales de los años treinta). Uno de los asuntos favoritos de Ford está explotado en "La diligencia" en todas sus consecuencias: el de las superiores cualidades morales que muestran muchos hombres y mujeres a los que una sociedad hipócrita desprecia. No sólo, sin embargo, destaca esta obra maestra por su inolvidable trama: las escenas de acción que presenta son todavía hoy impresionantes, de un frenetismo que en la parte final del filme, cuando el asalto indio es ya completamente ejecutado, se torna verdaderamente vertiginoso y deja al espectador con el corazón en un puño gracias a la excelente planificación y ejecución de las coreografías del combate, protagonizado por unos extras excelentes capaces de saltar sobre un caballo, recibir un disparo y caer entre los cascos de dichos caballos y entre las ruedas de la diligencia en movimiento (el especialista Yakima Canutt fue el que brilló con luz propia con esta maniobra descrita y pocas veces imitada). Orson Welles aseguró que, para crear su gran "Ciudadano Kane", se pasó un mes entero viendo "La diligencia" noche tras noche.

viernes, 17 de diciembre de 2010

SHAOLIN SOCCER de Stephen Chow - 2001 - ("Siu Lam Juk Kau")


Hace veinte años que el prometedor futbolista Fung cayó en desgracia. Víctima de una conspiración de su pérfido rival, Hung, falló el penalty más importante de su vida y los fans de su equipo le rompieron la pierna. Hoy es un pobre viejo que sueña con tiempos de gloria y que vive en la pena perpetua. Su suerte sin embargo va a cambiar, aunque parezca ser demasiado tarde. Fung va a conocer a Sing, un joven practicante de artes marciales Shaolin obsesionado con expandir su arte por todo el mundo. Junto a él va fundar un nuevo equipo de fútbol… Para derrotar en un gran partido al equipo de Hung, el terrible “Equipo del Mal”. El espectáculo final está a punto de comenzar.


El actor, guionista, coreógrafo y director Stephen Chow es uno de los humoristas modernos más famosos de Hong Kong (su tierra, en la que fue nombrado “Rey de la Comedia”) y de Asia en general. Aunque comenzó actuando en series dramáticas hongkonesas, pronto destacó como intérprete cómico, de donde pasó a ser, además, cineasta. Aliado en su primera etapa con el director Lee-Lik Chee, con quien codirigió algunas de sus películas, Stephen Chow (que además es protagonista de todas) practica un humor que, llamado “mo lei tau”, se basa desprejuiciadamente en las “tonterías” (“mo lei tau” significa, según he podido leer, más o menos esto: tontería). Sus filmes, basados en historias de personajes muy simples pero carismáticos (habitualmente fracasados que se superan a sí mismos), se cimientan en los juegos de palabras constantes, en las bromas de doble sentido, en los gags absurdos, en el slapstick y en la acción delirante (muchas veces relacionada con las artes marciales) para retratar de una manera “cachonda” y conscientemente cargada de tópicos y de lugares comunes muy gruesos el presente y el pasado de las culturas asiáticas. Sus películas, además, como he comentado siempre vienen cargadas de acción, habitualmente frenética y, por consiguiente, de efectos especiales, que suelen ser colosalistas y barrocos buscando la exageración a toda costa. Chow es además un excelente coreógrafo de escenas de lucha, lo cual se demuestra en sus producciones o en sus afamados trabajos para otras. El cine de Stephen Chow es, por encima de todo, desprejuiciado, y ahí encuentra su mayor mérito: no pretende otra cosa más que divertir, lo cual consigue de sobra. Su filmografía (por lo menos la que a occidente ha llegado) se compone de las comedias de acción “Love on Delivery”, “From Beijing with Love” y “God of Cookery”, de la comedia histórica “Forbidden City Cop”, de la comedia con toques de drama y romance “El Rey de la Comedia”, de la comentada comedia deportiva “Shaolin Soccer”, de la comedia de artes marciales “Kung Fu Sion”, de la comedia de ciencia ficción “CJ7” y de la secuela “Kung Fu Sion II”, que está preparando en estos momentos.


