Porco Rosso

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domingo, 10 de agosto de 2014

TRANSFORMERS: LA ERA DE LA EXTINCIÓN de Michael Bay - 2014 - ("Transformers. Age of Extinction")


Han pasado cinco años desde la brutal batalla de Chicago entre los Autobots y los Decepticons y los primeros ahora son proscritos por la humanidad, temerosa de verse sumida en una nueva guerra entre alienígenas. De los Decepticons, por el contrario, no parece haber ni rastro. Alguien, sin embargo, está persiguiendo a los Autobots que quedan y dándoles caza con oscuras intenciones... Cade Yeager es un inventor que vive con su hija en un pueblo de Texas y que compra un viejo camión. No lo sabe, pero en este camión se esconde alguien muy especial: Optimus Prime. La vida de Cade y de sus seres queridos está a punto de cambiar para siempre.


Michael Bay, horrible director abanderado del cine norteamericano más patriotero, se ha atrevido, aunque no quería en un principio, a rodar una nueva entrega de la saga de los Transformers, entrega que es, ni más ni menos, otra película "ultrapolítica", como lo eran las tres anteriores (y casi todas las películas de este señor con sobredosis de barras y estrellas que tras la excelente obra de acción "La Roca" cayó en picado para siempre). "Transformers: La era de extinción" tiene sin embargo un significado que va todavía más allá de sus antecesoras. El primer "Transformers" es del año 2007: el año previo a que estallase la crisis económica que llevamos sufriendo desde hace ya casi siete. Es patriotera a rabiar y de forma indecente, como todo lo de Bay. Sin embargo, "Transformers II" y "Transformers III" lo son todavía más: son películas rodadas en 2009 y 2011, ya sumidas en plena crisis y que, por ello, doblan las dosis de patrioterío. La industria norteamericana siempre ha realizado películas "especiales" en tiempos convulsos: desde los de Frank Capra hasta nuestros días. Claro que entre Frank Capra y Michael Bay hay abismos y abismos. Frente al mensaje optimista y desde luego patriótico pero esencialmente lúcido del primero (y de otros directores como él que vivieron la crisis derivada del "Crack del 29" del siglo pasado) se contrapone el chabacano de Bay, que consiste en colocar muchas banderas americanas, mucha testosterona, muchos héroes baratos y mucha verborrea aún más barata.


Ahora que por fin parece que se abre camino una recuperación económica (lenta aún, pero ahí está ya, digan lo que digan los gurús del apocalipsis y los pesimistas interesados de siempre) tanto en los Estados Unidos como en Europa, esta cuarta "Transformers" viene a ser la película que los "buenos americanos" (nótense las comillas) necesitan para creer en esta recuperación y afianzarla en sus mentes. Sólo en la primera media hora de metraje pude contar unas siete banderas estadounidenses. Siete. Ni en los peores bodrios patrioteros he visto semejante empacho de barras y estrellas. También hay diálogos grandilocuentes que hacen constante referencia a "la necesidad de volver a creer en la humanidad" (porque aquí los Autobots están ya hasta las pelotas de defender a los humanos, que encima se portan mal con ellos) y a la glorificación del "perdón entre clases sociales", representado por la amistad que surge entre el protagonista, un hombre pobre, un obrero, y entre un empresario esnob y deshumanizado (y explotador de sus trabajadores) que comienza el filme siendo uno de los malos de la función y que termina redimiéndose y ayudando a los buenos a salvar al mundo y, también, comprándoles una nueva casa porque han perdido la suya (¿Les suenan los desaucios? En los USA también los hay y los ha habido y por desgracia los seguirá habiendo). "Transformers: La era de la extinción" es la película que ciertos norteamericanos, tan cansados de la crisis como nosotros, necesitan tras casi siete años de hartazgo y de desilusión política. Y el tito Michael Bay es quien se la ha proporcionado.


Hablando ya de la película en sí, tenemos lo mismo que teníamos en las otras tres: personajes testosterónicos buenorrísimos de la muerte, humor vergonzoso, diálogos patéticos, explosiones por todas partes, acción sin descanso y robots nuevos de formas chorras como única manera de propiciar la sorpresa (se lleva la palma el gordo de las barbas y los Dinobots, vaya tela). El guión es un desastre y además a la película le sobra, mínimo, media hora. Vaya, es tan desastre que pasa tres kilos de los protagonistas de las anteriores entregas (Shia LaBeouf ya no quiso salir en esta cosa, y con razón) y coloca a otros nuevos sin dar explicaciones (capitaneados por un Mark Whalberg bastante terrible). No se puede decir que, como espectáculo visual, la película no sea genial; al César lo que es del César. Es una delicia ver a los robots dándose de ostias, ver esos brillos maravillosos que siguen mejorando con respecto a las otras entregas. Pero ya está: el resto es terrible. Como sus antecesoras; nada nuevo. Posiblemente, haya quinta parte de esta saga que va camino de convertirse en una de las nuevas "interminables". Porque el desenlace de esta cosa así lo anuncia y porque ha sido, según he leído, el taquillazo del verano. ¿Volverá en ella otra vez Michael Bay?


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