Porco Rosso

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jueves, 22 de mayo de 2014

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS de Jonathan Demme - 1991 - ("The silence of the lambs")


La joven Clarice Starling es una brillante licenciada universitaria experta en conductas psicópatas que es requerida por el FBI para que colabore en la tarea de atrapar al criminal Buffalo Bill, un hombre misterioso que mata a chicas adolescentes y les arranca la piel. Clarice, para encontrar a este psicópata, va a verse obligada a entablar relaciones con otro: con Hannibal Lecter, un caníbal superdotado, culto y refinado encerrado en una cárcel de máxima seguridad. Lecter puede hacer algo que pocos pueden: ayudarle a definir los patrones de actuación de Buffalo Bill. Sin embargo, es un hombre tan peligroso o más que él...


Jonathan Demme es un caso extraño de director que ha tocado muchos palos y que, tras despuntar con una carrera de toques independientes que terminó en filmes comerciales excelentes (entre los que se encuentran éxitos clave de su momento), se dedicó a obras de ficción menores (y habitualmente mediocres) y a documentales (estos ya más interesantes). Su carrera es muy ecléctica, muy variada, pero también muy irregular y, en conjunto, carente de una personalidad aglutinadora tanto en temas como en estética. Debutó con una película explotaition, "La cárcel caliente", a la que siguió la comedia dramática kitch "Crazy Mama", el drama social con toques de acción "Luchando por mis derechos", el drama "Handle with care", el thriller "El eslabón del Niágara", la olvidada comedia de perdedores "Melvin y Howard", las comedias "Chicas en pie de guerra", "Algo salvaje" y "Casada con todos", la comentada "El silencio de los corderos" (uno de los thrillers imprescindibles de los noventa), el drama sobre homosexualidad y SIDA "Philadelphia" (uno de los dramas básicos de la misma década), el nuevo drama "Beloved", el flojo thriller "La verdad sobre Charlie" (remake de "Charada"), el nuevo thriller "El mensajero del miedo" y el drama familiar "La boda de Rachel".


En lo referido a documentales, la carrera de Demme sí es mucho más destacada. Tanto lo es que muchos le consideran un director esencialmente de documentales que, cada cierto tiempo, rueda ficción (y algo de cierto hay, pues Demme cada vez realiza menos películas de esta clase y más espaciadas). En su filmografía en este campo (en la que hay películas aún hoy, en la era de Internet, difíciles de conseguir), destacan "Stop Making Sense", sobre la banda Talking Heads; "Swimming to Cambodia", sobre las experiencias del comediante Spalding Gray en este país; "The Agronomist", sobre el activista haitiano por los derechos humanos Jean Dominique; "Neil Young: Heart of gold", "Neil Young Trunk Show" y "Neil Young Journeys", sobre el gran músico; "Man from plains", sobre los intentos del ex-presidente de los USA Jimmy Carter para conseguir la paz entre Israel y Palestina; "I'm Carolyn Parker", sobre el Huracán Katrina en Nueva Orleans y "Enzo Avitabile Music Life", sobre el músico.


"El silencio de los corderos" es uno de los thrillers básicos de los años noventa. Multipremiada en los Oscars de su momento y rodada por el mejor Jonathan Demme, el que todavía había de regalar "Philadelphia" y que se encontraba en plena forma para la ficción, presenta la continuación de la historia que vimos en 1986 en "Hunter" de la mano de Michael Mann, aunque reinicia la saga y Hannibal Lecter pasa de ser Brian Cox a ser Anthony Hopkins, que entregó uno de los papeles más magistrales de su carrera y uno de los merecidamente más recordados. Demme rueda un thriller escalofriante, violento, sádico, sin concesiones para lo que en su momento se solía ver en una sala comercial, inteligente, irónico, mordaz. La esencia vuelve a ser la misma: para atrapar a un asesino psicópata, una detective (ahora la no menos legendaria Clarice Starling, a la que dio vida otra inolvidable Jodie Foster) ha de colaborar con el mencionado Lecter, otro asesino psicópata refinado, cultísimo, superdotado y también con una gran vanidad intelectual que fue encarcelado en la anterior entrega de la saga (en este caso sería "El Dragón Rojo", que llegaría en 2002). No sólo la captura del primer asesino, también inolvidable (Buffalo Bill, interpretado de igual manera magistralmente por el tristemente algo olvidado Ted Levine), atrapa al espectador: lo hace igualmente la ambigua relación que se establece entre Clarice y Lecter, cercana al amor, abierta a multitud de interpretaciones y surcada por el desprecio y la admiración mutuas.


Jonathan Demme desarrolla su historia, perfectamente equilibrada en sus dos líneas básicas, llena de sorpresas impactantes y con diálogos fabulosos, en un ambiente oscuro y gris, malsano, que viene como anillo al dedo al relato. Como he dicho, las interpretaciones de Anthony Hopkins y Jodie Foster son geniales, y la química que se establece entre ellos es absolutamente una delicia. "El silencio de los corderos" es una joya del thriller, una obra maestra que abrió una saga y que propició una serie de televisión (que se emite hoy). Diez años tardó "Hannibal", su primera secuela, en llegar a las salas de la mano de Ridley Scott. No fue un mal filme, pero, como le pasó también a los otros dos (la buena "El Dragón Rojo" y la floja "Hannibal: El origen del mal"), no llegó a la maestría de éste.


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