La familia Cameron es de Carolina del Sur y la familia Stoneman es de Pensilvania. Sin embargo, una gran amistad late entre todos los miembros de ambas, amistad que perdura incluso después de la terrible Guerra de Secesión, que está a punto de dividir a los norteamericanos para siempre. Algo, sin embargo, las amenaza cuando la paz parece asentarse: los esclavos negros, recién liberados, comienzan a provocar el caos en muchas zonas del país y a intentar aplastar a los blancos como venganza. Algunos jóvenes blancos, sin embargo, se unen para plantarles cara y fundan el Ku-Klux Klan, una organización secreta para acabar con el poder de los negros. Los Cameron y los Stoneman se ponen de parte de esta organización y empiezan a combatir junto a ella.
El norteamericano David Wark Griffith fue el creador de la gramática cinematográfica después de que pioneros como el francés Georges Méliès o el español Segundo de Chomón fueran más allá del simple espectáculo sin trascendencia artística e incluso comercial que presentaron los discutidos inventores del cine, los hermanos franceses Louis y Auguste Lumière, que se disputan aún hoy este título con el norteamericano Thomas A. Edison, que si no vio un arte aún en el séptimo de ellos, sí que vio ya en el invento del cinematógrado una empresa que podía dar mucho dinero. De orígen humilde e hijo de un general sudista arruinado por el fin de la esclavitud de la raza negra tras la Guerra de Secesión, Griffith fue un autodidacta que ejerció miles de oficios antes de dedicarse al teatro y al cine como actor primero y como director finalmente. Desde 1908 dirigió cortometrajes para la productora Biograph y en sólo cinco años terminó cuatrocientas veintidós películas a un ritmo de dos por semana. Sin embargo, tenía más ambiciones que estas y, en 1914, desobedeciendo a sus productores, que pensaban que el público era incapaz de aguantar más de veinticinco minutos sentado frente a una pantalla, se atrevió a dirigir “Judith de Betulia”, su primer largometraje. Por supuesto, fue fulminantemente despedido, tras lo que, con todo su equipo, se marchó a rodar a California para, más tarde, ayudar al nacimiento de Hollywood tras fundar la Triangle Film Co. y la United Artist junto a Douglas Fairbanks, Mary Pickford y Charles Chaplin. Creó, también, una gran familia de actores que trabajaron con él, entre los que destacan las eternas Mae March y Mary Pickford y su “musa”, la bellísima Liliam Gish. En California Griffith rodó las que fueron sus grandes obras maestras, “El nacimiento de una nación”, con la que revolucionaría la escritura cinematográfica, y la colosal “Intolerencia”, creada como respuesta a las durísimas críticas que la anterior, racista hasta la médula y exaltadora del Ku-Klux Klan, cosechó. Con “Intolerancia” Griffith se estrelló económicamente debido al muchísimo dinero que le costó y a lo poco que recaudó en líneas generales. Llegaron otras películas entonces más o menos destacadas como los dramas “Lirios rotos”, “Las dos tormentas” y “Las dos huerfanitas” o como el biopic “Abraham Lincoln”. Sin embargo, y aunque recibió un Oscar, su carrera no se levantó con fuerza nunca y terminó prácticamente al llegar el cine sonoro, ya que ningún estudio quería contratarle porque el racismo mostrado en “El nacimiento de una nación” le había cerrado muchísimas puertas. David W. Griffith, arruinado y solo, murió alcohólico en un hotel en 1948. Años más tarde, fue revalorizado como se merecía por sus innovaciones técnicas, que cambiaron el cine para siempre. Sergei M. Eisenstein declaró que “No hay cineasta en el mundo que no le deba algo” y que “Lo mejor del cine soviético ha salido de “Intolerancia””, mientras que Orson Welles afirmó “Nunca he odiado realmente a Hollywood a no ser por el trato que le dio a D.W. Griffith. Ninguna ciudad, ninguna industria, ninguna profesión ni forma de arte deben tanto a un solo hombre”.
