Porco Rosso

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martes, 14 de febrero de 2012

LA ESPÍA QUE ME AMÓ de Lewis Gilbert – 1977 – (“The Spy Who Loved Me”)


En el océano Atlántico han desaparecido sin dejar rastro submarinos tanto rusos como británicos, por lo que ambas potencias encargan a dos de sus mejores agentes la investigación de lo ocurrido. Gran Bretaña da el caso a James Bond, mientras que Rusia hace lo propio con la bella y letal Anya Amasova. Ambos, trabajando juntos, descubren que detrás de todo está el megalómano millonario Karl Stromberg, que desde su base submarina pretende hundir el planeta bajo las aguas para crear una nueva sociedad perfecta subacuática. Stromberg además tiene un poderoso y brutal aliado: Tiburón, el asesino de la mandíbula de acero. Bond y Anya van a pararles los pies a ambos pero se van a encontrar con un inesperado problema... 007 mató durante una misión al novio de Anya, por lo que ella le jura que, si salen vivos de su trabajo conjunto, le matará a él como venganza...


Con "La espía que me amó" se produce una baja importante entre los productores de la saga de James Bond: Harry Saltzman se retira de la franquicia (para dedicarse, entre otras cosas, a otros negocios y al teatro, una de sus grandes pasiones), lo cual deja a Albert R. Broccoly como único encargado de ella. "La espía que me amó" es otra de las mejores películas de Roger Moore como 007 y la que, desgraciadamente, marca el punto en el que todo empieza a decaer artísticamente. Tras ella llegaría la peor película de James Bond de la década de los setenta, "Moonraker", tras la que la saga alzaría el vuelo con la excelente "Sólo para sus ojos" para volver a caer con las flojas "Octopussy" y "Panorama para matar", que ya jubilaría a un Moore bastante agotado y viejo que sería sustituido por Timothy Dalton. "La espía que me amó" supone el reencuentro de 007 con el mundo de la acción acuática que ya visitó en la cansina "Operación Trueno", cansina precisamente por el lastre de sus escenas bajo el agua, que en este nuevo filme ya se muestran dinámicas, divertidas e imaginativas (en el mencionado "Operación Trueno" eran lentas, aburridas y, además, largas, muy largas) gracias en gran parte a los grandes inventos que Q tiene listos para la ocasión (como la moto acuática o el Lotus submarino –verdaderamente delirante-) y que el malvado de turno, Stromberg, también usa (como su enorme base submarina, con aspecto de pulpo y ecos de las novelas de Julio Verne), inventos que permiten lucirse como nunca a los efectos especiales.


James Bond se enfrenta a un nuevo villano tremendamente pulp que quiere destruir el mundo (se vuelve a la fórmula Blofeld y SPECTRA) sumergiéndolo en los mares para crear una nueva sociedad perfecta subacuática alejada de la decadencia de las grandes potencias de la tierra firme. Este villano, interpretado por el alemán Curd Jürgens (al parecer en un primer momento barajado como hermano de Goldfinger), si bien es el primero de la saga en mostrarse algo falto de carisma en general (es un megalómano bastante plano y tópico), cumple con su cometido y aporta una presencia destacada, presencia que sin embargo (y tal vez por esto se vea falto de carisma) es completamente aplastada por los dos grandes secundarios de éste filme, los mejores vistos en la saga desde hace mucho tiempo: la chica Bond Anya Amasova, agente del KGB rival de Bond, y el villano secundario Tiburón. La primera, interpretada maravillosamente por Barbara Bach (mujer del batería de los Beatles, Ringo Starr), aporta una de las mejores relaciones de 007 tras la mantenida con su esposa asesinada en "007 al Servicio Secreto de Su Majestad" (relación que es mencionada en este filme con tristeza): Bond mató en una misión al novio de Anya, y, aunque ahora se ve obligada a trabajar con él, ella jura matarle igualmente. Por supuesto, las tornas cambian (como era de esperar) y se desarrolla la segunda historia "de amor" del agente británico, historia que por desgracia no va más allá de este filme (Anya Amasova no volverá a aparecer en la saga, lo cual a muchos fans no les gustó nada -es, como Felix Leiter, otro personaje tremenda e inexplicablemente desperdiciado por EON-). Este es el principal aliciente de "La espía que me amó", casi la única película de la etapa Roger Moore que profundiza en el personaje más allá de su clásico ligue de siempre, mientras que también ayuda a redondear el resultado final el hecho de que, por fin, existe un personaje femenino plenamente antimachista en la saga, una espía competente, dura y brutal por momentos que sabe valerse por sí misma.


Por otra parte, el otro gran secundario es Tiburón, el asesino de la mandíbula de acero (más pulp imposible) que hizo famoso al enorme Richard Kiel y que volvería a aparecer en la horrenda "Moonraker", en la que se redimiría de su vida de muertes. Tiburón, perseguidor incansable de 007, se transformó tras este filme en otro de los villanos clave de la saga junto a Dr. No, Goldfinger, Blofeld o Scaramanga. Tal vez por eso el principal de este filme, Stromberg, se vea tan desplazado. Hay que señalar además que también hace acto de presencia por vez primera en "La espía que me amó" el también carismático General Gogol, un militar ruso al que siempre dio vida Walter Gotell y que, siendo el jefe de Anya, aparecería hasta "007: Alta tensión" como personaje poderoso y ambiguo que, si bien no simpatizaba con los villanos de turno de los filmes, tenía a menudo intereses ocultos contrarios a los de los británicos (la saga se mete ligeramente en política, pero lo hace sin decantarse del todo por un bando u otro –por lo menos hasta la mencionada y bastante irregular "007: Alta tensión", la única cinta de la franquicia claramente anti-soviética-).


Respecto a los demás méritos de "La espía que me amó", hay que decir que está dirigida con gran pulso y nervio por Lewis Gilbert, que vuelve a la franquicia tras la también excelente "Sólo se vive dos veces", y que tiene escenas de acción memorables como las submarinas, las luchas contra Tiburón (un verdadero destructor de escenarios), las persecuciones de coches o la huída en el último momento de la base de Stromberg. Además, la historia de amor entre espías es el verdadero aliciente de un filme que, más que de espionaje, es ya de aventuras, como serían casi todos los posteriores de Moore exceptuando a "Sólo para sus ojos".

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