“Shaolin Soccer” es una delirante parodia de las series deportivas asiáticas (especialmente recuerda a “Capitán Tsubasa”, llamada en España “Campeones” y “Oliver y Benji”) en la que el propio Stephen Chow da vida a un joven que quiere demostrar ante todo el mundo que las artes marciales del tipo Shaolin son un arte perfecto y que se alía con Fung (Ng Man-Tat), un viejo futbolista fracasado por culpa de una conspiración contra su persona, para vencer en un gran partido de balonpié a quien le destrozó la vida a este último, el malévolo “Equipo del Mal”. Este argumento tan simplísimo y hasta tontorrón es la excusa para desatar un delirante espectáculo visual (con unos efectos especiales excelentes, por cierto) en el que los tópicos más gruesos relacionados con las culturas asiáticas y con las mencionadas series deportivas se dan la mano con los constantes gags absurdos y por momentos casi surrealistas, con los juegos de palabras simples pero rápidos y efectivos y con los sentidos homenajes a Bruce Lee y a sus películas (Chow adora al fallecido actor y maestro de artes marciales). Poco más hay en la lineal, simple y divertidísima “Shaolin Soccer”, una película que sobre todo es entretenida, y mucho, muchísimo, y que no dejará de desatar sonrisas entre los fans del fútbol en general y de las series asiáticas deportivas en particular. Además, sus pretensiones más allá de entretener son inexistentes, y eso la encumbra como un desprejuiciado espectáculo, que es lo único que pretende ser. “Shaolin Soccer” fue la primera película que Stephen Chow dirigió sin ayuda de Lee-Lik Chee y la que le hizo famoso en occidente, en donde es una comedia “chorra” de culto.

jueves, 16 de diciembre de 2010

EN BUSCA DEL VALLE ENCANTADO de Don Bluth - 1988 - ("The Land Before Time")


Tras un inesperado y brutal cataclismo, el cuellilargo Piecito pierde a su madre y se separa de sus abuelos. Desamparado en un mundo desértico y poblado de temibles carnívoros, parte hacia el Gran Valle, a donde todos los dinosaurios hervíboros se están marchando, un lugar en donde según la leyenda nunca faltan la hierba y el agua. En su camino, se encuentra con otros que, como él, están solos en su viaje. Todos van a unir sus fuerzas para alcanzar su destino y van a descubrir el enorme valor de la amistad.


Don Bluth ha sido siempre uno de los grandes abanderados de la animación clásica y, aunque ha aplicado en sus filmes técnicas como el uso del 3D en los escenarios y en los movimientos de cámara, nunca ha abandonado este estilo artesanal (de hecho, llegó a marcharse de los estudios de Disney, en los que trabajó, por no estar conforme con que dejasen de lado su manera clásica de dibujar). Sus creaciones, a menudo basadas en cuentos clásicos, suelen contar con conseguidas auras oníricas y estar cargadas de mensajes positivos y esperanzadores (con alguna que otra apología del sueño norteamericano, todo sea dicho) aunque también de elementos oscuros e incluso violentos algunas de ellas. Su filmografía se compone de “Nimh, el mundo secreto de la Señora Bisby”, “Fievel y el Nuevo Mundo”, la comentada “En busca del Valle Encantado”, “Todos los perros van al cielo”, “En busca del Rey Sol”, “Pulgarcita”, “Hubi, el pingüino”, “Anastasia”, “Bartok, el magnífico” y “Titán A.E.”. También fue el animador de los famosos videojuegos “Dragon’s Lair” y “Space Ace”. Siempre ha sido visto Don Bluth, que ha co-dirigido muchas de sus obras junto a Gary Goldman, como uno de esos competidores directos de la casa Disney desde que fundó su propia compañía, Don Bluth Productions. Con algunos de sus filmes le ha hecho, desde luego, verdadera sombra tanto artística como comercial. Pocos lo han conseguido. Eso sí, lleva más de una década casi completamente inactivo. Esperemos que vuelva algún día a dirigir.


“En busca del Valle Encantado” fue un encargo de Steven Spielberg a la productora de Don Bluth, que una vez más intentó competir con la factoría de Disney con una maravillosa y hoy ya mítica película de animación ambientada en la era de los dinosaurios. Un grupo de crías de estos enormes reptiles se separan de sus padres durante un brutal cataclismo y han de unir sus fuerzas, a pesar de sus diferencias (son todas de distintas especies) para sobrevivir en un mundo hostil y encontrar el Gran Valle, un lugar donde la hierba y el agua nunca faltan y en donde sus familias les esperan. “En busca del Valle Encantado” es una exaltada apología de la amistad y de la unión familiar (no olviden que el proyecto viene de las manos de Spielberg) que tiene los elementos necesarios para gustar tanto a los niños como a los adultos. Está cargada de humor y de aventuras (muy imaginativas las escenas de acción), mientras que el drama está llevado sin sensiblerías y hace gala por momentos de una brutalidad y una crueldad que salen de los tópicos del filme infantil (la muerte de la madre del protagonista sigue resultando estremecedora). Por otro lado, el ambiente crepuscular y onírico logrado por Bluth es genial (el fin del dominio de los dinosaurios transcurre en un mundo árido de ruinas y violencia), así como los diseños de las amenazas que lo pueblan (especialmente destaca el de Dienteagudo, el tiranosaurio), mientras que la animación, artesanal, está llena de detalles y es fluidísima y muy realista. “En busca del Valle Encantado” es una película infantil clave de finales de los años ochenta que no ha perdido su capacidad de emocionar y conmover. Tuvo una serie de horrendas secuelas que fueron directas al mercado del vídeo y que es mejor olvidar.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

