Porco Rosso

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martes, 18 de junio de 2013

ARIEL de Aki Kaurismaki - 1988 - ("Ariel")


Taisto Kasurinen es un minero sin trabajo que ha sido acusado de un crimen que no ha cometido. Huyendo de la justicia se enamora de una mujer pluriempleada pobre y con un hijo pequeño y también encuentra a su mejor y único amigo, otro hombre que como él es un proscrito pero que es bondadoso y leal. Taisto quiere, junto a ellos, escapar de Finlandia y empezar una nueva existencia en otro país. Las cosas no van a ser nada fáciles.


En la segunda entrega de su "Trilogía Proletaria", Aki Kaurismaki aborda dos asuntos que no abordó en la primera, "Sombras en el paraíso", ni tampoco en la tercera, "La muchacha de la fábrica de cerillas"; la violencia oculta de la sociedad finlandesa y la emigración en busca de un futuro más prometedor. Las bases de "Ariel" son similares a las de la mencionada primera entrega del tríptico obrero del director. Básicamente, ambas son historias de amor y redención en los brazos de un ser similar, es decir, marginal, anodino y fracasado pero que, como todos los de Kaurismaki, se enfrenta a su destino con una dignidad humanísima para intentar cambiarlo. Aquí, sumergidos en una espiral de crimen, corrupción y brutalidad, los dos amantes intentan cambiar la dirección que una vida sin oportunidades en una sociedad deshumanizada quiere imponerles; quieren huir de una Finlandia que ya no les quiere para escribir en una página en blanco en una nueva tierra, en una nueva ciudad. Además, a la pareja la acompaña un amigo inesperado que, por supuesto, es también un ser marginal.


Kaurismaki, apoyándose en ciertos homenajes al cine negro clásico, narra en "Ariel" una fascinante trama de corrupción y de decepción pero también de amor y de amistad: sólo los sentimientos verdaderos y sinceros pueden salvar a los protagonistas de una sociedad podrida. El estilo vuelve a ser el mismo, el que siempre será ya: el de los diálogos escuetos y los largos silencios, el de las acciones pausadas y los planos extensos, el de la sobriedad intimista total en beneficio de una buena historia, una historia social abierta a la esperanza y con un precioso desenlace.

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