Porco Rosso
sábado, 30 de marzo de 2013
EDUARDO MANOSTIJERAS de Tim Burton - 1990 - ("Edward Scissorhands")
La señora Peg Boggs, que vende cosméticos de puerta en puerta, encuentra un día por casualidad, en la mansión abandonada que se erige a las afueras de su pueblo, a Eduardo, un joven extrañísimo, misterioso, muy tímido y de enorme corazón que tiene tijeras en vez de manos. Apenada, lo lleva a vivir a su casa, en donde el chico tiene sus primeros contactos con la sociedad y en donde se enamora de su hermosa hija Kim, que le corresponde. Este amor, sin embargo, es un amor prohibido: los vecinos del pueblo, intransigentes y temerosos, no le van a perdonar a Eduardo el ser diferente a ellos.
“Eduardo Manostijeras” es una de las mejores muestras del estilo creativo de Tim Burton y tal vez su mejor película junto a la magistral "Ed Wood" y una de las culminaciones de su mejor etapa creativa, la que va desde la genial "Bitelchus" hasta la mencionada "Ed Wood" pasando por sus dos inolvidables y personalísimas aportaciones al universo de Batman y por la también maravillosa "Pesadilla antes de Navidad" (que no dirigió él pero que es de su total e indiscutible autoría por tratarse de un proyecto suyo en casi todos los aspectos). "Eduardo Manostijeras", estructurada como los clásicos cuentos de hadas, es una metáfora muy clara de la marginación del diferente en la sociedad norteamericana moderna. Visualmente ya establece esta diferencia desde un primer momento: el joven Eduardo (soberbio e inolvidable Johnny Depp en uno de sus primeros grandes papeles), un freak "burtoniano" absoluto de vestimenta negra y retorcida, una figura gótica con manos de tijera y barrocamente despeinada, sale de su oscura mansión en ruinas y se encuentra en un pueblo lleno de colorido, de jardines bien cuidados, de casas color pastel… Y de vecinos intransigentes y temerosos.
Por supuesto, y como en tantos cuentos de hadas, Eduardo se enamora de una joven que le corresponde (excelente Winona Ryder recién venida de "Bitelchus") y, por supuesto, la vecindad no va a tolerar este amor de ninguna de las maneras. Romántica, lírica, evocadora y emotiva como pocas, "Eduardo Manostijeras" está llena de referencias y de homenajes a cuentos clásicos sobre la exclusión y la valoración del diferente y sus amores imposibles como “Frankenstein”, "El fantasma de la ópera" o “La Bella y la Bestia", a filmes clásicos como "El gabinete del Doctor Caligari" (Eduardo es un homenaje estético absoluto a Cesare, el esclavo hipnotizado del referido doctor), al expresionismo alemán (el castillo hiperbólico frente al pueblo es un truco de consciente irrealidad), al cine mudo (la palidez de Eduardo remite al maquillaje de esta época) y al terror mítico de la Universal y de la Hammer (el gran Vincent Price es incluso el padre del protagonista en el que es su último trabajo frente a las cámaras) y, también, de habilísimas metáforas, entre las que destaca la propia de las tijeras: Eduardo quiere tocar a los que le quieren, pero no puede porque no tiene manos y, si lo intenta, les hace daño. Genial y conmovedora obra maestra es "Eduardo Manostijeras", una película que no envejece y que no pierde su capacidad para sorprender tanto en lo estético como en lo argumental.
viernes, 29 de marzo de 2013
KATE & LEOPOLD de James Mangold - 2001 - ("Kate & Leopold")
1876. Nueva York. El Duque Leopold de Albany es un joven soñador e independiente que confía en la ciencia y en los avances de la humanidad pero que vive aplastado por su autoritario tío, que está obsesionado con casarlo con una mujer de buena posición. Un día, sigue a un hombre que porta un extraño aparato que desconoce... Y acaba perdido, sin saber por qué, en la Nueva York... Del año 2002. Allí conoce a la vecina del hombre al que ha seguido a través del tiempo, Kate, una joven ejecutiva que parece fuerte y decidida pero que no resulta serlo tanto. Entre ella y Leopold surge una conexión especial...
James Mangold, aunque tiene sus patinazos (sobre todo las fallidas "Inocencia interrumpida" e "Identidad" y la bazofia de "Noche y día"), también tiene películas verdaderamente destacadas ("Heavy", "Copland", "En la cuerda floja" o "El tren de las 3:10") y, a pesar de los mencionados patinazos (que por otra parte prácticamente todos los directores los tienen), suele entregar productos por lo menos aceptables incluso en puros encargos como es esta "Kate & Leopold". La premisa de la película la verdad es que da miedo: una ejecutiva de nuestros días que busca el triunfo laboral y el amor se cruza con un duque del siglo XIX refinado y extremadamente romántico (y que ha viajado en el tiempo por la cara) y los dos empiezan un romance. Glups. Fue lo que pensé cuando quise ver esta película (por puro completismo del autor, la verdad). Y encima, la protagonista femenina es... Meg Ryan. Sí, una de las reinas de la comedia romántica más ñoña y cursi (aunque algún papelillo interesante tenga por ahí). En fin, que "Kate & Leopold" no me prometía nada bueno. Pero la verdad es que me ha sorprendido: no porque sea un peliculón, que no lo es en absoluto, sino porque por lo menos capea con dignidad los tópicos y los lugares comunes de la comedia romántica (género que ha dado obras buenas pero que por norma general es reiterativo, comercial en el peor sentido, aburrido y absolutamente falto de interés).