FRANKLYN de Gerald McMorrow - 2008 - ("Franklyn")


Jonathan Preest, el único hombre ateo de la fanática Ciudad Intermedia, es también una suerte de detective justiciero que se sumerge cada noche en sus bajos fondos y que intenta pararle los pies al Individuo, el peligroso líder de un misterioso culto que está a punto de asesinar a una niña inocente para llevar a cabo sus planes malévolos. A Jonathan le persiguen además, por no creer en ningún dios, los miembros del Ministerio, los gobernantes de la ciudad. Su vida está directamente relacionada con la de tres personas de Londres: Peter, un hombre atormentado que busca a su hijo desaparecido; Emilia, una joven artista con problemas y con varios suicidios frustrados a sus espaldas, y Milo, un joven al que su novia ha abandonado y que pasa por una profunda crisis.


"Franklyn", película de 2008 estrenada en las salas españolas a finales de este 2010 que ya se termina, es el debut en el largometraje de Gerald McMorrow, que ha intentado, sin éxito en mi opinión, crear un drama que, con un pie alegórico en lo fantástico, toca un buen racimo de asuntos universales y de actualidad: el amor, la relación paterno y materno-filial, la soledad, la muerte, la locura, los sueños, frustraciones vitales varias, la relación entre la realidad y la ficción, la religión y la necesidad de creer en algo e incluso el horror de la guerra y la incapacidad de los que han tomado parte en ella de volver sanos a sus hogares. Con una premisa interesante y bien recreada (el inicio del filme con sus dos realidades interconectadas promete y su ambiente gótico -en especial los escenarios de Ciudad Intermedia- resulta sugerente y está cuidadísimo), "Franklyn" carece de algo esencial en este tipo de historias que encierran varias en su interior: de vertebración efectiva. Las mencionadas historias diferentes pero interconectadas que surcan el filme no llegan a unirse hasta casi su desenlace, y, el tiempo en el que discurren por separado, lo hacen sin establecer lazos que animen lo más mínimo al espectador a querer indagar en sus razones. Con esto, la película no deja de ser una incomprensible maraña de escenas sin mucha relación incapaz de interesar lo más mínimo a la primera media hora y que más allá sumergen al público en el sopor absoluto. La trama, por si fuera poco, siendo tan ambiciosa como es (toca todos los palos: desde el intimista y poético hasta el de denuncia social) tiene bastantes lagunas y personajes (los de Eva Green y Sam Riley sobre todo) algo descuadrados (nadie sabe qué hacen realmente ahí, qué buscan en relación con los principales protagonistas -Ryan Phillippe y Bernard Hill-). Los puntos a su favor que el filme tiene (las buenas actuaciones y la mencionada ambientación -los escenarios de Ciudad Intermedia, insisto, resultan muy estimulantes-) no logran salvarlo del pozo sin fondo en el que se precipita todo. "Franklyn" está llena de buenas intenciones y de ambición fílmica y argumental (es bastante pretenciosa y algo pedante también, todo sea dicho), pero todo se queda a la mitad (muy a la mitad) debido al embrollo gigantesco en el que la cosa se sumerge irremisiblemente. Una pena.

lunes, 13 de diciembre de 2010

NAPOLEÓN de Abel Gance - 1927 - ("Napoleon")


1780. Francia. En el patio de recreo de un colegio, un joven y valeroso estratega lleva a su bando a la victoria en una reñida batalla de bolas de nieve. Los profesores quedan sorprendidos por sus extraordinarias dotes para el liderazgo y su gran inteligencia. Este joven se llama Napoleón Bonaparte, viene de Córcega y es marginado por sus compañeros, presas de la envidia. Muchos años más tarde, cuando la Revolución Francesa está muriendo, Napoleón es un general que comienza a destacarse. Pocos se lo imaginan, pero este general está a punto de llevar a Francia a ser un imperio como nunca antes lo ha sido.


