Porco Rosso

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jueves, 2 de noviembre de 2017

LOS PUENTES DE MADISON de Clint Eastwood - 1995 - ("The Bridges of Madison County")


Tras la muerte de Francesca, una anciana viuda que llevaba una vida tranquila en su granja, en el pueblo de Madison en el que se casó, sus dos hijos descubren, entre sus cosas, indicios de que su madre tuvo una breve y apasionada relación, cuando ellos eran pequeños, con un fotógrafo llamado Robert Kinkaid. El pasado se empieza a abrir ante ellos... Y descubren una historia que nunca imaginaron que hubiese tenido lugar.


Y después de una obra maestra como "Un mundo perfecto", viene otra: "Los puentes de Madison". Clint Eastwood está en su mejor etapa, y brilla con luz propia en casi cada película desde "Bird", y toca todos los palos y en todos destaca, y ya se le llama claramente el heredero del Hollywood clásico. "Los puentes de Madison" es una historia de "breve encuentro", de romance corto y condenado de dos personas pertenecientes a dos mundos radicalmente diferentes que se enfrentan a una sociedad opresiva e hipócrita, la de esos pueblos de la Norteamérica profunda que ya tan bien nos conocemos todos. Clint Eastwood vuelve a ser el protagonista de su película una vez más, y le acompaña una Meryl Streep impresionante, soberbia, en el que es uno de los más grandes papeles. El amor de ambos sirve a Clint para exponer maravillosamente el gran dilema que se presenta ante tantas personas que tienen que elegir entre el sacrificio por sus seres queridos o la elección de la vida deseada. Francesca es un ama de casa de una granja, con marido e hijos, y Robert es un fotógrafo que viaja constantemente por su trabajo para la National Geographic. Lo que surge entre ambos está condenado o no, y depende de una decisión simple pero dificilísima. Porque nos debemos a otros, a los que nos quieren, es bien cierto, pero también nos debemos a nuestros propios sueños. Eastwood rueda este fascinante drama con una tremenda comprensión y sinceridad y se aleja escrupulosamente de todo tópico. No hay romanticismo barato ni efectismos de cara a la galería para potenciar este romanticismo de forma artificial. La maestría tras la cámara del actor pasado a director se traduce en una colección de escenas inolvidables realizadas con una simpleza pasmosa, simpleza que sin embargo esconde todo un universo en su interior y que se nutre de la sugerencia sin llegar tampoco a ser pedante. Sí, todo ocurre como en tantas películas de la Edad de Oro de Hollywood: pocos directores logran semejante concisión y profundidad conjuntas. Por supuesto, se critica a la sociedad de estos pueblos norteamericanos, cerrada sobre sí misma, oscurantista, intolerante y que condena al diferente a la más brutal de las marginaciones. El aspecto técnico es por supuesto maravilloso. La fotografía, los paisajes, esa Francesca dejando al aire su cuerpo desnudo, ese despertar de sus hijos ante el descubrimiento de lo que le ocurrió o ese desenlace que hace llorar (lloro a moco tendido con el final de esta película) quedan para los anales. "Los puentes de Madison" es otra obra maestra de este grandísimo del cine. Clásico indiscutible.


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