James Mangold sabe rodar una comedia romántica que entretiene desde el primer momento, que no se pierde en diálogos exaltados y ñoños, que no abusa de las escenas pastelosas (las justas y necesarias y llevadas con discreción), que explota bien la química entre la pareja protagonista (Meg Ryan y un Hugh Jackman que entonces estaba alzando el vuelo tras su papel como Lobezno en la primera "X-Men"), que tiene secundarios con gracia (sobre todo el excelente Liev Schreiber) y que tiene alguna escena verdaderamente graciosa (como la persecución a caballo o todas las que explotan los anacronismos de la idisincracia y la educación de Leopold). Todo esto hace que "Kate & Leopold" sea una película olvidable, sí (nadie lo va a negar), pero que no caiga sin embargo en la vergüenza ajena y en las sobredosis de azucar de la gran mayoría de sus compañeras de género. Se nota cuando un buen director, o por lo menos un buen artesano, hace algo con ganas de hacerlo bien.
miércoles, 27 de marzo de 2013
WEEKEND de Andrew Haigh - 2011 - ("Weekend")
Un viernes por la noche, tras una fiesta en casa de sus amigos heterosexuales, Russell conoce en un club gay a Glen. Los dos se gustan y terminan acostándose en la casa del primero. Al día siguiente, los dos se despiden. Ha sido un polvo de fin de semana cualquiera que piensan que no tendrá mucha repercusión en sus vidas. Sin embargo, Russell se da cuenta de que no puede dejar de pensar en Glen... Y vuelven a verse. Y una historia de amor comienza cuando los dos menos la esperaban.
El inglés Andrew Haigh solamente ha dirigido dos filmes hasta la fecha: los dramas "Greek Pete" y "Weekend".
"Weekend" es otra más de esas historias de amor desafortunado encontrado "fuera de tiempo" en la que una pareja siente un brutal flechazo mutuo del que no puede escapar pero al que ha de renunciar por diversas y todavía más desafortunadas causas. Como casi todo ya, lo hemos visto muchas veces, pero aquí su autor, Andrew Haigh, realiza tal despliegue de sentimientos sinceros y de emotividad nada forzada que la película llega, y vaya si llega, al corazón. Sí, es lo de siempre: dos chicos gays se conocen en una discoteca una noche cualquiera de un fin de semana cualquiera y, lo que empieza como un polvo más del montón, de "me lo he pasado muy bien, adios muy buenas, ya nos veremos si es que nos vemos", termina desembocando en una fascinante historia de complicidad, de amor y de mundos compartidos cuya trama crepuscular envuelve y duele de verdad. Primero porque, como he dicho, el director deja que todo fluya con una sinceridad pasmosa y con una delicadeza maravillosa. Segundo, porque los dos actores, prácticamente los únicos protagonistas de peso de la historia, están maravillosos: Tom Cullen y Chris New tocan, literalmente, al que está disfrutando de la película. Y añado un "tercero": porque "Weekend" tiene escenas para el recuerdo de esas que marcan y que uno recuerda varios dias después (y más allá) de haber visto el filme. Hay pocas historias románticas que lleguen de verdad: el género, muy devaluado, es, pienso, uno de los más difíciles de llevar con dignidad (como le pasa al del terror), y pocos directores lo bordan como lo ha bordado Haigh (ahí recuerdo por ejemplo a Clint Eastwood con "Los puentes de Madison" o a Richard Linklater con "Antes del amanecer" y "Antes del atardecer", pero en general son pocos, y menos modernos).
"Weekend" también diserta sobre otros asuntos que completan su historia de amor central: la falta de las figuras paternas y maternas, el paso del tiempo, la soledad, la persecución de los sueños, la amistad (especialmente emotiva es la de Russell con su mejor amigo, una amistad entre un homosexual y un heterosexual que pone los pelos de punta en su complicidad y su comprensión) y, sobre todo, la marginación social de los gays y las formas de rebelarse contra ella desde la afirmación orgullosa de esta opción vital, que brilla ante la intolerancia de las mentes cerradas y rancias de siempre. Ha sido esta una de las películas que más me han sorprendido este año (aunque es de 2011 realmente se ha estrenado ahora en nuestras salas). No se la pierdan.
lunes, 25 de marzo de 2013
SEARCHING FOR SUGAR MAN de Malik Bendjelloul - 2012 - ("Searching for Sugar Man")
Documental sobre la búsqueda del músico norteamericano Sixto Rodríguez por parte de dos fans suyos de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, en donde es un auténtico ídolo de masas y un emblema de la lucha contra el Apartheid. Rodríguez cautivó al país africano con sus letras sociales sobre perdedores y sobre la búsqueda de la libertad, pero nadie supo nunca nada de él y jamás dió conciertos allí. ¿Por qué? Este documental desvela las razones...