El movimiento impresionista, para muchos la primera vanguardia francesa, buscaba la creación de un cine artístico y autónomo respecto de la literatura o el teatro por medio de un cine fotogénico, muy personal, que utilizase a fondo todos los recursos de los que era capaz este arte emergente. También querían que la forma narrativa representase el interior de los personajes. Uno de los grandes cineastas adscritos a este movimiento fue Abel Gance, actor, escritor de teatro, teórico del cine e inventor constante de técnicas, aunque posteriormente su arte transpasó las fronteras impresionistas hasta convertirse en un cine inimitable. Abel Gance fue uno de los grandes creadores de formas e imágenes de la historia, un visionario incomprendido en su tiempo. Rodó todo tipo de géneros en un estilo desmesurado, a veces barroco, a veces colosalista, siempre lírico y poético, muchas veces muy literario y a menudo cargado de símbolos, y en todos aportó técnicas nuevas. Abel Gance experimentó con trucajes de todo tipo, usó planos deformados, pantalla partida, figuras retóricas por asociación, montajes rítmicos, movimientos de cámara innovadores para la época, montajes acelerados, cámara en mano, cámara subjetiva, travellings aéreos, espejos distorsionantes… Fue acusado, por otra parte, de grandilocuente, elitista y de poco rigor histórico y floja calidad psicológica de sus personajes (lo cual creo que no es cierto). Destacó con el drama constumbrista “La digue”, el drama racial contra los prejuicios “El negro blanco”, la comedia “La follie du docteur Tube”, los dramas sociales vanguardistas “Le Droit à la vie”, “Mater Dolorosa” y “La Décima Sinfonía”, el filme pacifista y antibélico “¡Yo acuso!”, el nuevo drama “La rueda” y la nueva comedia “Au secours!”. Después destacaría su mítica “Napoleón”. Más tarde, ya dentro del cine sonoro, vendrían la obra de ciencia ficción “El fin del mundo”, los biopics “Lucrecia Borgia” y “Un gran amor de Beethoven”, la bélica “Austerlitz”, la película de aventuras “Cyrano y D’Artagnan” y el proyecto que no pudo llevar a cabo: “La Divina Comedia”. Muy poco valorado por sus coetáneos y cada vez más ambicioso, Abel Gance fue, poco a poco, dado de lado por los productores y hasta por la crítica. Por falta de medios pasó diez años (1942-1952) sin dirigir una sola película. No fue reivindicado como autor hasta el final de su vida.


“Napoleón” es una de las obras maestras definitivas de Abel Gance y una de las grandes películas de la historia del cine, iniciada en 1923 y expuesta en 1927. Narra el gran periplo del general Bonaparte desde su infancia en las batallas de bolas de nieve de su escuela hasta la gloriosa Campaña de Italia dejando de lado el periodo de su traición, su decadencia y su transformación en un monstruo temido y odiado en toda Europa en parte porque, inicialmente, “Napoleón” iba a ser la primera entrega de un gran proyecto compuesto por seis películas sobre el personaje que nunca se llegó a realizar. Con un fondo de verdadera adoración por el general, uno de los grandes ídolos de Gance, el filme es una epopeya gloriosa, exacerbadamente épica y poética, en la que todo cabe: grandes batallas abarrotadas de extras, momentos intimistas del héroe con su familia, amigos y amada; escenas de crudeza y violencia sin par en la época, crítica revisionista a momentos históricos pasados (aunque criticada por su supuestamente dudosa seriedad), momentos puramente oníricos y/o simbólicos, momentos de puro cine de aventuras… Pero si por algo destaca esta obra maestra que es “Napoleón” es sin ninguna duda por sus avances técnicos, de una originalidad, innovación e inventiva pocas veces imitadas: fue “Napoleón” el primer ensayo de la llamada Polivisión (yuxtaposición de imágenes en acciones simultáneas), además de utilizar con maestría sin par recursos como sobreimpresiones, trucajes, transparencias, uso dramático del color, geniales primeros planos, cámara subjetiva, travellings aéreos, cámaras disparadas con un cañón, cámaras atadas a los caballos, cámaras enganchadas a una guillotina, cámaras colocadas dentro de un péndulo, cámara en mano, montajes acelerados, iluminación con intenciones dramáticas… Da vida al gran general el genial Albert Dieudonné, que borda el papel como nadie podía haberlo hecho, secundado por un elenco simplemente soberbio y elegido con singular acierto (todos muy parecidos a los verdaderos personajes que interpretan). Imprescindible.

