Porco Rosso

Porco Rosso

lunes, 28 de noviembre de 2011

LA CIÉNAGA de Lucrecia Martel - 2001 - ("La ciénaga")


En un pueblo de la Argentina profunda cercano a la frontera con Bolivia pasa el verano con su familia Mecha, una mujer de mediana edad harta de la vida y que bebe demasiado. Como ella, todos los que la rodean sobreviven a la apatía como pueden: su marido, sus hijos, su prima, sus vecinos. Todos se aburren mortalmente de la vida moderna, todos tienen sentimientos y deseos reprimidos y todos deambulan de un lado a otro presas del hastío y de la frustración. Mientras, el antaño esplendoroso chalet familiar, decrépito, se cae a pedazos y el agua de la piscina estancada se pudre cada día más.


No deja de ser curioso que "La ciénaga", el debut de la argentina Lucrecia Martel en el largometraje, se estrenase en 2001, el terrible año del tristemente célebre "Corralito" que asoló a su país. Parecía desde luego una premonición, ya que la peor crisis económica que nunca vivió Argentina empezó a dar señales de vida ya en 1998 y la crisis de valores siempre está, de alguna u otra manera, relacionada con la mencionada crisis de la economía. El inicio del filme ya lo dice todo: unos burgueses toman el sol en una piscina de agua estancada y arrastran sus sillas con una apatía sin miramientos. La apatía chirría en el espectador. Este es el punto de partida: el resto, es aún más descorazonador. Se abre en la pantalla una Argentina profunda en plena crisis económica pero también moral. La gran casa de estilo colonial alrededor de la que gira la historia de "La ciénaga" es una morada decrépita que antaño fue esplendorosa: sus paredes están desconchadas, su escasa tecnología no funciona, sus muebles son antiguos y su piscina tiene las aguas podridas. El pueblo en el que se encuentra esta casa no se queda atrás: lo poco que se ve del lugar destaca por ser tan decadente o más que la vieja morada, y en sus alrededores se encuentra la pestilente ciénaga que da nombre al filme (aunque esta ciénaga puede ser también la mencionada piscina, o, posiblemente, todo haga una referencia metafórica a las vidas de todos los seres que pueblan el filme). Frente a este escenario, se encara la aburridísima existencia diaria del protagonista coral de la película, de toda clase y condición, vida diaria marcada por el clasismo, el egoísmo, el racismo, la sexualidad reprimida, la homosexualidad oculta a la sociedad, la hipocresía, la pobreza, el alcoholismo, la enfermedad, la violencia, y, también, el sentimiento de superioridad de la Sudamérica de países como Argentina frente a la Sudamérica de países como la vecina Bolivia (amigos sudamericanos me han confirmado que este sentimiento clasista lo escrimen personas clasistas de Argentina, Urugay o Chile -más desarrollados- contra personas de la mencionada Bolivia, Paraguay o Perú, por poner ejemplos).


En un estilo casi de documental de completa molicie (lo transmite sin problemas), Lucrecia Martel desgrana todas estas vidas aplastadas bajo un clima de bochorno que presagia una tormenta (algunos la identificarán con la llegada del mencionado "Corralito"), vidas que parecen no ir a ninguna parte y que dejan claro que el estancamiento no es sólo económico, sino vital. Esta película de culto que inauguró una gran carrera cinematográfica que hasta ahora ha estado centrada en la exposición crítica de la Argentina de la crisis económica y de la post-crisis (las cosas con el tiempo han terminado mejorando en el país argentino a pesar de la actual recesión mundial -ninguna crisis es eterna-) no deja de resultar interesantísima ahora, que ha cumplido una década, en países como España, que este 2012 va a entrar, desgracidamente, en su quinto año de no levantar cabeza.

1 comentario:

  1. Maravillosa película; de momento, lo mejor que ha rodado la Martel. De hecho, todo lo que ha dirigido después está condicionado por el rotundo universo propio que es capaz de crear alrededor de esa tumba que es la casa familiar. La escena del ruidoso arrastrar de sillas es espeluznante, yo creía estar viendo una de zombies... Un saludo...

    ResponderEliminar