ATENCIÓN: HAY SPOILER POR LA IMPOSIBILIDAD DE HACER LA CRÍTICA SIN RECURRIR A ÉL
Pocos documentales me han sorprendido más en los últimos tiempos que "Searching for Sugar Man", el debut del sueco Malik Bendjelloul que me ha descubierto a uno de esos personajes míticos de la música cuyos dos discos ya jamás me van a abandonar: Sixto Rodríguez, un hombre con una forma de ser extraordinaria y con una historia todavía más extraordinaria. Trovador callejero de Detroit, bohemio, hombre sencillo y humilde hasta el paroxismo, de gran conciencia social, querido por su familia y por sus amigos, Rodríguez grabó dos álbumes folk a principios de los setenta ("Cold Fact" en 1971 y "Coming from Reality" en 1972) que no tuvieron apenas repercusión en los Estados Unidos pero que llegaron a ser míticos en... Sudáfrica. En este país, Sixto Rodríguez fue un héroe musical de la lucha contra el Apartheid y su represión, un visionario que contagió rebeldía con sus letras sociales y anhelantes de libertad y de una vida sin mentiras y un personaje que en el país africano superó en fama a Elvis Presley, a los Beatles y a los Rolling Stones. Lo increíble, y lo triste, es que él no nunca lo supo... Hasta hace pocos años. "Searching for Sugar Man" es un documental absolutamente fascinante en el que dos fanáticos de la música y de Rodríguez de Ciudad del Cabo buscan a su ídolo siguiendo toda clase de pistas hasta dar con él y recuperar su historia, su música y traerlo a Sudáfica, en donde se le creía muerto (se corrió el rumor de que se había suicidado durante uno de sus actos) y en donde a sus más de sesenta años llenó estadios en los histéricos conciertos que tuvo que haber dado cuando tenía treinta. ¿Qué pasó para que Rodríguez nunca supiese que era un ídolo en este país? ¿Por qué nadie le dijo nunca nada? Y lo más importante... ¿Quién se quedó el dinero que fuese que le correspondía por sus ventas sudafricanas?
"Searching for Sugar Man" bucea en la vida de Sixto Rodríguez separando la verdad de la leyenda, investigando lo que ocurrió con él a partir de que su segundo y último disco no tuviese ningún éxito en los USA y la discográfica le despidiese sin ningún miramiento mientras en Sudáfrica se convertía en un ídolo. Bucea en este humilde albañil, en sus letras sociales y sobre perdedores, en lo que significó para un país oprimido por el racismo y el fascismo extremo que luchaba por acabar con esto y, finalmente, conocemos al propio Rodríguez, a su familia y a sus seres cercanos y descubrimos que estaba vivo, que siempre lo había estado, y asistimos por fin a uno de sus conciertos, a uno de esos que tendría que haber dado, por ejemplo, en 1973. El documental es toda una luminosa llamada a la esperanza y a la justicia cargado de optimismo vital (el del propio Rodríguez), pero también ataca de manera frontal a la discográficas y a su voracidad inhumana (y hay momentos geniales en donde se le pilla a más de uno con las manos en la masa) para denunciar el caso de este creador, que nunca vio ni un duro hasta hace pocos años mientras ni siquiera podía imaginar que era un ídolo de masas en Sudáfrica. Tristemente, imagino que su historia no es la única.
"Searching for Sugar Man" es una jodida maravilla, una joya, un documental apasionante, novedoso, fresco y sentidísimo sobre un personaje que ya nunca me va a abandonar. Por favor, escuchen sus discos. Escuchen temas como "Cause", "Crucify your mind" o "I wonder". Escúchenlos y verán. Espero que Sixto Rodríguez, ahora que ha recibido el reconocimiento y la fama que se merece, quiera grabar nuevos temas y nuevos discos. Ojalá.
sábado, 23 de marzo de 2013
PRIMOS de Daniel Sánchez Arévalo - 2011 - ("Primos")
Diego está destrozado: lo ha abandonado su novia justo antes de su boda, a las mismas puertas del altar. Pero Diego no está solo: sus mejores amigos de toda la vida, Julián y José Miguel, que además son sus primos, lo van a rescatar de la depresión y se lo van a llevar de juerga a Comillas, el pueblo de Cantabria en el que los tres pasaron la etapa más importante de sus infancias y adolescencias. Allí, en plenas fiestas del lugar, Diego va a desconectar de su trauma y a reencontrarse con Martina, su amor de la juventud... Y a descubrir que todavía siente algo por ella.
De la misma manera que "Gordos" me pareció una obra bastante fallida a pesar de sus buenísimas intenciones, "Primos", la siguiente película de Daniel Sánchez Arévalo, me pareció divertidísima, fresquísima y maravillosa. Por norma general la comedia española no me gusta: el humor español, que demasiadas veces suele moverse entre el casticismo rancio y el buenismo progre no me hace ninguna gracia, ni me estimula, ni me parece mínimamente inteligente como para siquiera prestarle atención muchísimas veces. Pero hay películas que se escapan de esta para mi "norma", y una de ellas es ésta que nos ocupa. "Primos" no es la comedia definitiva, ni española ni mundial, pero es extremadamente sencilla, extremadamente simple y extremadamente sincera, lo que es lo más importante. No tiene pretensiones más allá de divertir, pero sí que tiene el suficiente buen hacer para dibujar unos personajes que se hacen querer y para disertar con éxito y limpieza sobre asuntos universales como el amor, la amistad, la persecución de los sueños, el fracaso, la necesidad de tener siempre valentía vital para asumir los problemas cotidianos y el enfrentamiento con la dura realidad o con el inmisericorde paso del tiempo. Sánchez Arévalo no pretende filosofar ni dar lecciones de relaciones humanas, pero lo que retrata lo retrata con gusto, con cariño y como he dicho con sinceridad, y eso se nota.
