De vacaciones en Montecarlo, James Bond descubre el robo de un helicóptero Stealth y la existencia de la letal asesina Xenia Onatop, relacionada con dicho robo que, además, está directamente emparentado con otro, el de una poderosísima arma llamada Goldeneye que genera pulsos electromagnéticos capaces de aniquilar toda clase de circuitos electrónicos y que se encontraba en una base rusa que ha sido destruida por completo. Tras estos hechos, M designa al agente 007 para una nueva misión: proteger a la única superviviente del robo del Goldeneye, la informática Natalya Simonova. Colaborando con ella, con el mafioso ruso Valentin Zukovsky y con el agente de la CIA Jack Wade, James Bond hace un terrible descubrimiento: su antiguo compañero Alec Trevelyan, el ex agente 006, al que él creía muerto desde hacía años, es el amante de Xenia Onatop, el colaborador de un viejo general ruso renegado llamado Ourumov al que él también se enfrentó y la mente criminal que está detrás de todo lo que está ocurriendo...
Tras el fracaso (injustísimo) que supuso "Licencia para matar", la saga de James Bond estuvo tan paralizada que, de hecho, incluso estuvo a punto de desaparecer. Durante los años ochenta, el agente 007 había ido siendo poco a poco derrocado en las taquillas por otros personajes de acción y de aventuras como Indiana Jones, John McClane (de "La Jungla de Cristal"), Martin Riggs y Robert Murtaugh (de "Arma Letal"), Axel Foley (de "Superdetective en Hollywood") Rambo, la Teniente Ripley (de "Alien"), Robocop o Terminator. Fue una década de grandes sagas comerciales que arrasaron en las salas y, mientras Roger Moore era demasiado viejo e incluso patético en sus últimos filmes, Timothy Dalton era demasiado serio y brutal y carecía de la vena cómica que otros como los mencionados Indiana Jones o John McClane tenían (esta vena fue una clave básica de éxito de muchas sagas de esta época). Con semejante panorama, Albert R. Broccoli por fin se retiró de la producción de su saga estrella y se la entregó definitivamente a su hija Bárbara y a su hijastro Michael G. Wilson, que esperaron, desde el fracaso de "Licencia para matar", cuatro largos años para volver a arriesgarse a proyectar un nuevo filme de James Bond. Los cambios que experimentó la saga fueron a todos los niveles: Timothy Dalton no continuó como protagonista (al parecer él tampoco lo deseaba) y fue Pierce Brosnan su sucesor, Robert Brown tampoco fue ya M y su papel pasó a la genial Judi Dench (se deja ligeramente ver en esta nueva etapa que el anterior M, el de Bernard Lee y Brown, o "murió" o "se jubiló"), Moneypenny es ahora la solvente Samantha Bond y el director elegido para el nuevo filme del agente británico, "Goldeneye", ya no es el agotado John Glenn, sino el solvente creador de cintas de acción y de aventuras Martin Campbell (que repetiría con los Broccoli en "Casino Royale", ya con Daniel Craig como Bond). Únicamente el eterno Desmond Llewelyn repitió como Q hasta su muerte en 1999 en un accidente de tráfico (tras lo que fue sustituído por el ex "Monty Phyton" John Cleese, que se llamaría R), mientras que desgraciadamente Felix Leiter, de nuevo completamente desaprovechado por EON, no aparecería en esta etapa tras haber perdido una pierna en "Licencia para matar" (aunque tampoco es esto una excusa para desechar a este personaje, ya que en la saga de las novelas le ocurría lo mismo y continuaba con sus misiones en silla de ruedas y usando una prótesis). Este último hecho, por supuesto, volvió a disgustar mucho a los fans de las mencionadas novelas, en las que Leiter era un secundario muy importante (aunque EON lo rescataría de nuevo y por suerte en la etapa de Daniel Craig).
