Porco Rosso

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domingo, 4 de agosto de 2013

LEGEND de Ridley Scott - 1985 - ("Legend")


El Señor de la Oscuridad quiere sumir al mundo en la noche perpetua y, para ello, ha de acabar con los dos únicos unicornios que quedan vivos y que personifican la paz y la libertad. Tras haber sus malvados trasgos matado a uno de ellos, el otro cae bajo la protección del chico del bosque Jack y de la Princesa Lili, que, junto a las demás criaturas de la naturaleza, van a enfrentarse al Señor de la Oscuridad y a sus secuaces para acabar con sus maléficos planes.


En la década de los ochenta tuvo lugar, en Hollywood, una edad de oro del cine de entretenimiento. Una grandísima parte del cine de acción y de aventuras moderno sienta sus bases en esta esta época, que entregó grandes clásicos de estos géneros, de la ciencia ficción, de la comedia fantástica o del terror que no han tenido parangón (lo atestiguan obras de culto tan diversas como “Blade Runner”, “E.T.”, “1997: Rescate en Nueva York”, “El Imperio Contraataca” y “El Retorno del Jedi”, “Aullidos”, “Temblores”, las dos entregas de “Gremlins”, las dos entregas de “Cazafantasmas”, “El Resplandor”, “Golpe en la Pequeña China”, “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”, “Aliens. El Regreso”, “Terminator”, “Robocop”, “Superman II”, “Batman” o sagas míticas como las de “Pesadilla en Elm Street”, “Viernes 13”, “La Jungla de Cristal”, “Arma Letal”, “Regreso al Futuro” o la de las aventuras de Indiana Jones –y me dejo muchas cintas en el tintero-). Por supuesto, tampoco faltaron en esta década películas puramente fantásticas maravillosas. Ahí están, por poner otros pocos ejemplos, las joyas de Jim Henson “Cristal Oscuro” y “Dentro del laberinto”, el clásico “Conan, el Bárbaro”, la genial “Willow”, la encantadora “La Princesa Prometida” o la divertidísima “Lady Halcón”. Sin embargo, como en todas las épocas, también hay por ahí enormes fiascos como las adaptaciones para la gran pantalla de “La Historia Interminable” o “He-Man y los Masters del Universo” o como “Legend”, la cuarta y muy esperada película de Ridley Scott (que nada más y nada menos había firmado “Los Duelistas”, “Alien” y “Blade Runner”) y que supuso una enorme decepción y un enorme fracaso en su día tanto en las taquillas como para la crítica.


No fue, al parecer, culpa de Scott el descalabro de su cuarta producción, que sí que dejó impresa su fabulosa personalidad estética en ella, sino de la Universal, que no dejó de ponerle trabas durante y después del rodaje (la película duraba originalmente más de dos horas que se dejaron a base de malos tijeretazos en 89 minutos). La trama de “Legend” es bien simple: el Señor de la Oscuridad (un excelente Tim Curry) quiere dominar el mundo y, para ello, ha de acabar con todos los unicornios, por lo que dos jóvenes humanos (unos jovencísimos Tom Cruise y Mia Sara), ayudados por las bondadosas criaturas del bosque, han de pararle los pies. Con tramas bien simples se han hecho grandes películas (muchas de las arriba mencionadas, sin ir más lejos). El problema de la trama de “Legend” no es ser simple: es ser completamente incoherente. Los personajes, excelentemente caracterizados pero nada más, son planos hasta decir basta y no tienen ninguna consistencia. No se sabe por qué están donde están y, conforme la acción avanza, tampoco por qué van cambiando de escenario o por qué actúan como actúan (se distingue entre quién es del bando de los buenos y quién es del de los malos, pero poco más). La historia narrada avanza además a trompicones (como el montaje, muy caótico) y no está bien definida en ningún momento, mientras que los planos son poco claros (a pesar de su extremada belleza) y los diálogos, a veces muy tontorrones, no aportan casi nada a las escenas, por cierto pésimamente estructuradas (se va saltando de una a otra con una enorme brusquedad y en demasiadas ocasiones incluso el salto se hace sin nexo ninguno).


Todo esto es una verdadera lástima, ya que “Legend” es una experiencia visual única: con un toque siniestro que la aleja de la película convencional para niños, muestra dos mundos opuestos (el azul, verde y dorado del bosque y el rojo y negro del reino de la oscuridad) tremendamente sensuales (el primero en lo bucólico y el segundo en lo diabólico) verdaderamente esplendorosos. Su fotografía ayuda: es, simplemente, soberbia, así como sus preciosos escenarios, su conseguidísima ambientación onírica y la caracterización de sus personajes (destaca la de Tim Curry, magistral y aterradora –sin ninguna duda, uno de los mejores demonios de la historia del cine-). El cuarto filme de Ridley Scott es una maravilla visual, pero nada más. Su trama, incomprensible de tan anárquica y mal planificada y desarrollada, lo hunde por completo. Extrañamente, tras éste, su primer batacazo, Scott comenzó a llevar una carrera irregular de la que para muchos todavía no ha despegado del todo y en la que no deja de alternar obras muy destacadas con otras inexplicablemente mediocres o directamente horrendas.

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