"Primos" narra una historia de crisis vital muy vista tal vez: unos amigos de toda la vida (primos además en esta ocasión), ante el fracaso amoroso estrepitoso de uno de ellos (abandonado por su novia de un día para otro y encima a las puertas del altar), viajan "de forma terapéutica" al pueblo en el que pasaron la parte más importante de su infancia y adolescencia, a Comillas, en Cantabria. Allí se reencuentran con el pasado y con sus traumas de entonces y también con los presentes, y superan sus problemas unidos: refuerzan sus periplos el fortalecimiento de su amistad, la redención de personas importantes de sus vidas anteriores y el encuentro de nuevos amores. No hay nada nuevo en esta cinta, pero todo es encantador, de verdad: la nostalgia está perfectamente equilibrada con la alegría de la comedia, y los gags son desternillantes en su mayoría mientras que los momentos dramáticos, que también los hay (como en toda comedia seria que se precie) no cargan ni resultan forzados. Y el plantel actoral está excelente, gracioso, sentido y equilibrado: no sólo los protagonistas Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo y Adrián Lastra, sino los secundarios, entre los que destacan unos geniales Clara Lago, Inma Cuesta y Antonio de la Torre. "Primos" es una comedia que merece la pena y que es capaz de alegrar un día triste al más depresivo. De verdad, créanme: cojan a sus amigos y véanla juntos.
viernes, 22 de marzo de 2013
LA JUNGLA. UN BUEN DÍA PARA MORIR de John Moore - 2013 - ("A Good Day to Die Hard")
John McClane viaja a Rusia para ver a su hijo Jack y ayudarle, ya que éste, apartado de la familia desde hace bastante tiempo, está metido en problemas relacionados con, al parecer, espionaje y asesinato. Cuando llega al lugar, se ve involucrado en una misión de la CIA para proteger a un preso político al que misteriosos poderes quieren muerto... John va a tener volver a ser un héroe a su pesar y va a colaborar con su hijo para resolver una terrible y peligrosa conspiración.
De la misma forma que defiendo la dignidad de "La Jungla 4.0" a pesar de ser una cuarta parte de una saga "revitalizada por la fuerza" por el Hollywood falto de ideas de hoy, digo que "La Jungla: Un buen día para morir", la quinta entrega de las aventuras de John McClane, ahora en los cines, me ha dejado bastante frío. Y no es que la película sea mala, que distraída es, y eso teniendo en cuenta que se trata de una quinta parte (quinta ya, es que se dice pronto) de una saga que abarca cuatro décadas es debir bastante (pocas series llegan medianamente en forma a una quinta parte). La película es correctísima en el aspecto técnico, los efectos especiales son muy buenos y tiene escenas de acción verdaderamente destacadas y rodadas con garra y pulso (la primera carrera por calles rusas, la huída de la trampa o el combate final con todo el estallido del helicóptero son verdaderamente muy buenas), pero le falla su guión y, sobre todo, le fallan sus personajes. El guión falla porque, a pesar de tener una vuelta de tuerca más o menos sorprendente y que ayuda a mantener el interés cuando la película empieza a perderlo un poco, es demasiado lineal, directo y escueto. Y los personajes fallan porque les falta carisma y "chicha". Y eso es imperdonable en el caso de una aventura de John McClane, un héroe que precisamente se ha caracterizado por la ironía constante, el cachondeo y el humor incesante incluso en las situaciones más adversas.
Es una pena, pero el John McClane de "La Jungla: Un buen día para morir" no me ha hecho la gracia del John McClane de los filmes anteriores (sin ir más lejos del John McClane de "La Jungla 4.0", para mi plenamente en forma). Bruce Willis sigue comiéndose la pantalla con su simple presencia pero su personaje tiene menos chistes y los que hay son menos graciosos y menos irónicos que los de los cuatro primeros filmes. Quitando momentos desternillantes como el encuentro con "el bailarín", este McClane se muestra descafeinado y algo seco, y eso es imperdonable porque... Leches, es que estamos hablando de John McClane: este personaje NO puede ser soso, NO se lo puede permitir. Por otra parte, los secundarios no tienen potencia, y eso que alguno viene interpretado por actores tan grandes como Sebastian Koch. Tampoco Jai Courtney, recién salido de la serie "Spartacus", como el hijo de McClane dice algo interesante: es seco, es demasiado serio, y también es plano. Su conflicto con su padre no está bien definido y se resuelve de forma brusca. El villano de la función (cuya identidad no revelo) también adolece de carisma: no es impactante, no da miedo, no es vengativo y, sobre todo, no tiene la química que los demás villanos de la saga tenían con McClane, ese "tira y afloja" que les mantenía toda la película haciéndose putadas sádicas y brutas. Y si esto falla en un villano de la saga de "La jungla de cristal", pues apaga y vámonos.
A pesar de esto, como he dicho, "La Jungla: Un buen día para morir" es disfrutable y es amena y no toma al espectador como un tonto, e incluso tiene ese toque nostálgico de la década de los ochenta (tan de moda ahora) con rusos malvados (aunque por suerte nada politizados) que queda muy gracioso. Incluso John Moore, responsable de bazofias como "Max Payne", hace su trabajo con solvencia y sin meter tonterías que devalúen o vulgaricen a la película. Pero le falta al producto el toque de la saga: se ha convertido en una película de acción normal y corriente, sin mucho destacado. Y eso, insisto, no se lo puede permitir John McClane.
jueves, 21 de marzo de 2013
LA JUNGLA 4.0 de Len Wiseman - 2007 - ("Live free or die hard")
A John McClane, de nuevo en el servicio, le han encargado una misión aparentemente fácil y rutinaria: recoger en su apartamento a un joven pirata informático llamado Matt Farrel al que sus superiores quieren interrogar por un caso que desconoce. Cuando llega a la casa del chico, unos misteriosos hombres les atacan y, tras huir de ellos, los dos descubren que el caos reina en las calles porque todos los sistemas de los Estados Unidos están controlados por un misterioso grupo terrorista. Ambos tendrán ahora que unir sus fuerzas para salvar al país.
