Porco Rosso

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viernes, 3 de septiembre de 2010

ROBÍN DE LOS BOSQUES de Michael Curtiz y William Keighley - 1938 - ("The Adventures of Robin Hood")

Aprovechando que su justo hermano Ricardo Corazón de León se ha marchado a combatir en las Cruzadas, el pérfido Príncipe Juan ha usurpado el trono de Inglaterra y se ha convertido en un tirano que oprime a su pueblo con mano de hierro. Únicamente un grupo de valientes rebeldes le planta cara: la bondadosa cuadrilla de Robin de los Bosques, que roba a los ricos para abastecer a los pobres y que intenta recuperar la corona para cuando retorne el Rey original, algo que ni Juan ni sus aliados piensan permitir. La lucha por la libertad va a estallar en todo el reino.


A veces aplastado por el enorme éxito de algunas de sus míticas películas, que le han ensombrecido a él mismo, Michael Curtiz fue uno de los grandes cineastas artesanos de Hollywood. De origen húngaro, parece ser que dirigió la primera película de ficción de este país y que posteriormente trabajó en Viena antes de llegar a los USA, en donde se convirtió en uno de los directores de oro de la Warner (especialmente durante los años treinta y cuarenta). Su puesta en escena siguió prácticamente en todos sus filmes los cánones del cine norteamericano más clásico y académico: no fue un director innovador en absoluto ni en lo narrativo ni en lo visual, aunque tampoco lo pretendió nunca. Muy prolífico (en 1930 rodó seis películas), Michael Curtiz tocó todos los géneros habidos y por haber, destacando siempre con cintas más que notables y con alguna que otra obra maestra que cierto sector de la crítica todavía se empeña en no reconocer. Trabajó dentro de la industria más comercial, y no luchó, como otros colegas suyos, por acaparar más parcelas de libertad para sus trabajos. Curtiz fue un artesano profesional que nos dejó muchísimas de las mejores obras de puro entretenimiento de la historia. No fue un autor, pero sí un maestro de gran olfato y solvencia. En su extensísima y variadísima filmografía destacan los thrillers “Matando en la sombra”, “Los crímenes del museo”, “La mujer marcada”, “Alma en suplicio” y “Punto de ruptura”; las películas de aventuras “El Capitán Blood”, “La carga de la brigada ligera”, “Robín de los bosques”, “El Halcón del mar”, “El Lobo de mar”, “Pasaje a Marsella” y “Las aventuras de Huckleberry Finn”; los dramas “Ángeles con caras sucias”, “Casablanca” y “Flamingo Road”; los westerns “Dodge, ciudad sin Ley”, “Oro, amor y sangre”, “Camino de Santa Fe”, “El rebelde orgulloso” y “Los comancheros”; los filmes históricos “La vida privada de Elizabeth y Essex” y “Sinuhé, el egipcio”, los bélicos “Dive Bomber”, “Capitanes de las nubes” y “La fuerza de las armas”; los musicales “Yanki Dandi”, “Romance en alta mar”, “El trompetista”, “Te veré en mis sueños”, “Blanca Navidad”, “Las mejores cosas de la vida son gratis” y “King Creole”; el biopic “Noche y día” y las comedias “Vida con mi padre”, “No somos ángeles” y “Escándalo en la corte”.


Aunque William Keighley comenzó a rodarla y aparece como director en los créditos de la obra, el artífice casi total de “Robin de los Bosques” tras las cámaras fue Michael Curtiz, que le sustituyó porque los productores consideraron que sus escenas de acción (las del primer cineasta) carecían de suficiente impacto. La película de la que hoy hablo es, sin ninguna duda, una de las más grandes obras maestras del cine de aventuras de todos los tiempos. Su trama, basada en la leyenda de Robin Hood, narraba una vez más una historia épica en la que se enfrentaban el bien y el mal, que venían representados en el mencionado personaje principal, Robin de los Bosques (y en su cuadrilla de ladrones) y en el Príncipe Juan y sus partidarios, Guy de Gisbourne y el Sheriff de Nottingham. La historia nos la conocemos bien: el pérfido Juan ha usurpado el trono durante la triste ausencia de su justo hermano Ricardo Corazón de León y Robin se enfrenta a él en el nombre del destronado en la sombra, del pueblo oprimido y de su amada Marian, a la que enamora. Es resto es acción sin descanso entre constantes combates entre espadachines (ejemplarmente coreografiados), persecuciones al límite e imaginativas y cada vez más locas peripecias. Esta acción viene estructurada con un agilísimo ritmo a veces frenético (todavía hoy lo es) y acompañada de grandes dosis de humor sencillo y amable y de romanticismo exacerbado. Todo está animado por un reparto ya mítico y en total estado de gracia en el que brillan con luz propia el eterno héroe y galán bondadoso y socarrón Errol Flynn, la esplendorosa Olivia de Havilland y los carismáticos villanos Basil Rathbone y Claude Rains, tiranos por momentos casi paródicos siempre escépticos y retorcidos, terribles y a la vez patéticos. “Robin de los Bosques” es una de esas películas de entretenimiento de primera que nunca pierden su frescura ni su capacidad de sorprender originales y que todavía cautivan con su buen hacer y con sus buenas intenciones (contrariamente a lo que se pueda pensar al comenzar a degustar la cinta, su ingenuidad a veces extremada en nuestros días no resulta estúpida ni infantil). Fue, además, toda una revolución en su momento: es una de las pocas películas de su década filmada en color (en un color precioso) y cuenta con unos escenarios de ensueño primorosamente ambientados gracias a una hermosísima fotografía, mientras que la banda sonora de Erich Wolfgang Korngold es un clásico imprescindible y el crápula Errol Flynn como el famoso Rey de los Ladrones nunca pudo ser igualado en carisma (salvo tal vez por el anterior Robin y también mítico Douglas Fairbaks).

1 comentario:

  1. Esa sonrisa de Errol Flynn quedó marcada para siempre en el personaje de Robin Hood.

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