Porco Rosso

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jueves, 28 de noviembre de 2013

LA SEMILLA DEL DIABLO de Roman Polanski - 1968 - ("Rosemary's Baby")


Los jóvenes Guy y Rosemary, recién casados, se trasladan a un apartamento en la casa Bramford, uno de los edificios más antiguos de Nueva York. Deciden tener un hijo y Rosemary tiene un extraño sueño y se despierta llena de arañazos. Se queda embarazada y, poco a poco, empieza a sentirse extraña, observada, amenazada… Su vida empieza a cambiar y siente que sus vecinos la vigilan día y noche. ¿Por qué?


Después de haber sorprendido con sus opresivas, kafkianas, negras y oscurísimas “El cuchillo en el agua”, “Repulsión” y “Cul-De-Sac”, Roman Polanski se atrevió a incursionar en la comedia paródica, ya plenamente integrado en el mercado norteamericano, con la exitosa “El baile de los vampiros”, cuyo humor gustó a unos y desquició a otros tantos. Tras ella, retornó a su línea anterior con “La semilla del Diablo”, una de las mejores películas de terror de toda la historia. Polanski volvió a demostrar en ella (y lo siguió demostrando en cintas posteriores) que es uno de los grandes cineastas de lo kafkiano. Las bases se repiten, en especial las de “Repulsión”: un personaje, aquí de nuevo femenino, se ve encerrado en un ambiente opresivo de onírica y amenazadora cotidianeidad (otra vez un apartamento gris, silencioso y aparentemente ordenado pero lleno de secretos reales o imaginarios) en el que ha de sobrevivir o del que ha de escapar. Rosemary, interpretada por una inolvidable Mia Farrow en uno de los mejores papeles de su carrera, queda embarazada y, como la Catherine Deneuve de “Repulsión”, también sumergida en un infierno en el que la verdad y la mentira, la realidad y el sueño, se funden. Una terrible duda sobre su embarazo la asalta, una duda que juzga por momentos absurda, por momentos completamente fundada. Mientras, todo cae sobre ella: su propia casa y los que la rodean. Sus amigos, sus vecinos y su propio marido (un también genial John Cassavettes) actúan de forma extraña… o por lo menos es lo que ella intuye o cree intuir.


El espectador se funde con Rosemary en un solo ser: sufre junto a ella toda su paranoia, sus obsesiones, sus miedos y hasta, casi, su descomposición como persona. Rosemary sufre una transformación en su pesadilla: poco a poco la notamos más delgada, más demacrada, más desmerecida, más cansada, más frágil, más desvalida. Cambia también su peinado (la campaña de promoción del filme se basó mucho en éste). El terror que Polanski propone en “La semilla del Diablo” es el terror que se basa en la sugerencia sin artificios y sin malas trampas para asustar al/la espectador/a. Polanski utiliza lo que no se ve, lo que no se sabe siquiera si existe, lo que se cree que está flotando en algún lugar indefinido, para hacer temblar de auténtico pánico en una frenética escalada hacia la decadencia del cuerpo y de la mente que parece interminable. “La semilla del Diablo” es un drama psicológico cotidiano de resonancias góticas angustioso, sórdido, ambiguo y desquiciante que ayudó a otorgar otras perspectivas estilísticas y temáticas a un cine de terror comercial que ya se estaba abotargando en fórmulas agotadas. ¿Qué decir de su desenlace? De puro infarto. No lo revelo, por supuesto.


“Un terrible drama azotaría a Polanski un año después del rodaje de esta obra maestra: su mujer, la bella actriz Sharon Tate, sería asesinada de forma ritual estando embarazada en su casa de Benedict Canyon junto a una pareja amiga por la secta del célebre Charles Manson. Cursiosamente, estos asesinos escribieron “Healter Skealter” en la pared, el título de una de las canciones más famosas de los Beatles. Años más tarde, el miembro de esta mítica banda John Lennon sería asesinado en el edificio Dakota, en donde se rodó el filme y en donde todavía hoy, y a pesar de las leyendas, viven muchos famosos. El edificio Dakota es uno de los supuestos lugares malditos más famosos de los USA.

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