viernes, 10 de diciembre de 2010

PEQUEÑA MISS SUNSHINE de Jonathan Dayton y Valerie Faris - 2006 - ("Little Miss Sunshine")


Los Hoover al completo (padres, hijos, abuelo y tío) se ven obligados a hacer un viaje relámpago a California para que Olive, la más pequeña de la casa, cumpla su sueño: participar en el famoso concurso de belleza infantil Pequeña Miss Sunshine. Durante el viaje, los distintos caracteres de los miembros de la familia chocan. Todos excepto Olive viven decepcionados y hastiados de sus vidas, que sienten mediocres y fracasadas. Sin embargo, todos van a tener que luchar por mantenerse unidos, lo único que los va a salvar de la caída en la depresión absoluta.


El matrimonio real y artístico conformado por Jonathan Dayton y Valerie Faris posee una amplia y muy reconocida carrera en el mundo de los videoclips. Además del programa de la MTV “The Cutting Edge”, han dirigido para Red Hot Chilli Peppers, REM, The Smashing Pumpkins, Jane’s Addiction, Janet Jackson, Macy Gray, Oasis, Weezer o los Ramones. Su primer largometraje es “Pequeña Miss Sunshine”.

“Pequeña Miss Sunshine” conjuga a la perfección la comercialidad de cara a las salas de cine y la narración de una historia con hondura que, a pesar de tener un tono amable en todo momento, no deja de estar cargada de lúcidas ironías. El filme presenta a una familia normal y corriente de clase media norteamericana que ha de realizar un inesperado viaje relámpago a California para que la hija pequeña, el único personaje sano y no tocado por la decepción de todo el grupo, cumpla su sueño: participar en un concurso de niñas modelos muy exigente y esnob. Dicho viaje desatará los conflictos que todos llevan arrastrando años y propiciará los roces entre los protagonistas de la cinta. Hay que señalar que el gran atractivo de “Pequeña Miss Sunshine”, aparte de en un guión tan inteligente (y cruel por breves momentos) como tierno llevado por Dayton y Faris con una agilidad tremenda, reside en las magistrales interpretaciones de todo su elenco protagonista. La pequeña Abigail Breslin realiza un papel memorable como la niña de la familia (con lo difícil que esto resulta), mientras que los que le rodean brillan con esplendor: Greg Kinnear lo hace como el padre mediocre y fracasado pero obsesionado con el triunfo, Toni Collete lo hace como la madre comprensiva pero a la vez agotada, Alan Arkin reluce como el abuelo hedonista pero entregado en cuerpo y alma a su nieta, Paul Dano como el hijo adolescente perdido y hastiado y Steve Carell como el tío homosexual depresivo. Sin ellos, nada habría sido lo mismo. Hay que sumar, además, el mencionado guión, amable pero, como he dicho, lúcido, inteligente e irónico (con lugar para los momentos optimistas y felices y, también, para los patéticos) y el ritmo que hilvana toda la trama. “Pequeña Miss Sunshine” es una excelente road movie familiar sobre los sueños y las ilusiones perdidas, encontradas y reencontradas y sobre la unión de la familia ante toda adversidad (a pesar de este mensaje que guarda el filme, no está tratado el asunto central de una forma ñoña o sensiblera ni con moralina, como tantas veces se ha hecho).

miércoles, 8 de diciembre de 2010

BEN-HUR de William Wyler - 1959 - ("Ben-Hur")


Imperio Romano. Reinado de Octavio Augusto. Judá Ben-Hur, noble judío de la ocupada Jerusalén, ha atentado contra la vida del nuevo gobernador romano de la ciudad por un error fatal: sin querer deslizó un ladrillo suelto del tejado de su palacio que fue a golpearle en la cabeza. Condenado a ser un esclavo y, como los peores criminales y rebeldes, a remar de por vida en las galeras, Ben-Hur pide ayuda al tribuno Messala, su mejor amigo... Que le niega esta ayuda y lo abandona a su injusto castigo. Ben-Hur, presa de la desesperación y de la rabia, jura volver a Jerusalén algún día para vengarse. Y años después vuelve, en efecto, a su tierra. Y vuelve desde la misma Roma convertido en un patricio rico e influyente. Sin embargo, algo más va a cambiarle para siempre: su encuentro con un misterioso hombre llamado Jesús de Nazareth.


