En una misión en Corea del Norte, James Bond acaba con el Coronel Moon, terrorista tirano y traficante de armas. Sin embargo, es apresado y pasa catorce meses prisionero y siendo víctima de torturas y vejaciones. Cuando el Servicio Secreto Británico le rescata intercambiándole por el psicótico Zao, el mano derecha de Moon, Bond, desobedeciendo las órdenes de M, escapa del hospital de la base en la que lo recluyen (pues sus jefes creen que le han lavado el cerebro) y comienza a perseguir al recién liberado Zao. Pronto 007 descubre que Moon no ha muerto, sino que se ha operado el rostro y se ha transformado en el magnate de los diamantes Gustav Graves. Junto a las bellas y letales agentes Jinx y Miranda Frost, James Bond va a intentar desbaratar los planes de Moon/Graves y de Zao: utilizar un gran satélite que funciona por medio de diamantes para controlar la luz que llega a la Tierra.
Tristemente, tras el gran filme que fue "El mundo nunca es suficiente", el que le siguió y el que cerró la saga de James Bond definitivamente (saga que volvería a recomenzar con el "Casino Royale" del actual 007, Daniel Craig), fue una de las mayores bazofias perpetradas por el clan de los Broccoli junto a "Moonraker": "Muere otro día". Inexplicablemente, se olvida en este filme el drama psicológico del anterior y se vuelve a aplicar una buena parte de la fórmula de la era de Roger Moore (acción frenética y delirante y mucha comedia) para desarrollar una historia ridícula con personajes planísimos y con escenas de acción vergonzosas. El encargado de dirigir "Muere otro día" es el habitualmente mediocre Lee Tamahori, que entrega la primera película de la gran franquicia de EON que se mueve a ritmo videoclipero: cualquier escena es buena para colocar un flash, una aceleración gratuíta, un zumbido o una distorsión... Que, abusivos y burdos, entorpecen la narrativa además de vulgarizarla notablemente (no hay lugar para el más mínimo suspense o misterio porque todo se justifica mediante un flashback o con una dislocación de la imagen o con un salto de escena absurdo). Para colmo, la trama es predecible desde el primer hasta el último momento por su linealidad e infantilidad (todo en ella se vislumbra a leguas) y sobre todo por el villano de opereta que la articula (y una vez más se vuelve al megalómano excéntrico y gesticulador incansable, completamente descolocado en el año 2002), el Coronel Moon, un militar corrupto de Corea del Norte que se opera para cambiar su rostro y transformarse en el magnate de los diamantes Gustav Graves. Interpretado por dos actores diferentes (Moon es Will Yun Lee y Graves es Toby Stephens), es éste un atangonista previsible, aburrido, sin relieve, sin personalidad y sobreactuado por ambos actores, que se limitan o a permanecer helados (Yun Lee) o a poner muecas sin cesar (Stephens).
Por otra parte, Pierce Brosnan está ya acomodadísimo en su rol, que interpreta con abulia y sin mucho esmero (como le ocurría ya al último Roger Moore), mientras que la chica Bond de turno es una Halle Berry (en aquellos momentos disparada vertiginosamente hacia la gran fama en la que hoy está plenamente asentada) que no aporta absolutamente nada a la trama y que únicamente se dedica a lucir cuerpo y a propinar golpes (para colmo, su papel es larguísimo para lo poco que tiene que ofrecer su personaje). Los secundarios siguen por desgracia la misma línea de los caracteres principales: el aliado del villano, Zao (Rick Yune) es un gorila tópico, mientras que la otra chica Bond, Miranda Frost (Rosamund Pike) ofrece una subtrama de traición al agente 007 muy mal desarrollada y tremendamente predecible. Para terminar, las escenas de acción, montadas a ritmo videoclipero (horrendas) resultan por lo general ridículas y, algunas, hasta provocan la vergüenza ajena (una huída de un palacio de hielo que se derrite, Bond surfeando por un tsunami con paracaídas, Bond en el Aston Martin invisible...). Únicamente es salvable de "Muere otro día" su genial prólogo en Corea del Norte y sus completamente inesperados títulos de crédito, en los que 007 es torturado y vejado por sus enemigos. El resto, puede ir directo a la basura.
Fue una verdadera lástima que la película que homenajeaba los cuarenta años de existencia del espía británico en su versión cinematográfica fuese tan increíblemente patética. Como curisidad, hay que mencionar que, debido al cuarenta aniversario del estreno de "007 contra Dr. No", "Muere otro día" esconde un homenaje a cada una de las películas de la saga oficial de EON (Halle Berry surge de las aguas como la mítica Ursula Andress y más tarde casi la mata un láser al estilo de "James Bond contra Goldfinger", Bond escapa de una avalancha como en "007 al Servicio Secreto de Su Majestad", los diamantes son armas destructoras como en "Dimantes para la eternidad" -además de que Moon se opera el rostro como Blofeld en aquella-, el palacio de hielo del filme recuerda a la base de Stromberg en "La espía que me amó", Bond vuelve a pelear con un villano por su paracaídas imitando el horrendo prólogo de "Moonraker", el clímax en el avión es muy parecido al de "007: Alta tensión", Bond es relegado de su puesto por segunda vez tras "Licencia para matar"...). "Muere otro día" fue la última película que protagonizó Pierce Brosnan y la que cerró la interminable y ya casi absurda en su continuidad saga de 007, que recomenzaría de nuevo con la mencionada "Casino Royale" de Daniel Craig, que por suerte insuflaría mucho aire fresco a una fórmula ya agotadísima hasta lo idiota.
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