Porco Rosso
lunes, 20 de diciembre de 2010
LA DILIGENCIA de John Ford - 1939 - ("Stagecoach")
Un fuera de la ley en busca de venganza, un sheriff, una prostituta, un tahúr, un banquero corrupto, un médico alcohólico, unas damas refinadas y puritanas, un comerciante de whisky, un conductor y su ayudante. Todos juntos viajan en la misma diligencia realizando el hostil trayecto entre Tonto y Lordsburg, dos pequeñas ciudades de las cercanías de México. Aunque no se llevan bien, ya que la hipocresía social cunde entre ellos, van a verse obligados a unir sus fuerzas para sobrevivir... Los indios Apaches van a sitiar su diligencia y la van a atacar, y de su colaboración depende que salgan vivos de esta mortal embestida.
El director de westerns por excelencia del cine clásico norteamericano es sin ninguna duda John Ford, “creador de baladas” según Orson Welles, que lo admiraba. De origen irlandés y ferviente católico (estuvo a punto de ordenarse sacerdote), comenzó a dirigir en 1917, durante el nacimiento de Hollywood, al que ayudó a desarrollarse como pocos. Su estilo es profundamente lírico y poético, y su lenguaje limpio y preciso y portentoso, como sus medidos y perfectamente distribuidos encuadres, llenos de grandeza y de belleza en todos los planos, sean del tipo que sean. Las tramas de sus filmes están cargadas de acción y de un endiablado y majestuoso ritmo. Es maestro nada más y nada menos que de cineastas como Howard Hawks, Raoul Walsh, Anthony Mann o Henry Hathaway, que nunca dejaron de reconocer su deuda artística con él. En su prolífica obra John Ford siempre mostró sus convicciones, su idea humanista de un mundo en el que al final siempre prevalecen los valores humanos perennes, muchos de ellos relacionados con las creencias morales cristianas: el amor y la amistad, el honor y el deber, el trabajo, la justicia, la valentía, la generosidad y la honestidad. Sus personajes suelen ser hombres y mujeres sencillos, buenos, fuertes, a veces primitivos, idealistas y orgullosos, fieles, exigentes con los demás y consigo mismos y amantes de su tierra y de sus costumbres que, ante la adversidad, siempre conservan sus principios y los aplican como creen que deben ser aplicados, aunque esto les enfrente a su siempre difícil entorno. Su actor fetiche fue el mítico John Wayne, aunque trabajó con casi todas las grandes estrellas masculinas y femeninas de su época. Westerns incomparables nos ha regalado: “El caballo de hierro”, “La diligencia”, “Pasión de los fuertes”, “Fort Apache”, “Tres padrinos”, “La legión invencible”, “Caravana de paz”, “Río Grande”, “Centauros del desierto”, “Misión de audaces”, “El sargento negro”, “Dos cabalgan juntos”, “El hombre que mató a Liberty Valance” o “El gran combate”. También, sin embargo, ha cultivado otros géneros demostrando su gran versatilidad, siempre en su estilo humanista y lírico: los dramas más desgarradores en “El Doctor Arrowsmith”, “El delator”, “El fugitivo”, “Las uvas de la ira”, “El último hurra”, “¡Qué verde era mi valle!” o “Siete mujeres”, el cine de aventuras con “Huracán sobre la isla”, “Hombres intrépidos” o “Mogambo”, el bélico con “Corazones indomables” o “No eran imprescindibles”, la comedia con “El hombre tranquilo”, “Escala en Hawai” o “La taberna del irlandés” o el drama homenaje con “Escrito bajo el sol”. John Ford fue, en numerosas ocasiones, acusado de racista, ultraderechista y fascista por su humanismo conservador, patriota y religioso, por cierto retrato de mujeres tradicionales sumisas al hombre o por el hecho de que en sus películas más comerciales los indios sólo fueran fieras salvajes malvadas y los blancos hombres de honor bondadosos. Sin embargo, tal vez esto ocurriera por las simples exigencias comerciales a las que todo cineasta de su momento tuvo que adscribirse en mayor o en menor grado. El caso es que los detractores de Ford nunca recuerdan, a la hora de criticarlo, obras claramente reivindicativas y muy valientes y atrevidas en el terreno social como “El delator”, “El fugitivo”, “Las uvas de la ira” o “¡Qué verde era mi valle!”, en las que no duda en criticar con dedo de hierro a la sociedad norteamericana o inglesa y en especial al capitalismo más agresivo. También encontramos entre sus westerns dos especialmente particulares: “El sargento negro”, en la que ataca directamente a los racistas, y “El gran combate”, un brutal testimonio de la decadencia de la raza india en el que los norteamericanos aparecen como los claros culpables de esta situación.
