Porco Rosso

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martes, 25 de octubre de 2011

LAZOS ARDIENTES de Andy y Larry Wachowski – 1996 – (“Bound”)


Violet es la novia de Caesar, un mafioso brutal, machista y desconsiderado que la trata como a un florero. Su vida aburrida se ve interrumpida cuando conoce a Corky, una ladrona profesional que vive justo al lado de ellos y que acaba de salir de la cárcel. Con ella comienza, a espaldas de Caesar, una relación de amor que cada día se vuelve más fuerte. Cansadas de sus vidas, ambas trazan un plan: robarle al novio de Violet un gran botín que tiene que entregarle a su jefe y escapar para siempre del mundo de la criminalidad… Las cosas, por desgracia, no siempre salen bien del todo.


A pesar de su decisiva influencia en el cine de ciencia ficción y de acción moderno, los sobrevalorados hermanos Andy y Larry Wachowski tienen aún una filmografía muy corta (sólo cinco películas, de las que tres son de una misma saga) y llena de brutales altibajos, por lo que creo que es demasiado pronto para valorarlos en su conjunto. Sí podemos decir que, hasta ahora, han demostrado, en lo visual, un gran gusto por una estética que bebe de los mundos del comic, de los videojuegos, del cine negro clásico, del cine de animación, del cine de acción y que se sirve de elementos variados como el retro, el ciberpunk, el pop o el hardcore. Sus atmósferas son frías, asépticas, opresivas y oníricas excepto en "Speed Racer". Han sabido combinar de manera excelente el cine de entretenimiento (y han destrozado las taquillas con su saga “Matrix”) con un cine artístico. En sus obras, llenas de símbolos y algunas con un mensaje humanista, a menudo se tratan asuntos filosóficos, metafísicos y hasta religiosos en un estilo a veces bastante pedante y pretencioso, de diálogos barrocos bastante infumables y que en ocasiones no dicen nada, ya que únicamente se dedican a dar vueltas sobre la misma idea para sobrecargarla y dar la impresión de profundidad (especialmente en las dos flojas secuelas de “Matrix”). Debutaron con una excelente historia negra, “Lazos ardientes”, tras la que dejaron una de las obras más importantes del cine fantástico de finales del siglo XX: “Matrix”, que ya pertenece al podio de sagas míticas como “Star Trek”, “Star Wars” o “El Señor de los Anillos”. En estas dos películas demostraron los Wachowski un tremendo buen hacer en todos los aspectos. Por desgracia, tiraron el listón de calidad por los suelos con las dos siguientes entregas de su segunda obra: “Matrix Reloaded” y “Matrix Revolutions”, dos mediocridades pretenciosas que destrozaron la saga de muy mala manera. Ya "Speed Racer", su último filme hasta la fecha, me resulta por lo menos un experimento de cine infantil estéticamente resultón.


A pesar de ser una película tremendamente morbosa para tratarse de una obra comercial, en su día “Lazos ardientes” pasó sin pena ni gloria por las carteleras. El debut tras las cámaras de Andy y Larry Wachowski es una excelente cinta que homenajea al cine negro clásico y que, sin buscar originalidad, juega con sus lugares comunes. La historia es bien simple: dos jóvenes y provocadoras mujeres, una ladrona que ahora vive de pequeños trabajos y la esposa de un mafioso, establecen un fuerte vínculo sentimental a espaldas de este mismo mafioso, al que planean engañar para robarle un gran botín y huir. Estas mujeres están fabulosamente interpretadas por Jennifer Tilly y Gina Gershon, a las que acompaña un también genial Joe Pantoliano en el papel del mencionado mafioso, que borda al clásico criminal machista algo esperpéntico que esconde su mediocridad actuando con desdén y brutalidad. Frente a él, que representa este machismo (que es una característica básica de muchas mafias) las dos mujeres se presentan como personajes contrapuestos al suyo: maduras, inteligentes y seguras de sí mismas y de sus sentimientos. En su carrera para escapar del mundo de la mafia con el dinero suficiente, comienzan un juego de trucos y mentiras con este hombre que cree dominarlas, un juego que, a pesar de todo, se les escapa de las manos, propiciando el estallido de violencia final.


La película se desarrolla prácticamente en una casa sumida en sombras, fría y opresiva. Los personajes, como tantos de los Wachowski, visten con ropas oscuras y a menudo usan el cuero. Las escenas sexuales entre las dos mujeres protagonistas están rodadas haciendo un gran uso de la sugerencia para desatar el morbo, y se van moviendo entre la tensión y la ternura. Fueron estas escenas bastante famosas en su momento, a pesar de que finalmente la película no fuera un gran éxito. La carga de violencia del filme es muy elevada, destacando el mencionado baño de sangre final con un Joe Pantoliano realmente patético en su histeria que tal vez rinda un homenaje a protagonistas de clásicos como “Scarface” o “Al rojo vivo”. “Lazos ardientes” no innova nada, pero tampoco lo busca. Es un filme negro que utiliza los tópicos de su género sin ningún prejuicio para actualizarlos y ofrecer un gran rato de disfrute. Los hermanos Wachowski alcanzarían la fama tres años después de esta película con su fulminante “Matrix”.

2 comentarios:

  1. La tengo en mi disco duro pendiente de ver, me pareció una cinta muy arriegada para ser comercial y un debut al mismo tiempo. Viendo el toque erótico-lésbico de la cinta no puedo evitar pensar que años más tarde uno de los Wachowski, Larry, se convertiría en Lana por obra y arte de quirófano y hormonas. Un día leí que Michael Cimino, el director de la monunmental "El Cazador", también ha dejado de ser hombre para convertirse en mujer. En fin, cada uno debe elegir su propio camino.

    Un saludo

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  2. A mí, como fan de la Tilly, me gustó mucho, excepto porque en ese tiempo no había yo visto muchas películas con violencia extrema y la escena del dedo en el excusado me puso nervioso.
    El director sin embargo, dijo que era absolutamente necesario establecer la sangre fría del mafioso y la única manera era viéndolo mutilar a alguien sin remordimiento (como en LABERINTO DEL FAUNO, donde también la violencia es justificada).
    Me quedé muy contento con el final! Maldito, se lo merecía!

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