Sobrino del productor Carl Laemmle, William Wyler entró por recomendación suya a trabajar en la Universal como técnico publicitario, labor que ejerció hasta pasar, progresivamente, a ayudante de montaje, a director de cortometrajes y a director de largometrajes en la época muda. Muy pronto destacó como uno de los mejores cineastas de su generación. Autor todoterreno como pocos, vivió el tránsito del cine silente al sonoro sin decaer y tocó todo tipo de géneros y en todos destacó. Con gran dominio del ritmo y del montaje, sería un maestro del espectáculo visual, aunque sin dejar el fondo de sus obras de lado (sería un genial retratista psicológico del hombre y de la mujer, además de gran director de actores y sobre todo de actrices). Soberbio adaptador literario, nos dejó innumerables obras cumbre del séptimo arte de todo tipo, especialmente dramas, como son “Callejón sin salida”, “Jezabel”, “Cumbres borrascosas”, “La carta”, “La loba”, “La señora Míniver”, “Los mejores años de nuestra vida”, “La heredera”, “La gran prueba”, “La calumnia” y “El coleccionista”; aunque también rodó thrillers como “Caballero y dragón”, “Brigada 21” y “Horas desesperadas”, westerns como “El forastero” y “Horizontes de grandeza”, comedias como “Vacaciones en Roma” y “Como robar un millón y…”, musicales como “Funny Girl” o filmes de aventuras históricos/bíblicos como el comentado “Ben-Hur”. Acusado de férreo academicista, de superficial, de impersonal, de “comercial” y de preocuparse únicamente de la visualidad de sus películas, al igual que Cecil B. De Mille, lo cierto es que William Wyler tocó en numerosas ocasiones temas sociales mostrando claramente los lados más oscuros y los fracasos del sueño americano o la hipocresía de la sociedad de su tiempo, algo que muy pocos recuerdan. Se observa en “Jezabel”, en “Los mejores años de nuestra vida”, en “Dead end”, en “La calumnia”, en “Desengaño”… Injustamente criticado en su tiempo, nadie duda hoy que sea uno de los grandes directores del Hollywood dorado.


Obra épica cumbre de la época, amada y odiaba a partes iguales, “Ben-Hur”, basada en la novela homónima profundamente cristiana de Lewis Wallace, del siglo XIX, se erige como una de las mejores películas de aventuras históricas de todos los tiempos. Concebida para salvar a la MGM de un serio aprieto financiero, pues se encontraba al borde de la bancarrota, la película que nos ocupa batió récords de taquilla y levantó aún más si cabe a su protagonista, el gran Charlton Heston, a la idolatría (habia ya protagonizado maravillas como “Los Diez Mandamientos”, “Horizontes de grandeza” o”Sed de mal”). Más de tres horas de metraje emplea William Wyler para recrear una inolvidable trama de violencia y de brutalidad y de amistades rotas, traiciones, venganzas, amor, perdón, redención, viajes interiores y exteriores y conspiraciones en la Antigua Roma que está a punto de ver nacer al cristianismo, una de las épocas más apasionantes de la vida de la humanidad, época que viene recreada a la perfección y con todo lujo de detalles gracias a la excesiva producción que llevó a cabo el equipo del filme (que recibió numerosas críticas en su momento) y que hizo posibles unos escenarios colosales y llenos de realismo, una fotografía de ensueño, un vestuario rico como pocos, trescientos cincuenta actores con diálogo propio, más de cincuenta mil extras y unas escenas de acción soberbias entre las que destaca la de la legendaria y mil veces referenciada, homenajeada, parodiada e imitada carrera de cuádrigas en el hipódromo, que costó un millón de dólares en planificación. Nominada para doce Óscars, “Ben-Hur” batió un récord en su día ganando todas las nominaciones excepto una, récord que sólo igualó “Titanic” de James Cameron en 1999, cuatro décadas después. Con un guión que llegó a tener cuarenta versiones distintas, este genial espectáculo visual y narrativo es, como otros tantos de su momento, un claro panfleto de propaganda cristiana, como lo era ya la novela de Lewis Wallace, panfleto que no por ello deja de deslizar una sugerente y discutida historia de amor homosexual entre el propio Ben Hur y su amigo, el traidor Messala (un genial Stephen Boyd).

