Porco Rosso

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martes, 8 de mayo de 2018

LA ISLA DE GIOVANNI de Mizuho Nishikubo - 2014 - ("Giovanni no Shima")


La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar. Junpei y Kanta son dos niños japoneses que viven en su pueblo pesquero de siempre en la isla de Shikotan. La noticia de la derrota es recibida en el tranquilo lugar con consternación y tristeza: Japón ha sido finalmente humillado y varios de los adultos que les rodean no terminan de asimilar que esto haya ocurrido. Y las cosas cambian radicalmente a partir de este momento para ellos y sus familias y vecinos: los rusos desembarcan en Shikotan y la ocupan. La convivencia entre ambas culturas va a ser desde un primer momento complicada.


Mizuho Nishikubo es un animador japonés que ha trabajado en series famosas en su país como "Belfy y Lillibit", "Vacaciones de verano", "Los Caballeros Blancos", "Video Girl Ai" y "Otogi Zoshi". Entre sus películas más fáciles de encontrar en occidente destacan "Radio City Fantasy", "Musashi: The Dream of The Last Samurai" y la comentada "La Isla de Giovanni".


Uno de los asuntos menos tratados (o por lo menos en películas que hayan llegado a occidente) de la animación japonesa es su relación con Rusia, país vecino con el que han tenido sus sonados encontronazos a lo largo de su habitualmente cerrada y endogámica historia. "La Isla de Giovanni" narra un episodio real acontecido justo al término de la Segunda Guerra Mundial en el que ambas culturas, radicalmente diferentes, se encuentran en la pequeña isla de Shikotan, que hoy en día pertenece al país ruso pero que Japón reclama desde hace muchas décadas. Dos hermanos japoneses viven en su pueblo de siempre en esta isla y, al finalizar la mencionada Segunda Guerra Mundial, han de compartir su tierra con las fuerzas de la ocupación rusa. El filme es duro y crudo, triste, pero también abierto a la esperanza. Retrata, una vez más, lo que supuso la derrota en esta contienda de Japón: la humillación, la caída del patriotismo, las heridas sociales abiertas que dejó. Tres generaciones se enfrentan a este hecho traumático, y cada cual la afronta de una forma: los niños, los padres (y el tío alegre y desenfadado) y los abuelos se encaran con una época oscura de sueños destrozados, de represión, de tiranía y hasta de campos de concentración (la estancia de japoneses en estos campos rusos es un asunto en general poco visitado también). Todos los personajes están muy bien delineados y desarrollados, y Mizuho Nishikubo, el director de la cinta, se aleja del maniqueísmo al conceder la misma importancia y sobre todo la misma humanidad a sus compatriotas y a los rusos, que también son presas de una situación de guerra absurda en la que posiblemente tampoco han querido entrar y que en gran parte les supera.


El filme está dirigido en todo momento con ritmo, con fluidez, con un gran sentido del drama que equilibra los momentos más sentimentales con los más brutales y tiene varias escenas que ponen los pelos de punta y que se quedan para el recuerdo, amén de un desenlace que es capaz de llegar sin problemas al corazón del espectador y sin hacer trampas efectistas. Su ojo revisionista histórico es agudo y crítico además, y el mensaje del conjunto, pacifista y a favor del entendimiento cultural, es lúcido y coherente en todo momento y está perfectamente encarnado en los niños, los personajes más puros y buenos, no contaminados por ideas tóxicas de los líderes locos que llevan a sus pueblos a morir por ellos. La animación es una delicia y los escenarios son fantásticos. "La Isla de Giovanni" es una joyita del último cine japonés muy recomendable.


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