Mientras reposa en una clínica de rehabilitación, James Bond comienza a percatarse de que en el lugar ocurren extraños sucesos… No tardan en llegar, por supuesto, los atentados contra su vida. El agente 007 descubre entonces que detrás de todo se encuentra la organización criminal SPECTRA y, concretamente, su importante miembro Maximilliam Largo, un megalómano que tiene en su poder unos misiles nucleares con los que piensa extorsionar a varias potencias mundiales. Bond, con la ayuda de su amigo de la CIA, Felix Leiter, va a pararle los pies. Sin embargo, también se va a encontrar con un enorme problema: su otra aliada principal, la hermosa Dominó, es la amante de Largo, que fue el asesino de su hermano… Lo cual ella ignora.
En 1952 Ian Fleming publicó la primera novela de la larguísima saga de James Bond, "Casino Royale", y ese mismo año, el productor y director Gregory Ratoff se hizo con sus derechos, aunque, al morir de leucemia a sus 63 años, su viuda los vendió a Charles K. Feldman, que fue el artífice de una versión para la televisión de dicha novela que contó con un James Bond encarnado por Barry Nelson (y con el gran Peter Lorre dando vida a su enemigo de turno). Tras el éxito de este telefilme (y el de la novela en la que se basaba, que encumbró a 007 como uno de los grandes héroes de la literatura de espionaje de la historia), el propio Fleming se puso manos a la obra junto al director Kevin McClory y al guionista Jack Whittingham para desarrollar una teleserie que fue cancelada. Tras ello, ya llegaron, como todos saben, Harry Saltzman y Albert R. Broccoli, que se hicieron con los derechos de todas las obras del escritor exceptuando a la mencionada "Casino Royale" para llevarlas a las grandes pantallas, en donde sí que funcionaron, y de sobra. Así, su productora, EON, se ha encargado hasta la fecha de todos los títulos oficiales de las aventuras del espía británico. Sin embargo, debido a numerosos problemas legales y de licencias, existen dos películas no oficiales basadas en el mundo del agente 007. Una es la versión cómica de la mencionada novela "Casino Royale" (de la que hablé ayer) y otra es un filme de 1983 llamado "Nunca digas nunca jamás" que no es otra cosa que un remake de "Operación Trueno", la cuarta película de EON, y que es producto nada más y nada menos que del antes mencionado Kevin McClory, que entabló una batalla legal contra Saltzman, Broccoli y contra el propio Ian Fleming para exigir que se le reconociese co-autor del mundo de James Bond. La cosa le salió bien a medias: fue reconocido co-creador de la organización criminal SPECTRA (los villanos principales de las primeras siete películas de 007 exceptuando "James Bond contra Goldfinger") y de su líder, el mítico Blofeld. Esto le dio además el derecho de crear la mencionada "Nunca digas nunca jamás". Kevin McClory no pudo desarrollar su propia serie del agente 007, que era lo que buscaba, pero sí que pudo golpear a EON con esta película que rivalizó en las taquillas con "Octopussy" y que, aunque al parecer ganó en recaudación la primera, "Nunca digas nunca jamás" casi la alcanzó (entre otras cosas, por volver a tener a Sean Connery dando vida a Bond tras doce años retirado de la franquicia de Saltzman y Broccoli).
Lo que el filme de Kevin McClory ofrece (filme dirigido con solvencia por el habitualmente mediocre Irvin Kershner, especialista en puros encargos como éste o como su mejor obra, "El Imperio Contraataca") es una versión alternativa de "Operación Trueno" que subsana los principales errores de éste, uno de los más flojos de los siete primeros de EON: las escenas submarinas están aquí muy acortadas (en la mencionada "Operación Trueno" eran insufribles) y se ofrece en esta ocasión a un Largo de altura (el de Adolfo Celi era solvente pero estaba ensombrecido por villanos anteriores como Dr. No o Goldfinger) que viene interpretado ejemplarmente por el gran Klaus Maria Brandauer. La película, sin embargo y a pesar de esto, se muestra irregular en líneas generales: puede resultar más divertida que la original, pero también tiene personajes y escenas muy flojas que la lastran.
Comencemos hablando de los méritos de "Nunca digas nunca jamás": Sean Connery, productor en secreto de la película, vuelve a ser 007 (el título del filme es una broma a este respecto: el actor escocés aseguró que "nunca jamás" volvería a serlo) y la verdad es que cumple con solvencia en su papel, que repite conscientemente con todos sus tópicos clásicos (aunque, como Roger Moore en "Octopussy", se ve ya basante viejo para ser un galán y un héroe de acción), mientras que el mencionado Klaus Maria Brandauer, como he comentado, borda a un antagonista excelente, con personalidad, obsesivo y atormentado pero también soberbio y terrible; la chica Bond principal (Dominó, la amante de Largo, que ignora que éste asesinó a su hermano) es una Kim Basinger en estado de gracia y bellísima y Felix Leiter es ahora Bernie Casey, que entrega al primer Leiter de raza negra (el siguiente sería el Jeffrey Wright de "Casino Royale" y "Quantum of Solace") y que tiene considerablemente más protagonismo que el de Rick Van Nutter del primer "Operación Trueno". En el filme se pueden encontrar además escenas geniales como el tango de Bond y Dominó (momento mítico de ambas sagas, oficial y no oficial) y secundarios magníficos como el Blofeld de Max Von Sydow (enorme), de aparición muy breve pero cargada de carisma.
Ya en el aspecto negativo de "Nunca digas nunca jamás", hay que mencionar muchas escenas de acción verdaderamente mediocres entre las que sobresale especialmente la de la lucha con el videojuego de Largo y Bond, muy pulp pero también tremendamente tonta y, además, cutre y ridícula. Por otro lado, hay personajes que pierden muchísimo en la versión del mundo de 007 de McClory: M (Edward Fox) es un gafotas cascarrabias un poco histérico pero sin fuerza, Q (Alec McCowen) y Moneypenny (Pamela Salem) no resultan tan simpáticos como sus dobles de EON y Fatima Blush está interpretada por una Bárbara Carrera muy sexy pero sobreactuadísima que resulta ser vergonzante (otra escena terrible: su lucha final contra Bond). "Nunca digas nunca jamás" es una cinta que subsana muchos de los defectos de "Operación Trueno" pero que cae, inexplicablemente, en otros nuevos. Este filme fue amado por unos fans de Bond y odiado por otros. Yo creo que es una "rareza" aceptable y esencialmente divertida a pesar de sus ridiculeces, pero que desde luego podría haber sido un remake redondo, y no lo fue.
Es más mala que pegarle a un padre con un calcetín sudado, pero reconozco que tengo debilidad por ella. Me troncho con algunas secuencias y no puede negársele un carácter de montaña rusa disparatada la mar de agradable, además de contar con el nunca suficientemente alabago señor Brandauer bordando un villano Bond que entra en el Top 5 sin despeinarse.
ResponderEliminarUna rareza en la cartelera de los ochenta. Lo mejor, el título. Del Bond de Connery me sigo quedando con "Desde Rusia con amor". Saludos. Borgo.
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