Porco Rosso

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viernes, 27 de noviembre de 2015

LOS DOS LADOS DE LA CAMA de Emilio Martínez-Lázaro - 2005 - ("Los dos lados de la cama")


Javier, Pedro y Rafa tienen nuevas parejas y parecen por fin haber encontrado la estabilidad sentimental. El primero se va a casar con Marta, una médico a la que adora; el segundo se plantea un futuro en común con su novia Raquel y el tercero lleva un tiempo asentado con Pilar, que es un tanto celosa y controladora pero que le hace feliz en el fondo. Sin embargo, sus vidas van a volver a salirse de tiesto una vez más... Marta y Raquel tienen planes diferentes a los de Javier y Pedro y la relación de Rafa se va a complicar de una forma que no esperaba...


Se repite la historia esperable con "Los dos lados de la cama". Llega el momento de largar la secuela de la obra de éxito y metemos la pata: repetimos todo lo que hicimos en la antecesora de turno pero peor y nos queda un bodrio infumable. Pues eso es esta segunda parte de "El otro lado de la cama". Volvemos a tener una comedia musical sobre relaciones personales con canciones populares españolas modernas (ampliamos el repertorio con Alaska y Dinarama, Loquillo y Trogloditas, Los Secretos, Mecano, Los Ronaldos, Pablo Abraira... -se ha intensificado un poco la presencia de temas míticos de la "Movida Madrileña" de los años ochenta-) y volvemos a poner a los protagonistas masculinos de la primera entrega a liarla parda con las mujeres (Paz Vega y Natalia Verbeke no repiten y las nuevas adquisiciones femeninas son Verónica Sánchez y Lucía Jiménez). Se tratan otra vez los mismos asuntos (amor, desamor, celos, amistad, dudas sexuales...) y tiene una especial importancia el de la bisexualidad. La película intenta retratar con buenas intenciones un mundo liberal y abierto donde los tabúes sexuales cada vez lo son menos y donde lo importante es la búsqueda del amor sin importar el sexo ni la sexualidad del ser amado (aunque después metemos a dos chicas que están juntas cantando "Quiero un camión" de Loquillo y Trogloditas y la cagamos con el tópico más bruto imaginable -estoy seguro de que a más de una lesbiana no le hizo este chiste ni puta la gracia-).


Y el resto es lo mismo, lo mismito de la anterior entrega: repetición de situaciones, repetición de gags, repetición de papeles y homenajitos a escenas de la primera entrega (como a la estrella del "Niño Melón", lo más famoso de aquella con diferencia). Y de repente empeoran tanto los personajes (más planos todavía) como los diálogos y las gracietas de turno y también los números musicales (el "mix" de canciones es especialmente cutre y totalmente anti-musical). Mención especial para mal merece la trama del carácter de Rafa (Alberto San Juan), un hilo secundario que ni viene a cuento, ni interesa, ni resulta siquiera simpático y que ralentiza el ritmo del filme y el desenlace de la película, que se hace eterno. Un rollo es, en fin, "Los dos lados de la cama". Innecesaria y cutre secuela.


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