Porco Rosso

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

CONAN, EL BÁRBARO de Marcus Nispel – 2011 – (“Conan, The Barbarian”)


Un grupo de oscuros hombres que busca el secreto de la Máscara de Acherón, un artefacto milenario que puede otorgarles un poder inimaginable, arrasa el pueblo del joven Conan y asesina a su padre. El guerrero cimmerio, sin embargo, logra sobrevivir... Años después es un bárbaro temido y venerado en todas partes, un bárbaro en busca de riquezas pero también venganza hacia los que destrozaron su vida, que cada vez parecen estar más cerca del secreto que puede darles el dominio del mundo.


Tras veintisiete años de silencio, el bárbaro de Robert E. Howard ha regresado este 2011 a las grandes pantallas en forma de remake o reinicio o como quieran llamarlo (ahora la moda es, ya saben, empezar desde cero con clásicos de renombre ante la crisis de ideas del Hollywood de hoy). Y mejor que no hubiese regresado, que quieren que les diga, porque este nuevo “Conan, el Bárbaro” alcanza sin problemas en cotas de horror a la secuela de la genial obra de John Millius a la que remakea. Marcus Nispel afronta su tercer remake tras haber reiniciado (que pesadas son estas dos palabras) respectivamente las matanzas de Cara de Cuero y de Jason Voorhees y lo hace como hizo con las dos cintas comentadas: mal, muy mal (ya nos tiene acostumbrados a esto, vaya). El actor frecuentemente televisivo Jason Momoa (visto desde en “Stargate. Atlantis” hasta en “Juego de Tronos” pasando por “Los vigilantes de la playa”) es el guerrero cimmerio en una entrega que infantiliza al personaje hasta un grado insospechado y que resulta en todo momento aburrida, predecible y hasta vergonzosa. La acción es tonta y vulgar, el protagonista no tiene el carisma que debe tener (ni liderazgo, ni brutalidad, ni presencia, ni sentido del humor burro... nada), el villano idem (olvidable a los cinco minutos de terminar la cinta), los secundarios son meros cartones, los diálogos que digan algo brillan por su ausencia y la trama, lineal hasta decir basta en el peor de los sentidos, aburre a los veinte minutos, una vez que el personaje principal es presentado en un inicio bastante parecido al del primer Conan filmado pero sin dramatismo y sin gracia. El ambiente puede estar conseguido (lo poco que se salva del conjunto), pero no queda mucho de la violencia primitiva de los relatos de Howard o de la obra de Millius y mucho menos queda del erotismo de ambos (unas cuantas tetas que aparecen y paren de contar). El retorno del cimmerio es, por maldita desgracia, uno de los grandes bodrios de este año que afronta su recta final: al nivel de “Conan, el Destructor”. No me atrevo a decir cual de las dos puede ser la peor.

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