En “La diligencia” encontramos a un grupo de personajes típicamente fordianos que luchan por un objetivo común: escapar de la amenaza india, aquí retratada de una manera maniquea e impersonal (indios sin alma que atacan diligencias y asesinan a hombres blancos porque sí) tal vez por exigencias comerciales. John Ford no fue en realidad el ultraderechista racista que muchos vieron en él, y filmes como algunos de los que arriba he citado lo demuestran de sobra. También lo hace, a pesar de lo que he comentado en referencia a los 'malvados' indios "La diligencia", de 1939 y protagonizado por un personaje coral compuesto por seres marginales de todo tipo en cuyo seno brilla una historia de amor en la que dos seres perdidos y socialmente excluídos o mal vistos, unos excelentes y jovencísimos John Wayne (en tal vez su primer gran papel) y Claire Trevor, encuentran el amor tras el peligroso viaje al que se enfrentan (se insinúa que ella es una prostituta: ahí queda todo a finales de los años treinta). Uno de los asuntos favoritos de Ford está explotado en "La diligencia" en todas sus consecuencias: el de las superiores cualidades morales que muestran muchos hombres y mujeres a los que una sociedad hipócrita desprecia. No sólo, sin embargo, destaca esta obra maestra por su inolvidable trama: las escenas de acción que presenta son todavía hoy impresionantes, de un frenetismo que en la parte final del filme, cuando el asalto indio es ya completamente ejecutado, se torna verdaderamente vertiginoso y deja al espectador con el corazón en un puño gracias a la excelente planificación y ejecución de las coreografías del combate, protagonizado por unos extras excelentes capaces de saltar sobre un caballo, recibir un disparo y caer entre los cascos de dichos caballos y entre las ruedas de la diligencia en movimiento (el especialista Yakima Canutt fue el que brilló con luz propia con esta maniobra descrita y pocas veces imitada). Orson Welles aseguró que, para crear su gran "Ciudadano Kane", se pasó un mes entero viendo "La diligencia" noche tras noche.
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La diligencia es una de mis películas preferidas, imposible quitarle 5 minutos de su metraje perfecto y se la haría ver de rodillas a directores como Scorsese que necesitan 3 horas para contar una historia. Por cierto que Ford quería a Gary Cooper para el protagonista y no le gustó que le impusieran a Wayne, entonces actor de westerns serie B. Me encanta el personaje del tahur Hatfield encarnado por John Carradine. Una maravilla. Borgo.
ResponderEliminarUna de las más grandes pelis de la historia que duda cabe, la revisé hace bien poco y la volví a disfrutar como siempre. Grandes secundarios, secuencias de acción, floklore, hombres con principios, Ford puro.
ResponderEliminarUn saludico
Yo tampoco estoy de acuerdo en que John Ford fuera racista. Creo que eso es quedarse muy en la superficie de sus películas y no saber leer más allá. Tiene personajes racistas en algunas de ellas, sí, pero se limita a mostrarlos (puesto que existían) sin justificarlos.
ResponderEliminarQue los indios no estén individualizados en La Diligencia no me parece una cuestión de racismo sino de pura efectividad dramática: Están ahí para que los personajes que representan la "ley civil" (la mujer del militar, el banquero, el vendedor de whisky, etc) y los que representan la "ley natural" (Ringo Kid, Dallas, el doctor, etc.) tengan un motivo para unirse frente al peligro y, por lo tanto, sea posible la historia.
La otra función dramática que cumplen los indios como personaje colectivo de La Diligencia es la de mantener la historia en movimiento.
Además, La Diligencia está basada en un relato del escritor francés Guy de Maupassant que situaba la acción en Francia durante la época conocida como Del Terror en la Revolución Francesa. Pero como allí todos los personajes eran franceses, a nadie se le ocurrió ser suspicaz...
Un saludo.
El western es el género que menos me gusta y atrae del cine. Pero esta película me resultó muy curiosa y divertida.
ResponderEliminarUn día me pondré con esta obra maestra, aunque me da vértigo. Cierto: esta vez hemos coincidido con Ford, aunque lo mio fue una excusa para felicitaros las fiestas, lo tuyo tiene más mérito.
ResponderEliminarLo dicho: feliz Navidad!
¿Y qué pasaría en el supuesto de que Ford fuera racista, o machista? ¿Sería menos grande su arte? Su oficio, el de contar historias con nervio, lirismo (pudoroso) y fuerza, lo cumplió mejor que nadie. ¿Y qué si, como hijo de su tiempo que fue, tuvo prejuicios raciales o de cualquier otro tipo? No queramos convertir a los que admiramos en otros diferentes de quienes fueron, en otros con los valores de nuestro tiempo.
ResponderEliminarY otra cosa: valores como la honestidad, la valentía, etc, no tienen por qué ser cristianos, sino que deberían ser de toda la especie humana.