Nada más y nada menos que trece años después de “Jungla de cristal. La venganza” nos encontramos con la cuarta parte de una saga que ya todos pensaban que iba a quedar para siempre como una trilogía: “La jungla 4.0” (y ahora además está en los cines nada más y nada menos que la quinta). Su salida al mercado coincidió, como la de la mencionada quinta entrega de la serie, con una nueva y hasta cierto punto polémica moda que se ha instaurado en el Hollywood totalmente falto de ideas de hoy: la del rescate de sagas comerciales clásicas (especialmente de los años ochenta y noventa) por medio de nuevas y del todo inesperadas secuelas: “Terminator III: La rebelión de las máquinas” (no hablo de la cuarta entrega de esta saga porque la considero, de alguna forma, una entrega aparte que inaugura una nueva "saga" dentro de la propia saga), “Rocky Balboa”, “John Rambo” o “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” asentaron hace pocos años esta mencionada moda, ahora con nuevas adquisiciones en sus filas como "Tron Legacy" o el nuevo Conan (el Bárbaro). Es lógico que, cuando se resucitan las andanzas de personajes míticos que llevan tanto tiempo “jubilados”, un cierto halo de desconfianza envuelva al público y a sus fans. Además, el hecho de que la propia industria norteamericana ponga en evidencia la crisis artística total en la que lleva sumergida ya más de una década no ayuda mucho a mirar con confianza un filme de estas características. Los resultados de estas sorpresivas resurrecciones pueden ser catastróficos, como en el caso de la tercera parte de “Terminator” o el remake del bárbaro Conan o medianamente aceptables (por lo menos eso opino yo), como en el caso de las mencionadas “Rocky Balboa”, “John Rambo”, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”, "Tron Legacy" o la película que nos ocupa.
“La jungla 4.0” no va a sorprender ya a nadie y, sin embargo, y a pesar de la mediocridad de la que hasta ahora ha hecho gala el director encargado de dirigirla, Len Wiseman, resulta en todo momento un producto de acción divertido (lo cual hoy, tristemente, es ya extraño, y más tratándose de la cuarta parte de una serie). Bruce Willis interpreta a un John McClane más viejo, más cínico y más desilusionado con el mundo que nunca que, de nuevo (y ya van), tiene que hacer de héroe a su pesar enfrentándose a unos nuevos terroristas con la ayuda de un nuevo compañero, un joven y experto hacker (muy solvente Justin Long, aunque se echa muchísimo de menos al genial Samuel L. Jackson de la anterior cinta). Los mencionados terroristas ahora, además de usar las armas, utilizan la informática para paralizar todos los sistemas de los Estados Unidos. Para enfrentarse a ellos McClane pondrá la fuerza, y su compañero Matt Farrell sus conocimientos del mundo de los ordenadores. La química entre ambos está muy bien instaurada, y la trama, lineal y básicamente bien llevada y con buen pulso y ritmo, avanza alternando frenéticas y espectacularísimas escenas de acción con pequeños enigmas que hay que resolver.
Los efectos especiales son más y mejores que nunca, y la acción que articula la historia es verdaderamente delirante (en el buen sentido, ya que ciertas escenas ni se toman en serio ellas mismas –la película “goza” de una total falta de pretensiones en todos los sentidos que la hace tremendamente fresca-). El villano de turno, interpretado por Timothy Olyphant, aporta un carisma aceptable (aunque no llega al nivel de los anteriores Alan Rickman y Jeremy Irons), al igual que sus secuaces, entre los que se encuentran hombres saltarines y expertas en artes marciales (la pequeña aparición de Kevin Smith es también muy destacada). “La jungla 4.0” no va a enseñar nada nuevo y tampoco va a aportar nada a una saga que tal vez debería haberse dejado cerrada (sobre todo porque su siguiente parte, la que ahora está en las salas, deja tristemente bastante frío -de ella hablaré mañana-). Sin embargo, tampoco pretende ninguna de las dos cosas. Lo único que busca es divertir, y lo cierto es que lo consigue con una dignidad que pocas películas de su género ya tienen.
miércoles, 20 de marzo de 2013
JUNGLA DE CRISTAL. LA VENGANZA de John McTiernan - 1995 - ("Die Hard with a Vengeance")
Un misterioso hombre que se llama a sí mismo Simon ha llenado de bombas ocultas la ciudad de Nueva York. Sólo pide una cosa: que el policía John McClane, ahora divorciado, retirado momentáneamente del servicio y con un pie en el alcoholismo, participe en su juego, el “Simon dice”. Si no logra superar las malévolas pruebas que le propone, las bombas estallarán. John McClane accede a jugar y, una vez más, a convertirse en un héroe a su pesar. No va a estar solo: Zeus, un tendero negro y racista de Harlem, va a tener que ayudarle a salvar la ciudad, y también lo va a tener que hacer a su pesar. Juntos, tendrán que averiguar la identidad de Simon y el porqué de su odio a McClane.
