Porco Rosso

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viernes, 12 de abril de 2013

HARAKIRI de Masaki Kobayashi - 1962 - ("Seppuku")


Japón está viviendo un tiempo de paz pero también de pobreza y de miseria. Miles de ronin, samuráis sin dueño y sin clan, vagan por las calles y por los campos buscando trabajo y comida y cometiendo atrocidades para salir adelante. Un buen día, en la honorable Casa Iyi, aparece un viejo y harapiento ronin llamado Tsugumo Hanshiro que pide, ante su imposibilidad de encontrar una ocupación para su katana, permiso para hacerse el seppuku en el seno de la misma casa. Su propuesta es aceptada. Pero Tsugumo no ha venido sólo para acabar con su vida. Tsugumo ha venido a contar una historia antes de morir...


El japonés Masaki Kobayashi fue uno de los cineastas de la Generación de la Posguerra de su país de los años cincuenta y sesenta junto a otros grandes autores como Kaneto Shindo o Kon Ichikawa, la generación que precedió a la de Kurosawa, Mizoguchi y Ozu. No existe todavía, en internet por lo menos, demasiada información sobre su vida y su obra, ya que de sus 22 películas hay muchas que todavía no han llegado a Europa y ni siquiera en la red están todas en buenas condiciones (aunque por suerte cada vez son más las que se están editando o colgando en diversas páginas debido al interés que han suscitado las que se han publicado o al éxito del remake de su obra maestra "Harakiri" dirigido por el polémico Tahashi Miike). Como tantos creadores, Kobayashi ha sido uno de esos inmensos olvidados de occidente. De su filmografía, que yo tenga conocimiento, hemos podido ver por estos lares la cinta de terror "El Más Allá", la genial "Harakiri", "Samurai Rebelion", drama de acción de samuráis y la maravillosa y fascinante "La condición humana", soberbia trilogía antibelicista. Este mismo antibelicismo ha sido siempre uno de los grandes asuntos de su obra, pues al parecer Kobayashi luchó por "obligación" durante la Segunda Guerra Mundial y nunca se sintio orgulloso de ello e incluso tuvo problemas con la jerarquía militar de su país. Tengamos esperanza en poder disfrutar, lo más pronto posible, del resto de su filmografía.


Masaki Kobayashi presentaba en 1962 "Harakiri", una de las mejores películas de samuráis de la historia y la que para muchos es su obra maestra indiscutible. Fiero pacifista, Kobayashi fue, como tantos de sus compatriotas, reclutado para combatir durante la Segunda Guerra Mundial, uno de los episodios más desastrosos y vergonzosos de la historia moderna de Japón. Durante esta contienda, para expresar su profundo desprecio hacia la guerra y hacia las instituciones relacionadas con ella, no aceptó el cineasta, obligado a luchar, los ascensos en la jerarquía militar que le ofrecieron. A su retorno, películas como la que comentamos no harían sino criticar esta jerarquía y sus reglas desde la postura del posibilismo, utilizada por otros compañeros de gremio como Kenji Mizoguchi. Ambientándola en el pasado lejano de su país, Kobayashi realiza en "Harakiri" un brutal ataque a la moral y a las tradiciones japonesas de antaño que, en su momento, todavía seguían vigentes (muchas de ellas fueron, según algunos autores, las causas de hechos tan terribles como la misma Segunda Guerra Mundial en Asia).



En "Harakiri" se narra la historia de Tsugumo, un viejo ronin (samurai sin dueño y sin clan) arruinado y sin trabajo con las armas (algo que era considerado deshonroso) que, en tiempo de paz, pide a una noble casa de samuráis que le permita practicarse el seppuku en sus instalaciones (rito consistente en abrirse el vientre y ser decapitado que se consideraba una práctica honorable para un samurai, ya que le otorgaba fama y reconocimiento y hasta un “pasaje de primera clase” para el más allá). La casa acepta y Tsugumo se dispone a llevar a cabo su ritual. Sin embargo, algo extraño empieza a ocurrir: Tsugumo les cuenta a los guerreros de esta casa, antes de morir, una historia: la suya propia, una historia que destapa todo el horror de un mundo injusto y en plena decadencia. Poco a poco, lo que parecía una trama simple, se va desmadejando y abriendo en una complicadísima historia que atrapa al espectador irremisiblemente hasta su apoteósico desenlace. Tsugumo ha visitado al clan para algo más que para pedir su derecho al seppuku…: algo que el clan no piensa permitir. La visión que da Kobayashi de las tradiciones de los samuráis es brutal y sin concesiones: les presenta como seres inhumanos que, por su concepto enfermizo del honor, lo sacrifican absolutamente todo. Es el suyo un ataque directo a las tradiciones japonesas del pasado y de su momento y, también, al código militar japonés, que al parecer no difería demasiado del de los samuráis.


La película está estructurada basándose en una narración en presente que va saltando a distintos flashbacks que iluminan el pasado de Tsugumo, pasado que narra él mismo. Violenta y descarnada (cuenta con una larga y agónica escena en la que asistimos a un seppuku), está rodada en blanco y negro y en espacios muy cerrados y sin apenas elementos, y está retratada en unos tonos oscuros que simbolizan la decadencia en la que se encuentra sumida la clase de los samurai. “"Harakiri" es un filme crepuscular en todos los aspectos. Su inicio y su desenlace no pueden mostrarlo mejor: la armadura monstruosa en las tinieblas, el clan glorioso que cae en la deshonra aunque nadie vaya a enterarse. En este aspecto, "Harakiri" es también una inmisericorde crítica a la manipulación histórica: Tsugumo hiere la dignidad del clan pero es olvidado, es borrado de todos los escritos y eliminado de la historia del mismo clan. Sin embargo, su herida no es jamás curada, y el clan parece destinado a desaparecer a partir de ella, como los propios samuráis, una clase social opresiva y oprimida por sí misma y por sus tradiciones absurdas. Un símbolo de esta inminente desaparición es el arma de fuego, un arma moderna que se enfrenta directamente a la vieja katana y que le gana, arma con la que los honorables samuráis del clan atacan a Tsugumo firmando su propia caída en el deshonor. “"Harakiri", protagonizada de manera soberbia por el gran Tatsuya Nakadai, es una película genial, una de las obras de samuráis más injustamente olvidadas pero una de las más grandes de la historia del séptimo arte.


1 comentario:

  1. ¡Peliculón! Absolutamente maravillosa, aunque aún me gusto más "Samurai Rebellion", la cual no puedo describir con palabras. Sencillamente magistral, Toshiro Mifune incluido.

    Un saludo

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