SOLOMON KANE de Michael J. Bassett - 2009 - ("Solomon Kane")


Siglo XVI. El sanguinario y despiadado Capitán Solomon Kane, temido en todo el mundo conocido por su sadismo y maldad, lucha por su patria, Inglaterra, saqueando ciudades del norte de África cuando una terrible maldición diabólica cae sobre él. Aunque consigue escapar de sus garras, termina destrozado e ingresado en un apartado monasterio en su tierra natal. Allí se cura y decide dedicar su vida a luchar por la paz y por el bien de los más débiles. Sin embargo, su maldición no le ha abandonado, y las fuerzas de la oscuridad no van a descansar hasta que se hagan con su alma... Por ello, Solomon Kane va a tener que enfrentarse a un terrible enemigo que el creía que formaba parte de su triste pasado.


Michael J. Bassett sólo ha dirigido hasta la fecha tres muy irregulares películas: "Deathwatch", "Wilderness" y "Solomon Kane".

El prematuramente fallecido (se suicidó el 11 de junio de 1936 con tan sólo treinta años) y para muchos el maestro y hasta padre definitivo del llamado género de "espada y brujería", Robert E. Howard, muy despreciado injustamente por los "ilustrados" prejuiciosos de siempre, es uno de los más grandes escritores fantásticos del pasado siglo, creador de personajes míticos imitados hasta la saciedad como Conan (el bárbaro cimmerio), Kull el Conquistador, Red Sonya o Solomon Kane, el personaje que nos ocupa, que ha tenido este pasado 2009 su primera adaptación cinematográfica, que se presenta, desde mi punto de vista, por lo menos digna (aunque pierde bastante fuelle conforme su desenlace se va acercando). El famoso cazador de demonios puritano viene maravillosamente interpretado por el gran James Purefoy, que le aporta un gran carisma en todos los aspectos, mientras que su historia, lineal pero muy entretenida, está básicamente bien narrada y con las dosis de acción y de drama ajustadas. La violencia del conjunto sorprende, especialmente en los inicios del filme, en el que el personaje es bien delineado con un sólo trazo, y la ambientación gris y oscura de constante niebla y lluvia está muy lograda y mantiene el espíritu pulp de los relatos de Howard, lo que redondea el aspecto de los villanos monstruosos de turno. Falla en la película, como he comentado, su desarrollo final, que termina precipitándose tras la escena de la crucifixión en una espiral muy predecible de acción en la que el antagonista (de identidad también muy predecible) no resulta ser tan amenazador como se esperaba y que viene lastrada por la invocación de un horrible y nada sugerente demonio gigantesco (un feísimo "emplaste" de efectos especiales) y un combate final sin mucha alma que terminan vulgarizando el conjunto. Sin embargo, hay que decir que la película es divertida, a pesar de sus evidentes fallos, y que por lo menos no llega al nivel de ridiculez absoluta al que otros filmes de las mismas características llegan. ¿Que se podía haber sacado muchísimo más jugo a este genial personaje? Por supuesto, nadie lo niega, y es triste que todo se quede nada más que en un producto correcto.

viernes, 3 de diciembre de 2010

GREASE II de Patricia Birch - 1982 - ("Grease II")


El primo de Sandy, Michael, llega al instituto Rydell un poco "perdido". Es un excelente estudiante y muy inteligente, pero no logra hacer amigos y tampoco consigue que Stephanie, la chica "mala" por la que se siente atraído, le preste la más mínima atención. Michael traza un plan cansado de esta situación: comprará una motocicleta y cambiará su imagen para cambiar su suerte.


Dirigida por Patricia Birch, la coréografa de la primera entrega, "Grease II" se confirma sin ninguna duda como una de las peores secuelas de un gran éxito de la historia del cine. La trama es muy parecida a la de "Grease" pero sin encanto ninguno debido a lo predecible que resulta, a lo tontorrón de su propuesta, nudo y desenlace (qué final en la fiesta de estilo hawaiano, madre mía, qué delirio), a lo estupidísimo de sus diálogos, a lo imbécil de sus personajes (irritantes y sin ningún carisma ni gracia), a la torpeza de su dirección (con fallos de raccord incluso) y, sobre todo, y esto es tal vez lo más imperdonable, a lo aburrido de sus olvidables números musicales (coreografías sosas y canciones que no se quedan en la memoria ni recién finalizadas). El primo de la famosa Sandy de la primera entrega (el olvidado Maxwell Caulfield) es el clásico buen estudiante algo tontito que se enamora de la chica mala de turno (una jovencísima Michelle Pfeiffer antes de alcanzar la fama) y se decide a convertirse en una suerte de superhéroe motero para conquistarla. El mensaje de la película mantiene más o menos el conservadurismo y el clasismo de la primera "Grease" (básicamente, para ser alguien en el instituto o en cualquier faceta de la vida has de ser "guay") aunque a aquella se le perdonaba haciendo de tripas corazón por su indudable calidad como musical. A esta "Grease II" no se le puede perdonar sin embargo nada de nada (tal vez si acaso el hecho de que el personaje de Pfeiffer le plante cara al machismo imperante en un momento del filme, lo cual supone un avance con respecto a la "ideología" de "Grease", pero poco más). Esta afrenta al género musical fue, merecidamente, un gran fracaso en las taquillas y al parecer abortó toda una miniserie sobre la saga y dos entregas más (glups). De buenas sobredosis de horteradas que nos libramos.

