Porco Rosso

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lunes, 14 de julio de 2014

TODOS ESTÁN MUERTOS de Beatriz Sanchís - 2014 - ("Todos están muertos")


Madrid. 1996. Lupe fue, junto a su hermano Diego, una de las grandes estrellas de la música de la Movida Madrileña de los años ochenta. Ahora, sin embargo, ha abandonado su pasión y vive encerrada en su casa víctima de la agorafobia y de la depresión, desatendiendo a un hijo adolescente que no la soporta y viendo cómo la relación con su madre se deteriora cada vez más. Lupe vive estancada en el pasado: desde que Diego murió en un accidente de coche cuando volvían de un concierto no ha levantado cabeza. Algo, sin embargo, está a punto de lograr que lo haga... Y que se enfrente por fin a los traumas que no la dejan vivir.


El debut en el largometraje de Beatriz Sanchís es una propuesta, dentro de un cine español habitualmente poco interesante por estar anquilosado en las mismas fórmulas y en los mismos argumentos de siempre (sé que suena a tópico o incluso a crítica despiadada, pero es que creo que es absolutamente cierto salvo honrosas excepciones), fresca, original, divertida y de calidad. Diferente en definitiva. Sí, hay vida inteligente en el cine español, por lo menos de vez en cuando. "Todos están muertos" es un drama familiar novedoso que sabe aplicar un toque de cine fantástico de forma lúcida y correcta y que homenajea a los míticos tiempos de la Movida Madrileña con cariño y sin caer en tópicos gruesos. Los numerosos asuntos que Sanchís trata en su debut (las relaciones familiares y especialmente entre hermanos y entre madres e hijos, el despertar de la sexualidad, el descubrimiento de la homosexualidad, las pérdidas personales, la frágil amistad de la adolescencia, el paso del tiempo, el olvido artístico, las frustraciones vitales y las enfermedades mentales derivadas de ellas, la muerte, la redención, la necesidad de solucionar los problemas del pasado para cerrar los traumas y las heridas...) están expuestos y desarrollados sin fisuras y perfectamente integrados en el todo de la obra. Los personajes tienen carisma y están magníficamente interpretados (Elena Anaya, como siempre, está genial en un papel que transpira dolor y ternura y Nahuel Pérez Biscayart está absolutamente inmenso en todo su "desgarbo") y el ritmo es el justo y el necesario para seguir esta odisea vital costumbrista con interés desde un primer momento.


No sería "Todos están muertos" lo que es igualmente sin su espléndida ambientación. Situada en el Madrid de 1996, de esa segunda mitad de los noventa que musicalmente ya ha sido conquistada por sonidos y bandas que son en su mayoría extranjeras (la referencia al "grunge" y a Nirvana está ahí claramente tanto en la música como en la estética) pero que todavía tiene un pie en la anterior década (la de la mencionada Movida Madrileña, donde la música española vivió uno de sus "boom" más importantes), la obra retrata una época de transición (pronto llegaría la revolución de internet) con un ojo agudo. Los homenajes, como he dicho, son lúcidos y no abusan del tópico. Diego y Lupe son, claramente, una suerte de Eduardo Benavente y Ana Curra, miembros básicos de las míticas bandas "Alaska y Los Pegamoides" y "Parálisis permanente" y muerto el primero en un accidente de coche con sólo 21 años cuando volvía de un concierto. Además, el hecho de que la madre de ambos sea mexicana hace referencia a la cantante Alaska, que nació en México y vivió en este país hasta los diez años, cuando se trasladó a Madrid. "Todos están muertos" es una propuesta novedosa y fresca. Recomendable.


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