Después del nuevo éxito de “La jungla II. Alerta roja”, dirigida por Renny Harlin, John McTiernan volvió a la saga para encargarse de dirigir su tercera parte. El cambio fue acertadísimo, ya que “Jungla de cristal. La venganza” volvió por lo menos a alcanzar el nivel de calidad de la primera entrega de las aventuras del policía John McClane e incluso introdujo unas más que gratas novedades, entre las que destaca la presencia del mejor de los aliados que hasta ahora ha tenido el mencionado protagonista, Zeus, al que da vida un genial Samuel L. Jackson, y una primera mitad del filme de aires detectivescos en la que ambos héroes (a su pesar, por supuesto) han de resolver un conjunto de retorcidos enigmas para salvar a la ciudad de Nueva York, amenazada por el hermano del villano de la primera parte (Alan Rickman), un también genial Jeremy Irons muy ajustado a su frío y deshumanizado papel.
Los efectos especiales son, de nuevo, más y mejores, pero esto no quita protagonismo en absoluto a una trama bastante imaginativa y con un cierto misterio cuya resolución está realmente bien economizada y que mantiene al espectador interesado en la historia desde el principio hasta el desenlace. En la antes mencionada primera mitad de la película (la mejor sin ninguna duda), John McClane y Zeus han de solucionar el grupo de problemas de inteligencia que el malvado Simon les ha propuesto, mientras que en la segunda han de enfrentarse directamente a él en el clásico espectáculo de acción frenética, luchas, disparos y explosiones ya más convencional pero no por ello aburrido. El humor mejora notablemente con respecto al de la segunda parte, con un McClane hastiado en horas bajas divorciado, retirado del servicio y con un pie en el alcoholismo que vive su aventura junto al referido Zeus, un tendero negro de Harlem muy racista que desprecia a los blancos basandose exclusivamente en sus prejuicios (lo repito: genial y brutalmente divertido Samuel L. Jackson). “Jungla de cristal. La venganza” es una trepidante tercera parte para una saga mítica y una de las últimas películas de acción verdaderamente destacadas de los años noventa (prácticamente la última). Hoy sigue estando a un alto nivel, aunque tampoco lo tiene nada difícil con la cantidad de porquerías que siguen ocupando las salas comerciales. Como curiosidad, la película estuvo a punto de llamarse “Simon dice” y de ser una obra independiente antes de, finalmente, acabar cerrando la entonces trilogía de John McClane.
martes, 19 de marzo de 2013
LA JUNGLA II. ALERTA ROJA de Renny Harlin - 1990 - ("Die Hard II")
Navidad. El Aeropuerto Dulles de Washington ha sido tomado por un grupo de mercenarios que piden la liberación inmediata de un dictador sudamericano que está a punto de aterrizar en dicho aeropuerto como prisionero. Sitiado el lugar, los aviones que lo sobrevuelan corren el riesgo de estrellarse al perder su combustible si los secuestradores no satisfacen pronto sus peticiones. En el lugar cunde el pánico. Sin embargo, nadie sabe que el hombre que liberó el edificio Nakatomi Plaza de Los Ángeles de los terroristas que lo asaltaron está en ese mismo aeropuerto, al que ha ido a recoger a su mujer, pasajera de uno de estos aviones. John McClane va a ser, por segunda vez, héroe a su pesar.
Renny Harlin es un director especialista en cine de corte familiar que no destaca por nada en especial. Autor de obras divertidas algunas, horripilantes otras y mediocres la mayoría, no tiene una personalidad destacada ni ninguna gran cinta digna de mención. Ha dirigido algunos grandes éxitos y, también, otros grandes fracasos. El género en el que mejor se ha movido ha sido el de la acción, aunque también ha realizado incursiones en otros. Su en líneas generales anodina filmografía se compone de las secuelas de terror y de acción “Pesadilla en Elm Street IV” y “La jungla II. Alerta roja”, de la comedia “Las aventuras de Ford Fairlane”, del filme de acción “Máximo riesgo”, de la película de piratas “La Isla de las Cabezas Cortadas” (con la que intentó resucitar el género – lo que no se logró hasta la llegada de “Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra” - y con la que se dio uno de los más sonados batacazos de taquilla de su década), el nuevo filme de acción “Memoria letal”, la película de terror y acción “Deep Blue Sea”, el filme deportivo “Driven”, el thriller “Cazadores de mentes”, la precuela de terror “El Exorcista: el comienzo”, el thriller de aventuras “La Alianza del Mal”, los nuevos thrillers “Cleaner” y “12 trampas” y el filme bélico "5 días de guerra".
Era de esperar que, después del enormísimo éxito de “La jungla de cristal”, no tardasen en llegar sus correspondientes secuelas. La primera de ellas fue “La jungla II. Alerta roja”, la más flojita de todas desde mi punto de vista junto a la quinta entrega, la que ahora está en las salas y que a mi me ha dejado por desgracia bastante frío. John McClane, de nuevo interpretado por Bruce Willis, que asentaba el carácter de su personaje más famoso en otro genial papel de héroe a su pesar, tiene que salvar de nuevo a su mujer y a otro grupo de personas de otros malvados terroristas en otra Navidad desafortunada y en otro lugar cerrado y aislado (un aeropuerto en este caso) que ha de usar como un arma más contra sus enemigos. Como pueden observar, el factor sorpresa no está ya por ninguna parte, y no sólo eso: “La jungla II. Alerta roja” no es únicamente una película que ya no sorprende, sino que además es prácticamente una copia de su antecesora (lo cual por lo menos no fueron las otras tres partes de la saga).
