Porco Rosso

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viernes, 18 de agosto de 2017

REY ARTURO: LA LEYENDA DE EXCALIBUR de Guy Ritchie - 2017 - ("King Arthur: Legend of the Sword")


Arturo es un joven que ha crecido en la ciudad de Londinium en un burdel con prostitutas que le han cuidado desde que era niño y le encontraron en el río. No recuerda nada de su pasado. Arturo es valiente, fuerte y un incansable defensor de los más débiles. Un día, algo ocurre que cambia su vida. Algo que no esperaba jamás que le ocurriese a él... Y que le convierte de repente en el salvador y última esperanza de Inglaterra, aplastada por la tiranía del cruel rey Vortigern.


Con Sherlock Holmes le salió muy bien, pero con el Rey Arturo le ha salido muy mal. Que Guy Ritchie es un director que se repite más que el ajo es un hecho, pero que casi siempre sabe sacar frescura de sus historias, a pesar de que sean tan reiterativas, también lo es. "Rey Arturo: La leyenda de Excalibur" tiene todas las constantes de su cine: montaje rápido basado en flashbacks, personajes molones, humor canalla, mucha acción y lectura moderna de códigos del pasado (cuando la obra se ambienta en otras épocas). A priori, tendría que haber funcionado. Pero no, no lo ha hecho esta vez. "Rey Arturo: La leyenda de Excalibur" es un tostonazo con trama tonta, sin imaginación y sin ritmo ninguno. El mencionado montaje basado en flashbacks llega a ser cansino, tan casino, que aburre mortalmente. No se deja un maldito segundo de respiro para asimilar la trama, asimilar los planos, asimilar a los personajes. Ni uno. Todo va tan rápido que el sopor se hace infumable. A veces, un montaje vertiginoso no es sinónimo de rapidez, sino de todo lo contrario. Por si fuera poco, la trama es un peñazo sin interés ninguno: predecible, llena de tópicos, con personajes con desarrollo nulo que son o malos muy malos o buenos muy buenos, con lagunas e incoherencias por todas partes (el personaje de La Maga podría usar sus poderes desde el principio y se acabó la película...), con escenas que no sirven para nada, con giros de guión que no vienen a cuento, con unos diálogos que dan ganas de llorar (en serio, son malos, pero malos de cojones) y con una relectura de los mitos artúricos que se pasa toda la esencia de sus relatos por el forro. Se completa el despropósito con una colección de escenas de acción basadas en la acumulación barroca de hechos y en los efectos especiales irreales y colosalistas de baratillo (pero miren que son feos: para lo que se puede hacer hoy en día es que dan el cantazo a niveles bestiales).


Escenas como las del cutre y burdo combate final, que parece sacado de un "Street Fighter" o un "Tekken" (con todo el respeto para estas grandes sagas de videojuegos), son para pegarle un tiro al director (aparte de no venir a cuento y de salir a última hora por la Vía de Tarifa). Y finalmente, hay que terminar diciendo que los monstruos que aparecen en la película, además de ser muy pencos, tienen una imaginación "desbordante": todos ellos son animales normales y corrientes agrandados; elefantes gigantes (elefantes en Inglaterra, genial), ratas gigantes, murciélagos gigantes, serpientes gigantes. Todo gigante. Todo de postín. Pero todo para nada. Esta pesadez tontorrona e interminable es, tristemente, lo peor que ha hecho Guy Ritchie desde "Barridos por la marea". No pierdan el tiempo con ella: es una plasta inaguantable.


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