Porco Rosso
martes, 29 de mayo de 2012
LA PUERTA DEL INFIERNO de Teinosuke Kinugasa – 1953 – (“Jigokumon”)
1350. Japón. El valiente samurai Moritoh acaba con una conspiración contra el gobierno en la que estaba implicado su propio hermano. Tras esto, el Emperador le premia con cumplir uno de sus deseos, el que él quiera siempre que sea posible y razonable. Moritoh le pide la mano de la bellísima Lady Kesa, una aristócrata que ya está casada. El Emperador le niega esta petición por no ser ya justa la unión de ambos. Moritoh, enamorado locamente de ella, se sume en una terrible espiral de obsesión que empieza a destruirle poco a poco y a echar por tierra su prometedor futuro... No tarda en llegar la locura y la violencia.
Teinosuke Kinugasa es un director japonés muy importante y olvidado en líneas generales, a pesar de que su filme “La puerta del infierno” fue uno de los más grandes y exitosos avances del cine de Japón en occidente. Pertenece a la generación de Kurosawa, Mizoguchi y Ozu (aunque algunos no lo incluyen en esta) y dirigió tanto en el periodo mudo como en el sonoro. Comenzó su carrera como actor de teatro especializado en papeles femeninos, y más tarde formó parte de un movimiento a favor de que las propias mujeres interpretaran estos papeles, lo que ayudó a desligar el cine del clásico teatro kabuki, al que en sus inicios estaba muy atado. Muy poco conocemos de su vida y de sus películas, al igual que ocurre con otros grandes de su país también bastante olvidados como Masaki Kobayashi o Kaneto Shindo. Algunas de sus primeras cintas fueron de influencia expresionista. Destacan la terrorífica e inimitable “A page of madness”, que fue llamada por muchos el “Doctor Caligari Japonés”, un drama psicológico vanguardista ambientado en un manicomio de 1926, y el melodrama “Cruce de caminos” de 1928. Al parecer, se especializó en filmes de samurais, pero no estoy muy seguro de ello. Su primera película sonora fue “El superviviente Shinshengumi”. Su actor fetiche fue el gran Kazuo Hasegawa, uno de sus mejores amigos. Su genial obra maestra “La puerta del infierno” fue una de las grandes anticipaciones en occidente del cine que habría de llegar de Japón, cuyo máximo representante fue Akira Kurosawa. Muy poco he encontrado de Kinugasa en internet o en libros. Ni siquiera en los extras del DVD de “La puerta del infierno” hay grandes aportes de su vida, su estilo o su filmografía. Esperemos que San Internet nos traiga cada vez más obras suyas (estoy seguro de que, con el tiempo, así será).
“La puerta del infierno” es uno de más hermosos y terribles dramas feudales de la historia del cine japonés. Rodada en formato panorámico y con unos colores cargados de esplendorosa luminosidad, narra una historia de pura obsesión amorosa en un Japón corrompido y azotado por las luchas constantes de clanes. El samurai protagonista, encarnado por el habitual de Kinugasa Kazuo Hasegawa, se enamora perdidamente al terminar una guerra civil de una mujer ya casada (la gran Machiko Kyo), a la que pide en matrimonio a su superior como premio por su lealtad. Como este amor es imposible, su superior le pide que le haga otra petición y que la olvide. El samurai cae en una espiral de autodestrucción y obsesión imparable que destroza su prometedora vida y la de muchos de los que le rodean. Él representa el amor egoísta, y ella, aunque le rechaza, el amor entregado y el sacrificio (no revelo las razones). De clara inspiración kabuki, “La puerta del infierno” es una tragedia de desamor que alcanza unas cotas de dramatismo patético y de posterior violencia que muchos han comparado con las obras shakesperianas. El color, como dije, es esplendoroso, un color como aún no se ha vuelto a ver otro (a pesar de que los cineastas orientales suelen destacarse por su maestría con los colores), así como la composición de todos los planos, el montaje, el orden de la trama, las interpretaciones, las escasas escenas de acción y el apasionado lirismo que lo envuelve todo. Rezaba el cartel original del filme: “La película más bella del mundo”. “La puerta del infierno” triunfó en los Oscars y en Cannes en 1954 de forma fulminante, aunque muchos criticos como André Bazin sostuvieron que, aunque era una buena película (y de eso no cabe duda), ni siquiera era la mejor de su autor, y que había impresionado mucho por el simple hecho de que todavía había muy pocos filmes orientales al acance de los occidentales. ¿Están de acuerdo con él?
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