Porco Rosso

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jueves, 6 de agosto de 2015

LA VIDA MANCHA de Enrique Urbizu - 2003 - ("La vida mancha")


Fito y Juana están casados y tienen un hijo llamado Jon. Él es camionero y ella ama de casa y llevan vidas normales y corrientes en su barrio de las afueras de Madrid. Fito tiene sin embargo un problema que su mujer desconoce: es ludópata y no sólo no puede dejar el juego, sino que además tiene una deuda con el banco. Un día, Pedro, el hermano de Fito, vuelve a España tras muchos años en el extranjero y les visita... Pedro es un hombre misterioso, que no habla demasiado y que parece guardar secretos. La vida de Fito y Juana está a punto de cambiar para siempre.


Aunque sus creaciones más famosas y reconocidas son thrillers (uno de sus géneros predilectos), Enrique Urbizu entregó en 2003, entre las muy espaciadas obras maestras que son "La Caja 507" y "No habrá paz para los malvados", esta otra obra perfecta que es "La vida mancha". Aquí nos alejamos de la trama negra social para enfrentarnos a un retrato también social pero puramente cotidiano, a un drama de relaciones personales protagonizado por personajes que, como el título de la película indica, están manchados por la vida. Tenemos a un matrimonio normal y corriente que vive en un barrio normal y corriente de las afueras de Madrid y que se hunde en esta vida "normal y corriente", una vida que les asfixia. Ambos han renunciado a muchas cosas y a muchos sueños y, a estas alturas de su existencia, y siendo jóvenes todavía, no esperan que muchas cosas cambien (aunque sueñen con estos cambios). De repente, el hermano del marido de este matrimonio aparece tras muchos años fuera de España y revoluciona sus vidas. Alrededor de este trío, pivotan otros seres también perdidos y frustrados: gente sexualmente confusa, vendedores de libros enamorados en secreto, niños que llegan a la madurez, una camarera envidiosa o jóvenes en la loca adolescencia "de la edad del pavo". Enrique Urbizu despliega una trama minimalista perfecta y precisa, con diálogos cotidianos exquisitos, donde cobra importancia cualquier mínimo gesto y cualquier acción reprimida pero perfectamente intuída y llena de significado. El lirismo es precioso y un ejemplo de poesía visual, y los asuntos tratados están todos perfectamente delineados: la pérdida de la pasión, el hundimiento vital, la llegada a la madurez, el pasado y su imposibilidad de luchar contra él, la adicción y el refugio que ofrece, la hipocresía social y, sobre todo, la lucha por llevar una vida plena con todas sus consecuencias.


Todos los actores de "La vida mancha" están excelentes: todos brillan con luz propia. Sin embargo, si hay uno que los eclipsa, y con diferencia, es José Coronado. Maravillosa, soberbia, su interpretación duele de verdad y cautiva desde el primer minuto. Este actor, que repetiría con Urbizu en la mencionada "No habrá paz para los malvados", eleva la película a un nivel todavía superior y demuestra que es uno de los más grandes e interesantes intérpretes que tenemos y hemos tenido en España. "La vida mancha" es una joya, otra obra maestra de un director que, una vez que hubo dejado atrás sus titubeantes e irregulares inicios, se ha revelado como uno de nuestros magistrales indiscutibles. Véanla, por favor. Les sobrecogerá.


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