Una cruel guerra a nivel planetario entre los humanos y los mutantes ha destrozado al mundo y los segundos, al borde de la extinción gracias al arma casi invencible que suponen los Centinelas, deciden, capitaneados por el Profesor Xavier y Magneto, antes rivales irreconciliables, enviar a alguien al pasado para que evite el desastre. Lobezno es la única persona con la fuerza suficiente para resistir este casi mortífero viaje psíquico... Ahora depende de él encontrar al Xavier y al Magneto de los años setenta para cambiar junto a ellos este terrible futuro.
Hace ya casi quince años, cuando empezó el "boom" superheróico que surgió de las cenizas de los horribles Batman de Joel Schumacher y de sagas "visagras" como la de Blade, nadie parecía tomarse muy en serio estas producciones (salvo, tal vez, Ang Lee con su injustamente denostado primer "Hulk" y un poco Bryan Singer con "X-Men II"). Tuvo que llegar la eterna "Batman Begins" de Christopher Nolan para que de alguna manera los productores de las franquicias de Marvel y DC y de más allá se diesen cuenta de que el público quería "cosas serias" y no películas simplemente funcionales como "X-Men" (el primero) o los dos primeros "Spiderman" de Sam Raimi o bodriazos infames como "Daredevil", "Elektra", "Blade Trinity", "Los Cuatro Fantásticos" y su secuela, "X-Men III. La decisión final" y demás mamarrachadas que surgieron para hacer caja de mala manera por aquellos años. "X-Men. Primera generación" de Matthew Vaughn ha sido hasta ahora la mejor entrega de la franquicia de los mutantes de la Marvel y "X-Men. Días del futuro pasado", su secuela directa tras la "película puente" que es "Lobezno inmortal", sigue su estela y se configura como otra joya del cine de superhéroes. Parece que, efectivamente, los productores lo captan: ni el fan del los cómics ni el fan del cine en general quiere ya cualquier bazofia hecha de mala manera. Bryan Singer, que ya dirigió las dos primeras entregas de la saga, "X-Men" y "X-Men II", vuelve a ella para superar sus dos primeros productos con creces y entregar una obra seria, dignísima y con una trama con hondura.
Los personajes de "X-Men. Primera generación" vuelven con idéntica potencia e interés y también lo hacen los de la primera y malograda trilogía mutante. Sus dos mundos se fusionan sin fisuras en una trama que engancha desde el primer minuto y que vuelve a reflexionar sobre la contraposición entre los sentidos diferentes de justicia y de bien y mal, sobre la capacidad del ser humano para hacerse daño a sí mismo, sobre la redención y el perdón y sobre la aceptación de uno mismo con sus bellas diferencias. Singer equilibra perfectamente las escenas de acción (geniales todas, desde las del prólogo hasta las del combate final pasando por momentos desternillantes como la fuga de Magneto y Mercurio) con las dramáticas (el primer encuentro de Lobezno con Xavier es magnífico, y escenas como la del avión o el encuentro de los dos Xavier ponen los pelos de punta) y con el espacio necesario para el humor fino y el guiño y el homenaje. La estética sigue cumpliendo; tan realista como anclada en la esencia de los cómics.
Los personajes, excelentemente interpretados tanto los "clásicos" como los nuevos, son otro plato fuerte: todos sus conflictos están espléndidamente llevados e incluso Lobezno, del que habitualmente muchos se han quejado por acaparar protagonismo sin una hondura interior justificada (lo hacía todo el rato en la primera trilogía de la saga y eclipsaba a otros personajes también básicos e interesantes, es bien cierto), toma el papel justo y necesario y presenta una marcada importancia sin llegar a dominar la función él solo y sin llegar a ser en ningún momento ni invencible ni omnipresente. "X-Men. Días del futuro pasado" es una maravilla. La saga mutante de Marvel por fin parece ir por buen camino y con firmeza.
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