El primer plano utilizado a nivel expresivo, el plano visto como la gran unidad del montaje (y no la escena), la iluminación natural vista como parte integrante de la acción dramática, el empleo de la “salvación en el último minuto”, el empleo de las primeras “tomas de persecución”, las secuencias simultáneas que se van alternando, el primer uso del “montaje invisible o americano” (que hace avanzar la acción asegurando la continuidad de la narración y que es utilizado de forma natural e intuitiva), el uso de decorados enormes y naturales, el empleo de miles de extras, la concepción y el desarrollo de escenas de batalla y de acción, la primera banda sonora orquestal de la historia... Todo esto que hoy es tan “lógico” ver en cualquier película aparece por primera vez sintetizado y conjugado sin fisuras en “El nacimiento de una nación”, película de tres horas de duración que demostró que el público sí que podía estar más de 25 minutos frente a una pantalla y que a nivel técnico y narrativo cambió radicalmente y para siempre el arte cinematográfico (aunque a nivel de argumento es una de las más deleznables de la historia de este mismo arte). Basada en la novela explícitamente racista “The Clansman: An Historical Romance of the Ku-Klux Klan” de Thomas Dixon, y en la experiencia del propio padre del cineasta, general sudista arruinado tras el fin de la esclavitud, “El nacimiento de una nación” narra la historia de dos familias que, siendo una del norte y otra del sur, permanecen unidas, a pesar del estallido de la Guerra de Secesión, por la amistad y el amor que se dan entre sus miembros. Tras la mencionada guerra, exaltada como un acto de honor y heroicidad patriotera, el filme se precipita, tras los buenos propósitos iniciales (el amor y la amistad quedan casi exclusivamente reservadas a los norteamericanos blancos) en el racismo más indignante y despreciable. Si bien en la primera mitad ya han aparecido algunos personajes negros completamente estereotipados, en esta segunda ya lo hacen como auténticos enemigos públicos de la nación. Los negros liberados de la esclavitud comienzan a esclavizar a los blancos para vengarse y es el Ku-Klux Klan, glorificado hasta el éxtasis como salvador de los USA, el que se encarga de plantarles cara y acabar con sus amenazas. Por supuesto, ningún actor negro participa en el filme (son todos blancos pintados). Para el recuerdo (con horror) quedan escenas como la de los negros en el parlamento, escupiendo y con los pies puestos sin zapatos sobre las mesas; la del negro violador vagabundo que persigue a las jovencitas blancas para robarles su pureza, la de los negros ardiendo en el Infierno y los blancos santificados en el Cielo o la de la ayuda que las familias protagonistas reciben de sus viejos esclavos del hogar, que, agradecidos y siempre fieles, combaten junto a ellos contra los “negros malvados y desagradecidos” (el paternalismo de Griffith llega aquí a ser verdaderamente asqueroso). “El nacimiento de una nación”, incluso en 1915, protagonizó uno de los escándalos más grandes que los Estados Unidos vivieron a nivel artístico y social: la National Association for the Advancement of Colored People protestó públicamente y condenó para siempre a Griffith, mientras que, incluso, llegaron a registrarse bastantes disturbios callejeros violentos a causa de las proyecciones del filme. Sin embargo, no se puede negar que la primera obra maestra del gran padre del cine moderno es, técnicamente, decisiva en todos los aspectos. David W. Griffith, ante las enormes críticas recibidas, realizó su siguiente gran pieza, “Intolerancia”, en la que se oponía a toda censura posible y en la que reclamaba su derecho a expresar lo que tuviese por conveniente según su ideología elegida libremente.
Desde luego es un diseño más elegante este nuevo blog, aunque por lo que veo los contenidos siguen igual de interesantes.
ResponderEliminarEsta de Griffith aún no la he visto, pero ya caerá con el tiempo.
Saludos
Buena entrada para los que no conozcan esta obra maestra del cine de todos los tiempos. Buen material para una señalada reseña
ResponderEliminarUn saludete.
Cromáticamente será una maravilla pero políticamente es basura. Ponte en el lugar de los negros en Estados Unidos y comprenderás las reacciones que puede suscitar una vision romántica del Ku-Klux Klan. Y no me creo lo de la "libertad del artista". Un artista debe mirar a su alrededor, no fomentar la discordia y el asesinato del otro...
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