Porco Rosso
martes, 15 de julio de 2014
DELITOS Y FALTAS de Woody Allen - 1989 - ("Crimes and Misdemeanors")
Cliff es un director de cine de Nueva York al que las cosas no le marchan especialmente bien: se ha visto obligado a aceptar un encargo repugnante... Rodar un documental sobre la vida y la persona de su cuñado, un productor de televisión rico, esnob y creído de sí mismo. Para colmo, se siente atraído por una joven inteligente y sensible... A la que también corteja su despreciable familiar. Judah es un oftalmólogo muy reputado en toda la ciudad pero su vida está a punto de irse al traste porque su ex amante pretende sacar a la luz su relación para arruinarle su reputación y su matrimonio. El hermano de Judah se mueve en los bajos fondos y le propone algo: asesinarla. Judah se enfrenta al peor dilema moral que nunca pudo imaginar. Las historias de Cliff y de Judah van a cruzarse.
Los años ochenta fueron una de las mejores décadas creativas para Woody Allen. Cuajada de obras maestras, se cerró en 1989 con "Delitos y faltas", una de las mejores películas de la carrera del neoyorkino y una de sus "tragicomedias" más amargas e influyentes (su asunto central se repetiría en otras cintas suyas como la también maravillosa "Match Point"). Dos historias se entrelazan: la primera es la de un director de cine que ha de rodar por encargo un documental sobre su altanero cuñado, al que desprecia. Está protagonizada por el propio Allen, que da vida a su personaje "de siempre" y contiene la parte cómica del conjunto (aunque en este caso se trata de una comedia ciertamente más amarga de lo que suele ser habitual en su cine). La segunda conforma el grueso del filme, y pone a un absolutamente genial Martin Landau a las puertas de un dilema moral sobre cometer o no un acto monstruoso como es el asesinato. El tema de esta historia: el crimen que queda sin resolver, la injusticia que se queda sin castigo a los ojos de la historia, de la naturaleza, del destino, de Dios. Allen realiza una de sus reflexiones más tristes en este segmento que se termina uniendo al de la primera historia con lucidez e ironía y, como he dicho, Landau da vida de una forma soberbia al personaje que pierde su humanidad y al que no puede salvar de ello ni su dinero, ni su clase alta, ni su supuesta superioridad intelectual. La vida sigue y las injusticias se quedan ahí, flotando, listas para desaparecer y ser olvidadas por la erosión tal vez lenta pero implacable del tiempo. ¿Qué se puede hacer contra esto? El desasosiego es tremendo.
"Delitos y faltas", cómo no, goza de unos diálogos magníficos cargados de cruel ironía (especialmente cruel en este filme) y vuelve a realizar un retrato crítico de la sociedad neoyorkina (y norteamericana en general, y de más allá) de las clases altas y de los intelectuales esnobs; todos quedan aplastados por su vanidad, por sus aires de superioridad, por su creencia de que el dinero lo puede todo y por su hipocresía social. Junto al asunto principal se vuelven a desarrollar otros como las relaciones de pareja o familiares, el sexo, la religión o la búsqueda de ese sentido de la vida que a sus personajes parece faltarles. Una Nueva York ligeramente más oscura y triste que la de otros filmes del director y con aires de obra negra e incluso "chabroliana" es por supuesto el escenario protagonista de la obra, que es maestra. "Delitos y faltas" es otra de las películas imprescindibles de este enorme director.
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