Porco Rosso
martes, 17 de junio de 2014
GODZILLA de Roland Emmerich - 1998 - ("Godzilla")
Están desapareciendo barcos de forma misteriosa en el Océano Pacífico y el joven doctor Niko Tatopoulos es contratado por el gobierno de los USA para que les ayude a investigar qué es lo que está ocurriendo. Pronto, la sombra de una terrible y próxima catástrofe sale a la luz... Sombra que se dirige a la ciudad de Nueva York.
El primer remake de "Godzilla" fuera del mercado japonés fue este infame bodrio que perpetró el terrible Roland Emmerich en 1998. Siendo el director quién es, se imaginan lo que toca: destrucción absurda, explosiones por la cara, acción barata (bien hecha pero barata) y una trama simple y pueril en el peor de los sentidos. Godzilla cambia de forma para asemejarse a un tiranosaurio rex y ataca ahora la ciudad de Nueva York. En los noventa los dinosaurios de "Parque Jurásico" arrasaron y tuvieron numerosas imitaciones (prácticamente todas bastante cutres y malas) y este Godzilla, estrenada además un año después de la secuela de la película, "El mundo perdido", se apunta al carro para sacar tajada y, además, se saca de la manga unas crías de Godzilla que se asemejan a los velociraptores de la saga de Steven Spielberg. El argumento es bochornoso: los personajes, capitaneados por unos terribles Matthew Broderick, Jean Reno (este especialmente es para matarlo con tanto tópico chorra de su cultura, la francesa) y Maria Pitillo, se dedican a correr de un lado para otro mientras el mencionado Godzilla destroza la ciudad y los militares, que no podían faltar, le dan caña sin parar. De vez en cuanto hacen alguna averiguación sobre el monstruo, de vez en cuando cuentan un chiste de vergüenza ajena, de vez en cuando tienen una escena romántica tontuna y después se lían otra vez a correr. Finalmente, hay que decir que el mensaje ecologista, que se recupera del filme de Ishiro Honda de 1954, es para niños de doce años. Emmerich se supera en esta película, en la que practica otra forma más de destruir burdamente el mundo. Nada más que decir de esta porquería que hoy permanece bastante olvidada y que no tuvo secuela, por suerte.
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