jueves, 21 de mayo de 2015
LULÚ DE NOCHE de Emilio Martínez-Lázaro - 1985 - ("Lulú de noche")
Germán Ríos es un director de teatro de Madrid que intenta montar una obra basada en el mito de Lulú, la mujer que supuestamente tuvo una relación especial con Jack "El Destripador". Buscando actores para encarnar al asesino, descubre a un músico de jazz un tanto extraño pero que parece ajustarse bien al papel que quiere... Este músico es sin embargo un hombre un tanto especial...
Después de "Sus años dorados" Emilio Martínez-Lázaro rodó "Lulú de noche", en la que insistía en el drama social de sus primeras obras pero metiéndole una parte de comedia y otra de cine negro pasional del malo que no cuajaba con el conjunto. "Lulú de noche" es el primer patinazo de éste director: es una película indefinida, errática, de ritmo abrupto y mal resuelta que cambia de género como de camisa y sin justificación convincente para el espectador. Tenemos una historia de perdedores en la ciudad de rollo costumbrista que se transforma de repente en una comedia y que termina como un drama de psicópatas (gratuito totalmente, al más puro estilo del peor Almodóvar, el que por aquellos tiempos también hacía esto de colar una subtrama negra que no viene a cuento y se carga una película entera de un plumazo -y hoy de vez en cuando lo hace todavía-). La historia de esta cosa, que toca de pasada y mal temas tan variados como el metacine, el machismo, la pobreza, las drogas, la liberación sexual o los restos de la moral franquista que pervivían en la democracia en España a mitad de los ochenta, no va a ninguna parte. Simplemente es eso: es un batiburrillo de escenas y de mensajes mal expuestos, de actores que van y que vienen sin sentido (ahora un concierto de jazz, ahora un asalto a una farmacia, ahora una obra de teatro...), de diálogos que no dicen nada y de personajes con aristas cutres por todas partes. Termina "Lulú de noche" (con un desenlace malo con ganas y forzado de mala manera) y uno se queda con cara de tonto preguntándose qué leches es lo que ha visto. Como punto bueno hay que señalar una ambientación solvente, sucia y oscura, en ese Madrid de la Movida que tenía un pie en el casticismo más depauperado y en la modernidad incipiente. Pero nada más. El resto es horrible e inaguantable, soporífero y tontorrón.
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