Eso sí, a pesar de esto no deja de ser esta segunda aventura de McClane una creación que, en líneas generales, y aún sin alcanzar a obras maestras como su antecesora u otros títulos míticos, está por encima de la media del resto de obras de su devaluado género: la dirección del mediocre Renny Harlin es aceptable, se incrementan las dosis de espectacularidad y de violencia, los efectos especiales son más y mejores, hay ahora tres villanos (tres, y uno es toda una sorpresa, lo cual siempre es de agradecer) con un carisma solvente (aunque no le llegan a los talones ni al anterior, Alan Rickman, ni al inmediatamente posterior, Jeremy Irons) y la acción sigue siendo frenética e imparable. La película no busca otra cosa salvo divertir, y como segunda parte de un clásico resulta en todo momento más que disfrutable. La saga mejoraría notablemente tras la marcha de Harlin de la dirección y el retorno de McTiernan para “Jungla de cristal: la venganza”.
lunes, 18 de marzo de 2013
LA JUNGLA DE CRISTAL de John McTiernan - 1988 - ("Die Hard")
John McClane, policía de Nueva York, viaja en Navidad a Los Ángeles para visitar a su mujer, que trabaja en una empresa ubicada en el imponente rascacielos Nakatomi Plaza. El edificio está desierto salvo por un pequeño grupo de empleados que celebran una fiesta navideña. Ocurre algo entonces: una banda de terroristas se adueña del lugar y logra engañar a la policía para que les dejen campar a sus anchas. John McClane, cuya presencia los invasores desconocen, se va a enfrentar a ellos desde las sombras con la única ayuda de Al Powell, un agente algo patoso pero valiente. Los terroristas pueden echarse a temblar.
“La jungla de cristal”, basada en la novela de Roderick Thorp “Nothing last forever”, es una de las más importantes sagas de la historia del cine de acción y su primera entrega es una de las películas decisivas de este cine durante su mejor década, la de los ochenta del pasado siglo, junto a obras como la entonces trilogía de Indiana Jones, “Acorralado”, “Depredador”, “Robocop”, “Arma letal”, “Arma letal II”, “Aliens. El regreso” o “Terminator” (en los noventa vendrían otras tantas geniales como “Terminator II” o las propias secuelas de esta cinta que nos ocupa, aunque el género comenzaría a decaer definitivamente hundido por una sobredosis de calcos mediocres de estos clásicos). Según he leído, “La jungla de cristal” fue concebida inicialmente como la segunda entrega de la exitosa “Comando”, aunque tras la negativa de Arnold Schwarzenegger a volver a protagonizarla se optó por rodar una película independiente que narrase una nueva historia y que estuviese protagonizada por un nuevo actor. El encargado de dirigirla fue el entonces destacado y hoy por desgracia tremendamente devaluado John McTiernan, y el actor elegido para dar vida al protagonista fue Bruce Willis, que tras ella pasó a convertirse en una de las grandes estrellas de Hollywood.
El personaje que interpretó Willis, el policía John McClane, un héroe a su pesar cínico, irónico, malhablado y de fondo bondadoso se convirtió en un icono de culto que ya forma parte de la historia del cine norteamericano de todos los tiempos. Mil veces imitada y hasta parodiada y con sus raíces bien ancladas en las películas de policías “sucios” clásicas y en el cine de catástrofes (los cuales revisita y moderniza ligeramente), “La jungla de cristal” narra la historia del referido policía, que ha de enfrentarse a la banda terrorista que ha tomado el rascacielos en el que trabaja su mujer y que, prácticamente solo (únicamente le ayuda un policía algo torpe pero valiente interpretado por Reginald Veljohnson, al que veríamos como padre de familia en la serie “Cosas de casa”) termina con ella empleando sus propias armas y utilizando el solitario edificio como una más. La acción es incesante, vertiginosa, brutal y espectacular como pocas veces se había visto antes: un festival de explosiones, peleas, disparos y sangre imparable y que, sin embargo, no es el protagonista absoluto (como tristemente suele ocurrir), ya que la trama, muy bien desarrollada y con gran pulso, mantiene el interés desde el principio hasta el final. Willis entrega una genial interpretación, al igual que hace un excelente y tremendamente carismático Alan Rickman como el villano de turno, un villano que también se ha hecho con un lugar en el podio de los "malos míticos" de Hollywood. “La jungla de cristal” fue uno de los mayores éxitos de toda esa década que terminaba. Lo mismo le ocurrió a sus hasta ahora cuatro secuelas (de irregular calidad ya aunque aceptables en su conjunto).
domingo, 17 de marzo de 2013
THE DEVIL INSIDE de William Brent Bell - 2012 - ("The Devil Inside")
La joven Isabella viaja a Roma para asistir a una escuela de exorcismos con el objetivo de grabar un documental sobre ellos. Allí empieza a recoger con su cámara las actividades de Ben y David, dos sacerdotes que se dedican a expulsar a los demonios de las personas poseídas. Isabella busca algo más: aclarar lo que le ocurrió a su propia madre, que fue a su vez poseída hace veinte años... Sin embargo, en su investigación va a encontrar una terrible pesadilla.
William Brent Bell ha dirigido hasta la fecha tres películas: "Sparkle and Charm", "Stay Alive" y "The Devil Inside". Dos de ellas por lo menos son de terror (de la primera no se nada).