GREASE de Randall Kleiser -1978 - ("Grease")

Danny Zuko es un chico duro y pendenciero al que únicamente importa su actitud siempre provocadora. Sandy Olsen es una chica buena, educada y comedida y además una excelente estudiante. Los dos han pasado un romántico verano juntos a la orilla del mar… Y se han separado al comenzar el curso. Danny no lo sabe, pero Sandy se ha mudado y va a ir a tomar clases a su mismo instituto. Allí, él ya no es el chico sensible que ella conoció, sino un joven brutal y cínico que siempre está de juerga o de bronca con sus amigos y que la trata casi con desprecio. ¿Podrán continuar con su relación en estas condiciones?


El estadounidense Randall Kleiser es un director de cine familiar de estilo artesanal y sin demasiada personalidad que alterna títulos solventes con soberanas bazofias y grandes éxitos con estrepitosos fracasos. Ha tocado varios géneros, aunque se ha dedicado especialmente a la comedia y al drama románticos o de relaciones personales. Sus primeras películas le encumbraron como una promesa: “El chico de la burbuja de plástico”, “Grease” y “El lago azul”, retratos generacionales llenos de encanto que alcanzaron de manera fulminante el estatus de filmes de culto (especialmente los dos segundos). Después su filmografía entró en la irregularidad total. Llegaron posteriormente los dramas “Un amor en verano” y “El desafío americano”, el filme de ciencia ficción familiar “El vuelo del Navegante”, el filme sobre las aventuras de Pee-Wee “Gran Pee-Wee”, la comedia “Haciendo bien las cosas”, el filme de aventuras “Colmillo Blanco”, la comedia (secuela) “Cariño, he agrandado al niño”, la tragicomedia “Fiesta de despedida”, el thriller “Sombras de sospecha” y la comedia “Lovewrecked”.


Basada en el exitoso musical homónimo de Broadway, “Grease” fue una película generacional que dejó una huella indeleble en los que vivieron su fiebre a finales de los años setenta y principios de los ochenta. El filme es una parodia nostálgica y bienintencionada de las películas juveniles de los años cincuenta en la que se aprovechan todos los tópicos y lugares comunes de la década para configurar una cinta deliciosa tanto a nivel musical (inolvidable) como estético. La trama es bien convencional: un chico rockero que va de duro y al que únicamente importa su actitud provocadora se enamora de una clásica “chica buena” y virginal. Tras muchos líos y malentendidos el chico aprende que el amor y la amistad son lo verdaderamente importante en la vida y la chica, gracias a sus grandes amigas, se transforma en una joven popular y a la moda y adquiere la fama en el instituto. El mensaje de “Grease”, como pueden ver, es clasista y conservador hasta decir basta. Sin embargo, no se le puede negar el ecanto a veces surrealista que guarda la película. Con un gran ritmo se suceden en el filme las relaciones personales de todo tipo, la típica y prejuiciosa guerra de sexos, las peleas de bandas, las carreras de coches, las discusiones entre amigos, las gamberradas en los institutos, las quedadas en hamburgueserías y las juergas nocturnas; mientras, los personajes, todos clichés conscientemente superficiales y predecibles, gozan de un enorme carisma y están maravillosamente interpretados (John Travolta y Olivia Newton-John han pasado a la historia como pareja mítica presente en todas las culturas). “Grease”, sin embargo, es sobre todo sus números musicales, francamente deliciosos y que ya pertenecen de manera indisoluble a la cultura norteamericana: “Hopelessley Devoted to You”, “Summer Nights”, “Sandy”, “You’re the One That I Want” o “Greased Lightnin’”. Si se deja a un lado su despreciable mensaje, “Grease” es un filme muy divertido y una de esas cintas generacionales que alcanzaron por derecho propio el status de clásico comercial de todos los tiempos. Tuvo una horripilante secuela que mañana comentaré.