Porco Rosso

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sábado, 1 de marzo de 2014

TORMENTA BLANCA de Ridley Scott - 1996 - ("White squall")


1960. Un grupo de jóvenes norteamericanos se enrola en el buque-escuela Albatross, que dirige el capitán Christopher Sheldon. Allí, van a vivir la gran aventura de sus vidas y van a aprender el significado de la verdadera camaradería. Sin embargo, van a tener que enfrentarse también a duras pruebas que podrán comprometer su unión y su amistad.


No sé qué le pasó a Ridley Scott desde "1492. La conquista del Paraíso" hasta "Gladiator". No sé si le dió un ataque de patrioterío yanki y se volvió más papista que el Papa. No sé si necesitaba dinero y tenía que coger todo lo que le echasen. No sé si se le acabaron las ideas y tenía que seguir dirigiendo para "mantenerse en forma" hasta que sonase la flauta. Sólo sé que en 1996 y en 1997 el director que cambió el cine de ciencia ficción para siempre con "Alien" y "Blade Runner" entregó respectivamente "Tormenta blanca" y "La Teniente O'Neill", dos bodriazos que glorificaban el patrioterío norteamericano más casposo y tontaco de forma simple y maniquea y, para colmo, aburrida. El primero de ellos fue esta cosa infame que hoy comentamos, muy bien rodada, eso sí (los paisajes son preciosos y Scott es un maestro tras la cámara, desde luego) pero con una trama horrorosa donde un grupo de jóvenes de los USA viajan por el mundo en un barco donde prima la ideología americana más rancia nunca vista. El honor, el deber, el sacrificio, la obediencia, el patrioterío, la demonización del tonto diablo extranjero (el retrato de los cubanos es para mear y no echar gota: más maniqueo imposible) y la camaradería testosterónica están a la orden del día en este ambiente gobernado por un Jeff Bridges que da pena de tópico que es (y miren que me gusta este actor; es uno de mis preferidos, pero es que aquí está "matao" en su papel). Para colmo, "Tormenta blanca" no es ni divertida: es insulsa, no tiene ritmo, los personajes son meros cartones y la sensiblería está a flor de piel. Dosis de azúcar asegurada hasta la diabetes (las escenas del jucio, aparte de soporíferas, son de puro infarto de pastelería). La carrera de Ridley Scott es, desde luego, una de las más curiosas de la historia. Su constante divagar entre géneros y entre buenas obras y delirantes bodrios es algo verdaderamente digno de estudio. Y mañana, más con "La Teniente O'Neill".


1 comentario:

  1. Una película muy bonita, muy educativa y triste a la vez. Me encantó. Además puedo decir que la he visto bastantes veces y por mucho que me se como acaba siempre acabo llorando.

    kiss

    La Estupenda

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