El estilo del "falso documental que en realidad podríiiiiiiiiiiia haber sido real" que popularizó (ya no sé a estas alturas si para bien o para mal) "El Proyecto de la Bruja de Blair" se pasa ahora a las posesiones diabólicas con "The Devil Inside", una de las mayores infamias fílmicas del pasado 2012, una bazofia que se publicitó con el rollo (no sé si verdadero, ni me importa) de que el Vaticano había intentado prohibirla para atraer a más incautos a las salas palomiteras con el morbo facilón y baratuno. La cosa es la de siempre: unos señoritos y señoritas empiezan a grabar sus exorcismos y la cosa se descoloca y acaban grabando una pesadilla de la que no saben sin saldrán con vida (ustedes que creen a estas alturas... juas) y "tío, parece que todo ocurrió en realidad, wow". Vaya, es lo de siempre, lo que está ahora de moda, pero esta vez ya no sólo se presenta manido, sino que también se presenta sin miedo (no hay un puñetero susto efectivo en la cinta, pero es que ni uno, de verdad, ¿cómo es posible?), sin gracia (los personajes son cartones hasta límites insospechados, y los de los "curas modernikis" son para mear y no echar gota), aburridísimo y sin ritmo ninguno (no se puede destinar más sopor en... 83 minutos) y sin efectos especiales que merezcan la pena (las manifestaciones diabólicos están tan vistas ya y presentan tan pocos elementos novedosos que dan penita y se quedan en cutres imitaciones de cosas vistas en "El Exorcista" y otros clásicos del género... de hace tres y cuatro décadas). En fin, si estas cositas fallan, una película de terror falla en todo. En serio, "The Devil Inside" es un tópico-típico infumable, que se hace eterno y que apenas pasa de la hora y pico de duración, que presenta un refrito infame de tonterías que ni siquiera resulta resultón (valga la redundancia), que produce vergüenza ajena (por cierto que los diálogos son también para echarse a temblar) y que se olvida a los cinco minutos (por suerte). Nada más por hoy: el demonio sí que lo tengo yo dentro por haber perdido mi tiempo con esta porquería.
viernes, 15 de marzo de 2013
DENTRO DEL LABERINTO de Jim Henson - 1986 - ("Labyrinth")
Sarah es una adolescente con una imaginación desbordante que ha de quedarse una noche en casa a cuidar de su hermano pequeño Toby porque sus padres, dos adultos aburridos, van a salir. Hastiada de la situación, clama para que los duendes se lleven al bebé para que la deje tranquila... Y entonces Jareth, el malvado rey de estas criaturas, se le aparece, lo secuestra y le pone una prueba: si quiere rescatarlo, ha de cruzar su retorcido laberinto en tan sólo trece horas. Sarah, transportada a este lugar mágico, comienza su aventura... Va a encontrar multitud de peligros. Pero, contra todo pronóstico, también va a descubrir la verdadera amistad.
"Dentro del Laberinto" fue la segunda película que Jim Henson dirigió para la gran pantalla que se apartaba de su mundo de "Los Teleñecos" tras la genial "Cristal Oscuro" y, por desgracia, la última, ya que murió prematuramente de una neumonía en 1990 con tan sólo 54 años. Se repiten las constantes de la mencionada cinta de 1982: se narra un cuento de hadas en el que priman los valores de la amistad, la camaradería, la bondad y la valentía aunque se le otorga un toque ciertamente siniestro que lo aleja del cuento para niños al uso para emparentarlo con los cuentos clásicos más oscuros. El reparto vuelve a estar compuesto por marionetas, aunque se le suman en esta ocasión dos actores reales cuyas interpretaciones han quedado para los anales y son ya icónicas en el cine fantástico de todos los tiempos. La primera es una jovencísima Jennifer Connelly, que da vida a la ingenua pero valerosa protagonista; el segundo es David Bowie, que hace lo propio con el malvado de la función (y que además canta, baila y que creó cinco de las canciones de la película). "Dentro del Laberinto", inspirada claramente en clásicos como "Alicia en el País de las Maravillas", "El Mago de Oz" o "La Historia Interminable", es una joya en todos los aspectos: Jim Henson equilibra a la perfección el ritmo de la acción para combinar sin fisuras escenas de corte intimista (el inicio con Connelly sufriendo la soledad de la "diferente" en el mundo real es maravilloso), momentos de pura aventura, partes musicales, claves cómicas y hasta un toque con ecos de erotismo (la relación entre Sarah y Jareth está cargada de deseo y de repulsión a la vez y de tensión sexual y resulta tremendamente sugerente, sobre todo en momentos que tienen su cierta ambigüedad como el baile de máscaras) y regala una cinta que no ha envejecido en absoluto y que es disfrutable tanto por los más pequeños como por los mayores de todas las generaciones.
Por supuesto, no olvido comentar lo que la ha hecho sobre todo maravillosa. En primer lugar, sus personajes, porque a los mencionados Connelly y Bowie hay que sumar un plantel maravilloso de marionetas que desbordan carisma, personalidad y buen hacer por los cuatro costados: desde el ambiguo pero finalmente bondadoso enano Hoggle hasta el tierno monstruo Ludo pasando por el caballeroso perro mosquetero Sir Didymus y su "caballo" Ambrosius o por la delirante corte de duendes del Rey Jareth (y quedan muchos, muchísimos más por mencionar, porque el plantel de criaturas que Henson se labró para esta película es sencillamente apabullante). En segundo lugar, no hay que olvidar los escenarios, que recrean toda clase de lugares tan pesadillescos como bucólicos con todo lujo de detalles evocadores. "Dentro del Laberinto" es, junto a "Cristal Oscuro", una absoluta obra maestra de culto y uno de los más grandes clásicos del cine de marionetas de todos los tiempos. Qué pena que Jim Henson nos dejase tan pronto.
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