Porco Rosso

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domingo, 12 de septiembre de 2010

RIÑA EN UN CAFÉ de Fructuós Gelabert - 1897 - ("Riña en un café")

En un café, dos hombres compiten por las atenciones de una dama. La competencia es tan reñida que los dos la emprenden a mamporros y toda la sala estalla en el caos.

Después de que “el cine” fuera “inventado” por los hermanos Louis y Auguste Lumière en Francia y/o por Thomas Alva Edison en los Estados Unidos (siempre seguirá abierto el debate sobre quien lo hizo primero), se presenta, en 1895 en España, y concretamente en Madrid, el kinetoscopio de Edison, que es recibido con muy poco éxito por el público. Un poco más tarde llega la máquina de los Lumière, traida por uno de los empleados que enviaron a grabar y a difundir el invento por Europa, Alexandre Promio, que fue el autor de las primeras imágenes cinematográficas rodadas en España, realizadas al estilo de lo que hacían los propios Lumière: escenas cotidianas simples rodadas en un solo plano a menudo general, sin argumento salvo el de la propia escena. Fue especialmente conocida en la "obra" de Promio “Plaza del puerto de Barcelona”. Después llegan Eduardo Jimeno con “Salida de misa de doce del Pilar” y José Séller con “Entierro del General Sánchez Bregua”. Sin embargo, como los propios Lumière y el propio Edison, todavía está por ver si a estos pioneros de la imagen en movimiento se les puede llamar “autores”, cosa que ya se puede hacer con seguridad con el catalán de origen mallorquín Fructuós Gelabert. Nació en Barcelona y fue mecánico, ebanista y aficionado a la fotografía hasta que construyó su propia cámara de cine, con la que empezó a rodar sus propios guiones, entre los que se encuentra la primera película de ficción rodada en España: “Riña en un café”. Gelabert comenzó a presentar sus películas bajo un toldo en plena calle, desde donde pasó a dirigir proyectos por encargo de las primeras productoras primitivas y otras obras personales. Con un gran sentido de la composición y del encuadre, llegó a rodar cintas verdaderamente artísticas basadas en escenas cotidianas, en adaptaciones literarias y también documentales, y experimentó con vistas variadas, panorámicas, rótulos superpuestos e incluso ensayó una forma muy rudimentaria de cine sonoro al hacer que durante las proyecciones los propios actores recitasen sus diálogos. Con un gran éxito popular en sus inicios, rechazó una oferta de marcharse a rodar a los Estados Unidos y trabajó para Films Barcelona, para la Gaumont y para Films Cabot hasta fundar su propia productora: Boreal Films. Por desgracia, no le duró mucho. Gelabert entró en declive en la industria en constante cambio de los primeros años del séptimo arte y hubo de vender la Boreal a Studio Films para dedicarse al estudio y a la mejora de aparatos como el Cine-Gar, que inventó para los hogares pero que fracasó estrepitosamente. Obligado por la necesidad a rodar documentales, realizó en 1928 una película: “La puntaire”, que fracasó también por ser una cinta muda en una época en la que el público ya quería ver cintas sonoras. Fructuós Gelabert abandonó triste el cine y se encerró en su taller hasta 1952, cuando rodó con amigos y familiares una versión moderna de “Riña en un café”. Injustamente olvidado hasta la revalorización que se le ha otorgado en nuestros días, el padre del cine español dejó muchas obras en su vida, de las que por desgracia no se conserva casi ninguna: la comentada “Riña en un café”, “La salida de obreros de la España Industrial”, “Los guapos de la Vaquería del Parque”, “El guardia burlado”, “Los primeros calzoncillos de Toni”, “Baño imprevisto”, “Terra Baixa”, “María Rosa”, “La Dolores”, “Guzmán el Bueno”, “Mala raza”, “El Doctor Rojo”, “El sino manda” o “La puntaire”.

Rodada con la cámara que él mismo se había construído, “Riña en un café” narraba, ya con un guión dramático plenamente definido en la época, un hecho cotidiano cualquiera: la pelea de dos hombres por una mujer en la tertulia de un café, rodada, al parecer, en clave de comedia y utilizando los medios antes comentados con los que el autor experimentó y con los que revolucionó el cine de finales de siglo. El único fotograma que queda de su versión original de 1897 es el que se muestra en la foto de arriba. Muy insuficiente. Una lástima que no se conserve casi nada de este autor tan injustamente menospreciado en su época. La mayor parte de su prolífica filmografía se perdió por completo, desaparecida, corrompida, destrozada y mal cuidada. Casi dan ganas de llorar.

1 comentario:

  1. Felicidades, tu comentario es verdadera historia de nuestro cine. Gracias

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