Porco Rosso

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martes, 11 de diciembre de 2012

X-MEN de Bryan Singer - 2000 - ("X-Men")


La humanidad cada vez ve con más recelo a los mutantes, personas que han desarrollado extradordinarios poderes y cualidades que utilizan para hacer el bien unos y para hacer el mal otros. Entre estos seres evolucionados hay dos extremadamente poderosos que han creado dos bandos enfrentados: el Profesor Xavier, que dirige una escuela para mutantes y un grupo llamado los X-Men que aboga por la integración y la colaboración con los humanos, y Magneto, que se siente superior a los no mutantes y que junto a otros como él busca su exterminio. Cuando a la escuela de Xavier lleguen dos nuevos y misteriosos miembros llamados Lobezno y Pícara, una contienda estallará entre los X-Men y los hombres de Magneto, que parecen estar interesados en los secretos que éstos esconden para usarlos con oscuros propósitos. 


Después del cierre de las primeras sagas cinematográficas de "Superman" y "Batman" y con la de "Blade" solamente en marcha, "X-Men" de Bryan Singer fue la película de dió el pistoletazo de salida definitivo, hace ya doce añitos, a la avalancha de cine de superhéroes que hoy estamos todavía viviendo liderados por las producciones de las compañías Marvel y DC (sobre todo, hasta ahora, por la primera). Siendo bastante más digna en líneas generales que bodrios que llegaron tras ella como la trilogía de "Spiderman" de Sam Raimi, "Daredevil" y "Elektra", "Linterna Verde", "Blade Trinity" o las sagas de "Los Cuatro Fantásticos", "The Punisher" o "El Motorista Fantasma", tampoco alcanza esta obra el grado de seriedad de películas como la trilogía de "Batman" de Christopher Nolan (el ejemplo magno, sí), los dos "Hulk", la despreciada injustamente "Superman Returns" del mismo Singer, el primer "Ironman" o "Los Vengadores". "X-Men" está más en la línea de películas como "El Capitán América", "Thor", "Lobezno" o la segunda "Ironman": en la lína del "ni fu ni fa". La cinta a nivel estético es fiel a los cómics en los que se basa y actualiza el aspecto de los personajes embutiéndolos en trajes más oscuros, realistas y discretos. El reparto, por otra parte, cumple bien: todos se toman en serio a sus caracteres; mientras, las escenas de acción están bien llevadas: son dinámcias, están ajustadas y tienen la espectacularidad suficiente sin abusar de los efectos especiales absurdos. ¿Qué le falla a "X-Men" entonces? Pues el tal vez carecer de una personalidad más marcada y, sobre todo, el hecho de que los personajes tienen la hondura justita pero no van más allá.


Singer se centra especialmente en cuatro de los caracteres de esta primera película sobre el universo mutante de Marvel: Lobezno, Pícara, el Profesor Xavier y Magneto, a los que desarrolla por encima del resto (en la segunda entrega tomará a otros para completarlos). No está mal pensado, pero el problema que deriva de esto es que personajes clave como Cíclope, Jean Grey, Tormenta, el Hombre de Hielo o los villanos secundarios de turno (Mística, Dientes de Sable y Sapo) son meros apuntes (sobre todo los villanos, que pintan muy poco salvo en las escenas de acción y que mueren sin haber aportado absolutamente nada), y eso empobrece notablemente el resultado final. Es verdad que los X-Men son muchos, muchísimos, pero midiendo bien un guión y dotándole de más sutileza y economía narrativa se pueden dibujar en poco tiempo muy buenos personajes (sin ir más lejos, Matthew Vaughn lo logró en su genial entrega de la saga "X-Men. Primera generación"). "X-Men" no es una película mala, guarda bien su dignidad y no toma al espectador por tonto, pero desde luego también dista mucho de las mejores sagas de un cómic que en manos de buenos guionistas ha llegado a tener historias muy profundas y llegas de lecturas sobre las contradicciones del ser humano y sobre la marginalidad del diferente.

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