Porco Rosso

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viernes, 29 de junio de 2012

EL HUNDIMIENTO de Oliver Hirschbiegel – 2004 – (“Der untergang”)


Abril de 1945. Finales de la Segunda Guerra Mundial. Berlín está completamente asediada y Adolf Hitler, con sus seres más cercanos, vive en un bunquer desde el que controla lo poco que le queda del Tercer Reich. Los días pasan con pesadumbre mientras todo el mundo que los nazis han creado se derrumba a pasos agigantados. Hitler empieza a flaquear: actúa de manera extraña, es presa de ataques de histeria y de depresión, habla solo y desconfía de todos y a veces hasta da órdenes absurdas. En este ambiente, sus allegados se ven arrastrados por él. Unos le van a abandonar: otros van a seguir a su lado hasta la muerte si es preciso.


El alemán Oliver Hirschbiegel se inició en el séptimo arte en el mundo de la televisión, para el que dirigió capítulos de la serie “Comisario Rex”. Su carrera aún es breve y por ahora está cimentada en historias en las que personas o grupos de personas son observadas por ojos críticos (otros personajes o los propios espectadores) mientras se enfrentan a situaciones extremas que aparecen rodadas en un estilo muy realista con rasgos de documental. Se observa este estilo en su debut “El experimento”, sobre una suerte de Gran Hermano que se descontrola por completo; en su segunda obra “Mi última película”, sobre una mujer que instala una cámara de vigilancia en su hogar que le lleva a límites insospechados, o en “El hundimiento”, donde vemos cómo pasaron Hitler y sus allegados sus últimos días. Tras ella llegó "Invasión", el innecesario tercer remake de "La invasión de los ladrones de cuerpos", un encargo comercial que al parecer no le salió bien por el control de los productores, después del que llegaron los dramas "Un judío como cualquier otro" y "Five minutes of heaven", que no he visto.


Hay que tener un cierto grado de madurez personal para atreverse a realizar una obra como “El hundimiento”, a pesar de que hayan pasado ya tantísimos años desde los terribles hechos que en ella se retratan. Oliver Hirschbiegel, en la que fue su tercera película para la gran pantalla, narra los últimos días de Adolf Hitler y de sus allegados en el bunquer de Berlín donde se suicidaron unos y donde fueron apresados por los aliados otros. Muchas han sido las obras cinematográficas que han tratado el asunto del nazismo, y muchas van a ser todavía. Menos ya han sido las que han tratado directamente la figura de su gran y más conocido líder. Una de las más destacadas, y en mi opinión la que más de los últimos años, creo que es esta genial cinta que suscitó más de una polémica en Alemania y hasta fuera de ella en su día. Basada en el libro “El hundimiento: Hitler y el final del III Reich” de Joachim Fest y en las memorias de Traudl Junge, la secretaria del propio dictador, superviviente de la masacre, la cinta se enfrenta, cara a cara y evitando simplismos y maniqueísmos, a una de las figuras más controvertidas y todavía más enigmáticas del siglo pasado. Pocos referentes cinematográficos hay de ella: “El último acto”, del gran Pabst, y “Moloch”, del no menos grande Sokurov, aparte de los imprescindibles documentales de Leni Riefenstahl, la producción para televisión “Hitler” de Christian Duguay y algunas aproximaciones cómicas clásicas (críticas) como “El gran dictador” de Chaplin o “Ser o no ser” de Lubitsch.


Rodada dentro una réplica del bunquer donde ocurrió todo y en unos breves exteriores, dentro de las líneas de un estilo nervioso de aires de documental y utilizando también imágenes de archivo, “El hundimiento” retrata el día a día del referido asedio al bunquer del dictador en Berlín, día a día que va sometiendo a unos inicialmente orgullosos nazis a un calvario de degradación y de decepciones que les sumerge en una implacable espiral de locura de la que no pueden escapar. Su mundo, como bien dice el título del filme, se derrumba, se hunde hasta los cimientos. El Imperio que habían construido se cae a pedazos, y con él, su líder, del que ellos mismos empiezan a desconfiar, unos con tristeza, otros con temor. Adolf Hitler, interpretado por un soberbio Bruno Ganz (impresionante a todos los niveles) es mostrado como un ser humano en todo su esplendor. No hay en el filme de Hirschbiegel maniqueísmos ni retratos pueriles de “malvados porque sí”. El Führer es un loco, un enfermo, un asesino frío y despiadado, un niño malcriado, un intransigente, una mano de hierro implacable, un ser que desprecia la vida humana y que se vale de ella para lograr su sueño. Sin embargo, también es un hombre culto, educado y servicial, una genial mente pensante y organizadora, un amante de su pueblo por encima de todo y en algunos momentos incluso un héroe que se sacrifica por aquello en lo que cree. En “El hundimiento” no hay juicios morales ni ideológicos de ningún tipo. “El hundimiento” es una obra totalmente neutral, un retrato humano completo, con toda la complejidad que esto implica. ¿Qué es lo que ha movido a tantos dictadores a lo largo de la historia? ¿Altruismo? ¿Poder? ¿Gloria? ¿Patriotismo? ¿Despecho? ¿Odio? Todos estos sentimientos se mezclan en la figura de Hitler, que por momentos desata el desprecio del espectador y por momentos logra ganarse su conmiseración. Mientras él se sumerge en un mundo oscuro, sus subordinados le acompañan o le abandonan. La cinta muestra con un patetismo inaudito cómo el fanatismo se puede tragar a masas enteras, cómo se puede levantar a un pueblo humillado para después volverlo a derrumbar por la soberbia de unos pocos, cómo la manipulación de un gobierno puede convertir a los individuos en peleles y cómo algunos de ellos, ante el choque con una realidad a la que no se pueden enfrentar, optan por desaparecer para siempre de las más diversas maneras.