Pierce Brosnan es tal vez el Bond más comedido que ha existido hasta la fecha: mantenía el tipo exquisito y cínico de Sean Connery pero aportándole el toque más serio de George Lazenby, desechaba prácticamente todo el humor esgrimido por Roger Moore y era violento como Timothy Dalton pero sin llegar a ser tan excesivamente brutal. Fue desde mi punto de vista una elección muy acertada para la segunda mitad de la década de los noventa y para los primeros años del decenio pasado, aunque, exceptuando a la excelente "El mundo nunca es suficiente", sus aventuras resultaron en general flojas (y concretamente "Muere otro día" me parece una bazofia de la talla de "Moonraker"). Los villanos también se mantuvieron en la línea de los de los filmes de Dalton: dejaron de ser megalómanos locos salvo excepciones para buscar objetivos criminales más realistas. "Goldeneye" supuso el irregular estreno de Brosnan como James Bond, que para la ocasión se enfrentaba a un viejo compañero, el agente 006 (interpretado de manera genial por el gran Sean Bean), al que creía muerto y que, siendo ahora un mercenario, se disputaba con él la poderosa arma que da título al filme. Las chicas Bond en esta cinta y en toda la era de Brosnan ya fueron plenamente protagonistas de la acción principal en una saga que, desde el final de los tiempos de Roger Moore, ya se había alejado definitivamente del machismo galopante del que comenzó haciendo gala (incluso M es ahora una mujer): Izabella Scorupco da vida a Natalya Simonova, que ayuda al agente británico con unos "enigmas informáticos" para los que él no está tan preparado como ella, mientras que la compañera de 006, la letal y bastante pulp asesina ninfómana Xenia Onatop, ayuda asímismo al villano de turno en igualdad de condiciones (ya lo hizo la May Day de "Panorama para matar", con la que ésta guarda similitudes que supongo que no son casuales) y está magníficamente interpretada por Famke Janssen.
"Goldeneye" cuenta con unos personajes muy bien ideados y con carisma y, además, con unas escenas de acción verdaderamente destacadas y que, espectaculares por todo lo alto, no resultan ridículas como las protagonizas por el Bond del último y a veces patético Roger Moore (aquí especialmente brilla uno de los mejores prólogos de la saga, el de la escena del puenting en la presa rusa, y una persecución en tanque verdaderamente divertida). Sin embargo, "Goldeneye" se muestra irregular en lo que personajes secundarios se refiere: el villano informático Boris Grishenko (Alan Cumming) no deja de ser un informático tópico (gafotas, estrambótico y siempre haciendo comentarios supuestamente chistosos sobre sexo) y el general renegado Ourumov (el alemán Gottfried John) tampoco deja de ser el militar helado y sin escrúpulos clásico, mientras que el primer aliado de turno de Bond, el agente de la CIA Jack Wade (curiosamente interpretado por Joe Don Baker, que fue también el villano Brad Whitaker de "007: Alta tensión") es bastante insufrible como secundario cómico sin mucha gracia (para haber colocado a este tontorrón personaje, los Broccoli podrían haber rescatado a Felix Leiter). Sí se salva, en cambio, el segundo aliado de 007, el mafioso ruso Valentin Zukovsky (muy bien interpretado por un solvente Robbie Coltrane).
Sin embargo, "Goldeneye" tiene, sobre todo, un enormísimo fallo: la relación que tendría que existir entre James Bond y su viejo amigo el agente 006, relación de lealtad y amistad traicionada, está pésimamente explotada en el filme y logra lastrarlo completamente. El personaje de Sean Bean, lleno de posibilidades, viene sin embargo y por desgracia muy diluído y sembrado de lagunas (en realidad, no queda claro del todo el porqué de su actuación) y su pasado junto a Bond apenas aparece esbozado en el prólogo. Una verdadera lástima, ya que el primer filme de Pierce Brosnan como Bond podría haber sido un gran enfrentamiento entre agentes y no pasa de ser una película esencialmente digna y divertida. "Goldeneye" fue un enorme éxito de taquilla que revitalizó por completo la saga estrella de Albert R. Broccoli, que falleció al año siguiente de su estreno.
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