A causa del retrato antes mencionado del dictador, “El hundimiento” suscitó numerosas críticas en Alemania, donde la sombra de esta época aún no ha desaparecido, y también fuera de ella. Muchos seres humanos tienden a pensar que los demás sólo pueden ser felices viviendo como ellos viven, como ellos piensan que se ha de vivir. Creo que el filme retrata o intenta retratar este hecho: Hitler tiene un sueño, el de llevar al pueblo alemán a la gloria, sueño por el que lo piensa dar todo y al que piensa acceder por el camino que ve claramente correcto. Hitler “sabe” que su sueño ha de ser el del resto de los alemanes sin excepción y que su camino, el de la guerra, el del exterminio, es el único posible para alcanzarlo, y por ello, todos han de cumplir sus designios. Sinceramente, no creo que todos los dictadores hayan sido o sean hombres malos (y espero que no se malinterprete lo que estoy diciendo). De hecho, no creo que todo el que entra en el sucio juego de la política lo haga por alcanzar el poder (otra cosa es que el poder le cambie). ¿Cómo es de gruesa la línea que separa, por ejemplo, el ansia de justicia de la intransigencia más absoluta o de la pura soberbia? Recordemos el estado en el que se encontraba Alemania antes del Tercer Reich y recordemos, mirando hacia el otro bando, los todavía oscuros y siempre muy discutidos juicios de Nuremberg. ¿Cómo se sentían los que levantaban la nación alemana de sus cenizas? ¿Cómo se sentían los que juzgaban a los que habían destrozado Europa? Por otro lado: ¿El fin siempre justifica los medios? Recordemos tanto el holocausto de pueblos considerados inferiores y, en otra instancia, el lanzamiento de las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki que dieron por finalizada la guerra (o por ejemplo la masacre del pueblo palestino a manos de algunas facciones del ahora poderoso pueblo judío, que busca una tierra en la que asentarse a la que cree que tiene derecho –tierra que, por ejemplo, los kurdos no pueden permitirse por no ser poderosos en los USA-). Creo que “El hundimiento” es una película madura, seria, arriesgada y valiente. Ya no estamos para jugar a buenos y a malos. El ser humano es demasiado complejo e intrincado pasar ser, simplemente, bueno o malo a secas.


4 comentarios:

  1. Gran película!! Su principal baza: el actor Bruno Ganz que logra una gran interpretación haciendo que veamos en parte la otra cara del personaje.
    Soy aficionada a los argumento ambientados en esta parte triste de nuestra historia.
    Totalmente recomendable.
    Saludos.

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  2. Me gustó y la interpretación de Ganz es memorable pero hay una escena que quería destacar: en el bunker dos personajes dentro del bunker hablan en primer plano y al fondo se ven militares sentados en unas mesas, no se oye lo que dicen pero por sus gestos se deduce que están planteándose la mejor forma de suicidarse. Creo que describe con concisión el sentido de la película. Saludos. Borgo.

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  3. Muy buena cinta. Una de las críticas que se vertieron contra ella fue que mostraba un Hitler humano. ¿Pero es que acaso no lo era? Su monstruosidad se acrecienta al comprobar que era un ser de carne y hueso y no un demonio bíblico. El hombre es efectivamente un animal extremadamente complejo.

    Un saludo

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  4. Félix S. Trabanco1 de julio de 2012, 11:15

    No estoy de acuerdo en lo de que la película es neutral, eso sería imposible. Nadie hace semejante película para ser neutral, el mero hecho de mostrar lo que hicieron los nazis, aunque sea sin juzgarlos, y sin exagerar nada los hechos (no como en la serie de tv con Robert carlyle, en la que desde el primer fotograma se nos hace ver que Hitler era malo, como si hablasen de un ogro y no de un ser humano)no implica ser acrítico con los hechos históricos. Que Hitler era un hombre malvado lo sabemos todos, no hace falta enfatizarlo en cada fotograma como en otras pelis, y eso les costó enormes críticas a los responsables del film. Sinceramente, me parece patético, solo con mostrar como era Hitler ya es suficiente crítica a él y a los nazis. Si Hitler era capaz de ser amable con las mujeres y con los niños no es culpa de esta película, Hitler era así y así murió. El epílogo del film, con la verdadera Traudl Junge resume el mensaje del film: a esto conduce el fanatismo. Tal vez la peli no juzgue al contar la historia, pero el propósito del film es mostrar la barbarie nazi, cosa que muchos no entendieron. Excelente film.

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